Trump y el voto del miedo
Antoni Gutiérrez-Rubí
Asesor de comunicación
ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ
Las elecciones de 2016 se presentaban de cara para los republicanos: en noviembre no estaría Barack Obama, el partido había ganado las elecciones al Congreso y Senado de 2014, tienen mayoría en las Cámaras y su principal contrincante, Hillary Clinton, aún era recordada por haber perdido las primarias de 2008 ante un total desconocido. Entre los republicanos, además, había grandes figuras emergentes que podían tomar la alternativa, así como una vieja guardia que se había preparado durante años. En las elecciones de 2012, muchos de ellos ya no se presentaron pensando a cuatro años vista. Tanta era la expectación por estas elecciones que, en diciembre de 2015, ya eran 13 los potenciales candidatos republicanos.
Y, de repente, ante los ojos incrédulos de analistas y de republicanos, todo ha cambiado. En junio de 2015, el popular multimillonario Donald Trump se presentaba a las elecciones. Lo que en un principio era tan solo una previsible anécdota de campaña se fue haciendo realidad y subiendo como la espuma en las encuestas. Todo el mundo, especialmente dentro del partido, seguía esperando que cayera, que solo fuera una moda... Siguen esperando. Diez meses después, su probable candidatura es una terrible realidad para aquellos que no le vieron llegar y que prefirieron hacer campaña atacándose unos a otros, mientras Trump les atacaba uno a uno hasta conseguir su retirada. El mensaje emocional, antipolítica, directo al estómago de los votantes y no a su cerebro, había calado.
Su retórica es percibida como positiva y valiente por una población pesimista, cansada y enfadada con el 'establishment' del partido y con los políticos en general. Trump es un estímulo para aquellos que no tienen esperanza. Sobresalen siempre mediáticamente sus palabras sobre inmigración y terrorismo, pero quienes le votan lo hacen, entre otras cosas, porque él sí habla de los problemas reales de la clase pobre blanca del país, con puestos de trabajo en peligro a causa de la globalización, con sueldos estancados y con dificultades para enviar a un hijo a la universidad o curarse de una enfermedad sin quebrar económicamente. Es a ellos a quienes habla cuando propone multar a las empresas que externalicen puestos de trabajo. Es a ellos a quienes habla cuando explica que, al ser millonario y no necesitar dinero, va a ir a por las farmacéuticas para que bajen el precio de los medicamentos. No hay ningún candidato republicano que pueda hacer frente a estos mensajes ni, sobre todo, conseguir que suene creíble. De ahí su ventaja.
Si los resultados de primarias son los que parecen, en los próximos meses asistiremos a una constante lucha entre los dos colosos. La retórica de Trump no virará, sino que aumentará en sus ataques a Hillary y a los demócratas, apelando al miedo y a las emociones; y Hillary luchará, probablemente, a través de la racionalidad y la moderación, todo lo contrario que él, aunque ella que no dejará de evocar el miedo y el peligro que sería que alguien como Trump ganara.
El 8 de noviembre parece que competirán la emoción contra la razón; la antipolítica contra el 'establishment'; el dinero propio contra el dinero de Wall Street; las grandes audiencias contra la candidata de los telediarios de siempre.
Veremos quién gana, aunque el miedo será sin duda uno de los protagonistas.
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