LA CARRERA A LA CASA BLANCA

Lo de Trump va en serio

Trump saluda a sus seguidores al llegar a un acto de campaña en la Clinton Middle School, el 30 de enero, en Clinton (Iowa).

Trump saluda a sus seguidores al llegar a un acto de campaña en la Clinton Middle School, el 30 de enero, en Clinton (Iowa). / periodico

RICARDO MIR DE FRANCIA

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¿Se imaginan a Mariano Rajoy declarándole la guerra a Televisión Española a menos de una semana de las elecciones? No, verdad? Pues aunque la comparación sea muy imperfecta, eso lo que hizo la semana pasada Donald Trump con Fox News, el mayor altavoz de las causas conservadoras en Estados Unidos. Con su tendencia a salirse del guion y su aversión a lo políticamente correcto, Trump está rescribiendo las reglas de las campañas políticas y, por el camino, construyendo algo parecido a un movimiento político de masas, como hizo en su día Barack Obama y más tarde el Tea Party.

Trump se paga la campaña de su bolsillo. Improvisa sus discursos y está obsesivamente atento a las encuestas, a las redes sociales y los ‘feeds’ de noticias. Cuando oye algo que no le gusta, coge el teléfono y entra en directo para rebatirlo. Es pura lengua sin filtros y sus seguidores lo aman.

“Trato hecho”. Andrew Hahnm aplaude entusiasmado con los brazos en alto. Le brillan los ojos como si hubiera tenido una epifanía o hubiera visto el último concierto de Miley Cyrus. Pero no tiene 14 años. Trabaja como “mánager de una gran compañía multinacional” y acaba de recuperar la esperanza en la política. “Es honesto, muy articulado, no dice chorradas para quedar bien con la gente y al ser un hombre de negocios va a saber gestionar el país de forma diferente”, afirma tras escuchar a Trump en un teatro de Davenport, la tercera ciudad de Iowa, a orillas del Misisipí. “La suya será una presidencia transformativa, como fue en su día la de Ronald Reagan”. La última encuesta de este sábado señala que el multimillonario neoyorkino ha aumentado su ventaja sobre Ted Cruz en Iowa. Le saca cinco puntos, 13 a Marco Rubio. A menos que haya sorpresa, empezará las primarias ganando. Su candidatura va muy en serio.

El acto de Davenport no es un mitin al uso, sino una conversación con Jerry Falwell Jr, el presidente de Liberty, la mayor universidad evangélica del país que recientemente le ha dado su apoyo. La platea está abarrotada y hay gentes de toda edad y condición. Trump ha hablado de su polémica con Fox, de sus planes para construir un “hermoso muro” en la frontera con México, de lo bien que van las encuestas, de cómo la masacre terrorista de París se podría haber evitado si los parisinos tuvieran derecho a portar armas, de cómo Estados Unidos “siempre sale perdiendo” al comerciar con otros países o de cómo la corrección política impide funcionar normalmente a los estadounidenses.

UN MISTERIO

“No podemos tener un país si no tenemos fronteras. Queremos que la gente venga, pero tienen que entrar legalmente”, dice ante el aplauso unánime. Trump no es un conservador al uso. Basta un vistazo a la hemeroteca para comprobar que ha dado ideológicamente más vueltas que un tonto. Ha defendido el derecho al aborto, la regulación de las armas y la sanidad pública universal, posiciones todas de la izquierda. Incluso apoyó un ‘impeachment’ a George Bush en el 2008. Pero nadie sabe cómo sería su presidencia. Es un misterio. Solo habla de un puñado de temas, con eslóganes directos e ideas sencillas. Lo que está claro al asistir a sus mítines es que su candidatura no es una broma. Ha encandilado a millones de personas con su facilidad para decir lo que nadie se atreve a decir y ha logrado que las clases medias bajas lo vean como su salvador cuando vive en una torre de mármol y oro, la Trump Tower de la Quinta Avenida.

“El movimiento de Obama lo componía gente que comprendía la política y tenía formación académica”, dice la politóloga Michelle Maldonado, que ha asistido al acto con sus hijas y su marido. “El de Trump es un movimiento de gente común que está harta de los políticos”. Suena ‘Skyfall’, la canción de Adele para la película de James Bond. Trump reparte autógrafos y besos, y como 007, se larga para volver a casa en su avión privado, un Boing 757, casi tan grande como el Air Force One del presidente de Estados Unidos.