NÓMADAS Y VIAJANTES

Trump es como Kardashian

RAMÓN LOBO

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Donald Trump es como Kim Kardashian: una celebrity. Cuanto mayores son los disparates que suelta más sube en las encuestas. Para lograr este título cuasi nobiliario de celebridad no es imprescindible ser listo, ni útil, ni tener propuestas para solucionar los problemas de la sociedad, basta con caer en gracia a unos medios de comunicación que aparcaron lo importante para nutrirse de lo banal. Es una paradoja de nuestro tiempo: ganan los poca cosa porque dan mejor en la tele y en las revistas del corazón.

La teoría general aceptada es que se trata de una estrella fugaz que se apagará antes de que empiecen las primarias en enero. En el peor de los casos, no tendrá vida política más allá de New Hampshire, la primera cita de peso en el largo y complejo proceso de selección de candidatos en EEUU. Lo que nadie acepta es un escenario con Trump de candidato republicano a la Casa Blanca frente a Hillary Clinton, la favorita entre los demócratas. Sería casi una provocación para un misógino como él y un riesgo para el resto del mundo.

De momento, mientras llega el apagón estelar, este millonario neoyorquino que, salvadas las distancias, tanto se parece a Jesús Gil, ha borrado de la escena a los demás candidatos republicanos, robándoles el prime time, incluido a Jeb Bush, el tercero de la saga, como si no nos hubieran bastado los dos anteriores. Este Bush III ha reunido más dinero que nadie, de ahí su vitola de favorito en el partido. Lo peor es que Trump también les está obligando a endurecer el discurso.

Mano dura contra todo

Existen dos teorías. La primera, la más visible, defiende que el vendaval Trump llevará a los republicanos a abandonar su espacio tradicional de derecha liberal clásica para convertirse en un partido nacionalista europeo de corte xenófobo, como el Frente Nacional de Marine Le Pen. Algo que ya ha comenzado en algunos casos. La segunda defiende lo contrario: favorecerá el despertar de la derecha de toda la vida, arrinconada en los últimos seis años por la irrupción del Tea Party y de los llamados libertarios, que no son anarquistas sino defensores de la ley del más fuerte. Una especie de darwinismo capitalista salvaje.

¿Quiénes son los votantes potenciales de TrumpRobert Tracinski lo resume en un artículo publicado en The Federalist: personas con escasa información deslumbrados por la celebrity, no por unas propuestas políticas que desconocen; viejos conservadores que demandan mano dura (contra todo); personas que no votan habitualmente, xenófobos anti inmigrantes y racistas de todo tipo que defienden un país dirigido solo por blancos. La crème de la crème.

Racismo palmario

No es difícil imaginar cómo sería EEUU con un personaje así al frente. Una prueba de su escasa calidad democrática, más allá de las incendiarias palabras contra los mexicanos y los hispanos en general, fue su actitud durante una reciente rueda de prensa. Expulsó de la sala a Jorge Ramos, uno de los más conocidos periodistas hispanos de EEUU, porque no le gustó su pregunta. No es solo un problema de libertad de expresión, también lo es de racismo palmario.

Pese a estos síntomas sería un error considerarle un payaso, como Coluche, aquel candidato anti-Mitterrand de 1981, o un fascista. Despreciar al contrario es una costumbre muy española que suele conducir a la derrota. Lo peligroso de Trump es que detrás de su apariencia grotesca bulle un discurso peligroso que tiene más adeptos de los que imaginamos, tanto en EEUU como en Europa.

De momento, los republicanos de toda la vida siguen empeñados en hundir a Hillary Clinton por el supuesto escándalo de los correos electrónicos, pese a que parece que no hay caso como no lo había con Bengasi (el asalto a la embajada). También están centrados en atacar a Barack Obama, que tras una presidencia bastante decepcionante para las expectativas depositadas, parece despegar en los últimos meses hacia la historia.

Su giro de política en Cuba y el camino emprendido para firmar la paz con Irán son vuelcos estratégicos que de tener éxito le garantizarán un buen legado. Cuba ya no lo discute casi nadie. La batalla se centra en Irán. En este punto, Trump ha emergido como el mayor defensor de las tesis de Netanyahu, algo que no sé si le conviene al primer ministro israelí.

Su política anti-Teherán empieza a tener problemas en Israel, donde un grupo de destacados militares y exjefes del espionaje han publicado un texto de apoyo al pacto de Obama con Irán. Es la lucha entre la política paciente que logra imposibles y la política de la pasarela. En eso Trump y Netanyahu no están tan lejos: ambos necesitan los titulares.