TENSIÓN EN LA FORMACIÓN GOBERNANTE DE FRANCIA

La triple crisis de Hollande

Firme 8 Manuel Valls, este fin de semana en París.

Firme 8 Manuel Valls, este fin de semana en París.

EVA CANTÓN
PARIS

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Crisis económica, crisis gubernamental y crisis de partido. El inicio del curso político en Francia ha sido de todo menos pacífico para el presidente François Hollande y su primer ministro, Manuel Valls. Con el telón de fondo de la reciente salida del Ejecutivo de los ministros díscolos por la deriva liberal de la política económica del Gobierno, Valls intentó en el tradicional cónclave veraniego del Partido Socialista celebrado en La Rochelle calmar los ánimos del ala izquierda de la formación, muy crítica con sus propuestas socialdemócratas.

Para evitar los riesgos de fractura, el primer ministro intentó contemporizar negando por un lado que la acción gubernamental esté guiada solo por la austeridad y defendiendo, por otro,  el polémico Pacto de Responsabilidad que ofrece rebajas fiscales a las empresas a cambio de generar empleo, una medida que tiene en pie de guerra a los sindicatos y a las bases socialistas, que acusan a Hollande de incumplir sus promesas electorales.

Consciente del clima encendido que le esperaba, Valls evitó mencionar en su discurso al flamante nuevo ministro de Economía, el banquero liberal Enmanuel Macron, cuyo nombramiento en sustitución del rebelde Arnaud Montebourg ha ahondado la brecha ideológica en el seno del partido.

Corriente interna

«Amo a los socialistas», les dijo el primer ministro cuatro días después de haber hecho otra declaración de amor ante la patronal francesa. Sin embargo, este ejercicio de equilibrismo no logró convencer al grupo capitaneado por Montebourg, que aprovechó la cita de La Rochelle para hacer una demostración de fuerza y dar carta de naturaleza a un movimiento bautizado Viva la izquierda.

«Hemos reunido en una sala a casi 700 personas y hemos lanzado nuestro movimiento, que nos permitirá tomar en el partido el relevo de la lucha que hemos iniciado en el Parlamento», explicaba el diputado rebelde Laurent Baumel. Parecen contar incluso con el apoyo tácito de la ministra de Justicia, Christiane Taubira, que se unió por sorpresa a la reunión de los críticos el pasado fin de semana.

Además de escenificar su paulatina estructuración en una corriente interna, los rebeldes mantienen la intriga sobre la dirección de su voto cuando este otoño se debatan los presupuestos o el conocido como Gobierno Valls II se someta al voto de confianza de la Asamblea.

La posibilidad de una disolución del Parlamento es otra sombra que planea sobre el escenario político francés, aunque ni críticos ni diputados socialistas afines a la línea gubernamental lo barajan. «No habrá disolución por la sencilla razón de que los textos saldrán adelante con la mayoría», zanja el presidente del Grupo Socialista en la Asamblea Nacional, Bruno Le Roux.

En este contexto de división interna, está por ver el papel que puede jugar la exprimera secretaria del Partido Socialista, Martine Aubry, que le disputó a Hollande las primarias en el 2012 y que, según su entorno, si se organizaran unas nuevas primarias, sería la única figura capaz de reunir a la izquierda.

La pregunta que está en el aire es si el riesgo de implosión socialista es real. Para el politólogo del Centro de Estudios europeos de Sciences-Po, Gérard Grunberg, este riesgo es débil pero existe. «Hasta ahora el PS siempre había evitado el enfrentamiento entre la cultura del Gobierno y las bases ideológicas de un partido que se creó en los años 70 sobre la ruptura del capitalismo. La idea de que el capitalismo es el enemigo sigue anclada en la cabeza de los socialistas y de repente Valls golpea de lleno en la cultura socialista con una política considerada de derechas que da prioridad a la competitividad de las empresas», señala en Le Parisien.