30 años de impunidad por la matanza de palestinos en Sabra y Shatila

Palestinos asesinados en los campamentos de Sabra y Shatila en 1982.

Palestinos asesinados en los campamentos de Sabra y Shatila en 1982. / periodico

ANA ALBA

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Los israelís judíos despidieron la noche del lunes al año 5772 y celebraron la llegada de 5773. La festividad del Rosh Hashanah -año nuevo judío- coincidió casi en las mismas fechas hace 30 años. La noche del 17 de septiembre de 1982, Israel daba la bienvenida al año 5743, mientras sus tropas estaban inmersas en la guerra del Líbano, país que el Ejército israelí había invadido tres meses antes.

En esos días, se cometió enBeirut una de las peores masacres del conflicto libanés:entre 1.000 y 3.500 refugiados palestinos -y también algunos civiles chiís libaneses- fueron asesinados por las milicias cristianas falangistasdel Líbano en loscampos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, con el consentimiento de Israel.

“La cronología exacta de los acontecimientos ocurridos entre el 16 y el 18 de septiembre de 1982 en Sabra y Shatila o incluso el número preciso de muertos no se conocerán probablemente nunca. Lo que se sabe es que las poderosas y morales Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) tuvieron una implicación -aunque fuera de forma pasiva- en la matanza de muchos, muchos centenares de refugiados palestinos que no tenían nada que ver con el asesinato, unos días antes, del entonces recién elegido presidente cristiano del Líbano, Bashir Gemayel, que probablemente cometieron las milicias pro-sirias de Elie Hobeika”, afirmaba en un artículo del diario israelí Haaretz Daniel Ben-Tal, que estuvo destinado como soldado del Ejército israelí al Líbano en 1982.

Ancianos, mujeres y niños

La matanza de ancianos, mujeres y niños palestinos empezó dos días después del asesinato de Gemayel. El magnicidio se atribuyó al principio a los combatientes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), pero años más tarde se esclareció que había sido obra de las fuerzas libanesas prosirias y que los palestinos de la no habían tenido nada que ver.

Mientras los falangistas masacraban a los refugiados, el Ejército israelí rodeaba Sabra y Shatila y controlaba los accesos a los campos. El ministro de Defensa israelí era Ariel Sharon, que había acusado a la OLP del asesinato de Gemayel. Unacomisión internacional estableció que lasautoridades israelís y el Ejército fueronresponsables, directos o indirectos, de la matanza de Sabra y Shatila. El Gobierno israelí creó la Comisión Kahan para investigar los hechos y este órgano concluyó en febrero de 1983 que el personal militar israelí sabía que los falangistas estaban asesinando civiles en los campos y no tomaron ninguna medida para impedirlo.

La comisión consideró a Sharon responsable del comportamiento del Ejército israelí “por haber ignorado el peligro de derramamiento de sangre y venganza y no haber tomado medidas apropiadas para evitarlo” y recomendó que dimitiera. Sharon se negó a hacerlo y el entonces primer ministro israelí, Menachem Begin, no se lo exigió, pero finalmente acabó renunciando a su cargo, aunque permaneció en el Ejecutivo.

Tres décadas después

Tres décadas despuésTres décadas después, enSabra y Shatila siguen viviendo miles de refugiados palestinos. La mayoría de calles del campo todavía no se han asfaltado y sus habitantes se hacinan en edificios que parecen a punto de derrumbarse. Musa es palestino, pero nació en Sabra y Shatila, en una tienda de campaña. Su familia huyó de la ciudad de Haifa en 1948, durante la guerra que siguió a la creación del Estado de Israel, y se refugió en territorio libanés. Cuando los falangistas, según explica, entraron a sangre y fuego en Sabra y Shatila y además de matar, “saquearon, violaron y torturaron”, él tenía 32 años. “Estaba combatiendo en las afueras de Beirut, y cuando volvimos al campo, la noche del 18 de septiembre, nos encontramos la masacre, fue horrible, decenas y decenas de niños y mujeres muertos”, recuerda mientras recorre las calles del campo, del que conoce todos los rincones.

“Conservamos nuestra identidad palestina”, dice Musa, que como el resto de los habitantes del campo, sigue hablando un árabe palestino. El campo funciona como una ciudad, una pequeña burbuja palestina implantada en Beirut. Las diferentes facciones políticas palestinas tienen su representación en Sabra y Shatila y en numerosas paredes hay pósters del líder histórico Yaser Arafat y del actual presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás (Abu Mazen). Los palestinos que viven allí no son ciudadanos libaneses y tienen muy pocos derechos. “La situación social en el campo es terrible, las condiciones de vida son lamentables”, se queja Musa. “Todos soñamos con volver algún día a nuestra tierra, a Palestina, y algún día lo lograremos”, asegura.

El jefe del equipo negociador palestino, Saeb Erekat, hizo un llamamiento ayer al mundo a “no olvidar la desalentadora situación del 70% del pueblo palestino, que son refugiados (¿) En 1982, los periodistas extranjeros escribieron: ¿Cuántas Sabras y Shatilas se necesitarán para que el mundo acabe con esta injusticia? Desde entonces, han tenido lugar muchas Sabras y Shatilas con los mismos elementos: sangre e impunidad”, denunció Erekat.

Transcurridos 30 años, aún nadie ha pagado en el Líbano por los crímenes de Sabra y Shatila, nadie ha sido juzgado. Tampoco en Israel ha habido juicios por la pasividad ante los asesinatos. Y en Sabra y Shatila, ningún refugiado confía en que se llegue a hacer justicia.