TRAS CUATRO AÑOS DE GOBIERNO CONSERVADOR
Bachelet inicia su segundo mandato en Chile en medio de grandes expectativas
La senadora Isabel Allende, icono democrático en el país, colocará la banda a la nueva presidenta
Será la senadora socialista Isabel Allende, hija del presidente Salvador Allende, la encargada de colocar hoy la banda presidencial a Michelle Bachelet, también hija de un militar duramente reprimido por la dictadura. Dos iconos democráticos en un país duramente golpeado por la dictadura el día en que Bachelet inicia su segundo Gobierno en Chile. El país espera mucho de ella después de cuatro años de paréntesis en el que el país fue administrado por la derecha y que ha experimentado importantes cambios culturales. "Chile: por fin ahora es el momento. Tenemos la fuerza ciudadana, las mayorías parlamentarias y en los consejos regionales, las condiciones políticas sociales, tenemos la voluntad y la unidad", dijo la noche del 15 de noviembre, después de asegurarse en la primera vuelta unas elecciones presidenciales sin complicaciones.
Bachelet no solo tiene una coalición de centroizquierda que la respalda sino que gobernará con una derecha cuyos partidos reunidos en la Alianza, Renovación Nacional y el ultramontano Unión Democrática Independiente (UDI) atraviesan momentos de enfrentamiento interno y desgajamientos. El Gobierno de Nueva Mayoría, el conglomerado que reune a los socialistas, en sus diferentes acepciones, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, que regresa al Gobierno después de 41 años se beneficia, además, de un escenario económico estable: Chile crecerá este año 4,1%, de acuerdo con diferentes estimaciones.
Pero las cosas no son tan sencillas. Las altas expectativas de sectores sociales contradictorios, la necesidad de mantener el complejo equilibrio de la coalición y las presiones del movimiento estudiantil representan para Bachelet un desafío incluso antes de jurara el cargo.
Dimisiones antes de formar Gobierno
La presidenta no ha tenido el verano apacible que esperaba y tuvo que atravesar algunas turbulencias en su viaje hacia el palacio de la Moneda. A tal punto que, a tres días de los actos de la toma de posesión, en la ciudad portuaria de Valparaíso, tuvo que aceptar de mala gana la dimisión anticipada de Carolina Echeverría, con quien había trabajado durante su primer Gobierno (2006-2010) y a la que había designado al frente de la estratégica Subsecretaría de Defensa. La trayectoria de Echeverría es impecable, pero su padre, un oficial del Ejército del dictador Augusto Pinochet, apareve involucrado en casos de violaciones a los derechos humanos. Y aunque, como dijo la mandataria, los hijos no son responsables de las acciones de sus padres, Carolina Echeverría no pudo soportar los reproches y dio el portazo.
Si su caso hubiera sido la excepción, quedaría apenas como una nota al pie. Pero Bachelet, que hizo explícito su celo a la hora de definir la conformación del equipo de Gobierno que la acompañará a partir del 11 de marzo, tampoco pudo retener a la subsecretaria de Educación. La economista Claudia Peirano, de la Democracia Cristiana, abandonó su puesto semanas después que el movimiento estudiantil la acusara de tener conflictos de intereses que le impiden llevar adelante la reforma educativa que consagre su gratuidad y excelencia. Los universitarios, que, han reiterado, se reservan el derecho de volver a las calles si Bachelet no cumple con las promesas de campaña, no deben haber visto con los mejores ojos la decisión de la presidenta de nombrar al frente del ministerio de Educación a Nicolás Eyzaguirre, un exministro de Ricardo Lagos que, al terminar su ciclo, se fue a trabajar como economista al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Otros dos subsecretarios debieron abandonar el Gobierno antes de jurar sus cargos por escándalos de diverso tenor. Sobre Hugo Lara, designado en la cartera de Agricultura, pesa una causa por delitos económicos. Miguel Moreno, que iba a dirigir el área de Bienes Nacionales, debió dar un paso atrás cuando se ventiló en la prensa que había sido condenado por tocarle las nalgas a una mujer en el metro.
Papel regional de Chile
Las expectativas que giran alrededor de Bachelet exceden lo que pueda hacer dentro de Chile. Los analistas se preguntan qué papel jugará en una región donde aparecen al menos tres líneas de acción política, dos de ellas con mayor nivel de convergencia. ¿Bachelet se mantendrá más cerca de Brasil y Uruguay, cuyos presidentes, ambos exinsurgentes, llevan adelante un programa más moderado de lo que se esperaba, o se inclinará hacia Argentina? La pregunta parece estar respondida de antemano: Chile no cambiará esencialmente los ejes de su política exterior, ampliamente volcada a la Alianza del Pacífico que agrupa a ese país con Perú, Colombia, México, y que es observada con abierta simpatía por EEUU. Pero otros analistas creen que habrá matices, y se verán de inmediato con el caso de Venezuela.
En la ceremonia de toma de posesión de este martes, Bachelet estará arropada por 20 jefes de Estado e importantes delegaciones. Coincidirán en Valparaíso, entre otros, los presidentes Enrique Peña Ñieto (México), José Mujica (Uruguay), Cristina Fernández (Argentina), Ollanta Humala (Perú), Evo Morales (Bolivia), Juan Manuel Santos (Colombia), Nicolás Maduro (Venezuela). Estarán también allí el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el príncipe Felipe.
Reunión de la Unasur sobre Venezuela
Una vez que terminen los actos, el miércoles, los representantes de la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) se reunirán en Chile para volver a fijar una posición común sobre lo que ocurre en Venezuela. Tres semanas atrás, el bloque, liderado por Brasil, puso el acento en la necesidad de la "defensa del Estado de derecho" en Venezuela y sostuvo que "cualquier demanda" de la sociedad civil "debe ser canalizada en forma pacífica, por la vía democrática". El bloque reiteró a su vez "su compromiso con la preservación de la institucionalidad y los principios democráticos". Estos, subrayó, son "pilares del proceso de integración regional".
El ya expresidente de Chile, el magnate Sebastián Piñera deja la presidencia con una aprobación del 50% de la ciudadanía. El hombre que posee una fortuna superior a los 1.500 millones de dólares terminó mucho mejor de lo que había comenzado. En medio de su mandato llegó a tener una popularidad del 20%. Las protestas estudiantiles carcomieron su imagen.
Piñera se propone volver a gobernar en cuatro años pero al frente de un partido más virado hacia el centro. En su gestión ha dado las primeras muestras de que no quiere saber nada más con lo más recalcitrante de la derecha chilena. Pero, antes de abandonar el poder, ha provocado un pequeño escaándalo al permitirle a los funcionarios públicos que lo acompañaron borrar todos los correos electrónicos que enviaron en estos cuatro años. El Ministerio Público envió este lunes un oficio dirigido a la Subsecretaría del Interior para frenar ese controvertido Decreto Supremo firmado por Piñera que permite a los funcionarios públicos borrar los correos electrónicos enviados durante su gestión.
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