«Todavía busco los restos de mi marido»

De los 31.500 desaparecidos en Bosnia, el 70% han sido hallados e identificados

MONTSERRAT RADIGALES / SARAJEVO / Enviada especial

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«La vida para mí es muy difícil. Tengo tres hijos y cuatro nietos y vivo para ellos, pero cada mañana me levanto con la misma pregunta: ¿Qué pasó con mi marido? También es lo último en que pienso cada noche. No sé si voy a encontrar sus huesos mientras esté viva. Aún busco los restos de mi marido». Quien así habla es Ema Cekic, una mujer de 59 años que preside la Asociación de Familias de Desaparecidos en la municipalidad de Vogosca.

La guerra de Bosnia (1992-95) fue la peor carnicería ocurrida en Europa desde el final de la segunda guerra mundial. A los muertos en combate, o por los disparos de artillería, o por los francotiradores, o asesinados en la calle a plena luz del día, se sumó el drama de los desaparecidos. En su mayoría son civiles que fueron capturados por las fuerzas asociadas a una etnia distinta a la suya, internados en un campo de concentración, o fusilados y arrojados a un río y de los que nunca más se supo.

Según las estimaciones, en Bosnia hubo 31.500 desaparecidos. La mayoría son bosníacos, como se denomina ahora a los musulmanes para distinguir etnia de religión, pero también hay serbios y croatas. Gracias a una labor ingente y persistente que ha llevado durante años a la excavación de numerosas fosas comunes, se han podido hallar e identificar restos (totales o parciales) del 70% de los desaparecidos. Pero para las familias del 30% restante (o sea, más de 9.000) la incógnita persiste y sigue siendo un tormento.

Vogosca era uno de los distritos de Sarajevo que durante la guerra estuvo bajo control de las fuerzas serbias. Con la reunificación de la capital, tras la firma de los acuerdos de Dayton (1995), pasó a formar parte de la Federación de Bosnia y Herzegovina, de mayoría croata y bosníaca, una de las dos entidades en que quedó dividido el país, junto a la Republika Srpska, de mayoría serbia.

Al cuartel

La familia Cekic vivía en Semizovac, una pequeña localidad en las afueras de Sarajevo que formaba parte de la municipalidad de Vogosca. Según el censo de 1991, la mayoría de la población de Semizovac era serbia (55,87%) pero había también una importante minoría bosníaca (32,82%). El 16 de junio de 1992 las fuerzas de los rebeldes serbios irrumpieron, se llevaron a la mayoría de los vecinos bosníacos y croatas (hombres, mujeres y niños) y los encerraron en un cuartel militar habilitado como campo de concentración, sin apenas agua ni comida. Entre los detenidos estaban Salih Cekic, de 42 años, su esposa Ema, de 36, y sus tres hijos (dos chicos y una chica), de edades comprendidas entre los 13 y los 16 años.

Según explica Ema, al cabo de dos semanas llegaron miembros del grupo paramilitar Aguilas Blancas, que dirigía Vojislav Seselj -juzgado por el Tribunal de la Haya y pendiente de sentencia- y separaron a todas las mujeres y a los varones menores de 16 años o mayores de 60 del resto de los hombres. Los primeros fueron liberados y los segundos pasaron a engrosar la lista de los desaparecidos.

Tras varias peripecias más y un año en Visoko (en territorio bajo control del Ejército de Bosnia), Ema acabó refugiada primero en Zagreb (Croacia) y después en Alemania. Regresó a Bosnia después de Dayton y vuelve a vivir en Semizovac. De su casa no quedaba nada, pero con mucho esfuerzo la volvió a reconstruir.

«Los que nos llevaron al cuartel militar eran nuestros propios vecinos serbios», explica. «Yo tenía una amiga serbia que se llamaba Dobrila. Cuando fui liberada del cuartel, un día me acerqué y vi a su marido, que iba armado. Me dijo: 'yo no te conozco; muévete, date la vuelta antes de que te dispare'».

En un informe del 2014, la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP) cifra en 140 los desaparecidos en la municipalidad de Vogosca. Cekic asegura que se han encontrado restos de 214 en tres fosas comunes. Puede que algunos sean de localidades vecinas. También dice que encerraron en un bar-restaurante a 28 personas y que se encontraron los cuerpos de tres de ellas en la orilla del río Bosna, que pasa por Semizovac. «O sea, que los debieron matar a todos y los tiraron al río». Cada 16 de junio, Vogosca celebra una ceremonia conmemorativa y los familiares de las víctimas arrojan flores al río. En Selimovic, un monumento-memorial recoge los nombres y la fecha de nacimiento y de la muerte o desaparición (siempre 1992) de las víctimas.

En cualquier caso, falta aún encontrar los restos de 62 personas de toda la municipalidad de Vogosca. Entre ellos los de Salih Cekic. «Encontrarlos me traería cierta paz, sobre todo por el bien de mis hijos, para que puedan enterrar a su padre y llevarle flores. Ahora solo es un número», afirma Ema.

La ICMP fue creada en 1996 a iniciativa del presidente de EEUU, Bill Clinton, justamente para afrontar el drama de los desaparecidos en los Balcanes (40.000 en toda la región). «Era una necesidad, por varias razones. Se había convertido en un obstáculo para la construcción de la paz. Circulaban alegaciones de que algunos estaban vivos y detenidos en lugares secretos», explica Andreas Kleiser, director de Política y Cooperación del organismo. «Además el Tribunal Penal para la ex-Yugoslavia ya existía y había empezado a excavar fosas comunes. Pero no tenía medios para identificar los restos».

En el 2005, se logró unificar las comisiones de desaparecidos que existían por separado, nacidas durante la guerra y vinculadas a las partes contendientes. Así se formó el Instituto para las Personas Desaparecidas, una institución estatal bosnia, que poco a poco ha ido tomando el relevo a la ICMP, a punto de trasladarse a La Haya porque ya no trabaja solo en los Balcanes sino en varios países del mundo.

La ICMP introdujo profesionalidad a las identificaciones, a través de las pruebas de ADN y, a la vez, ha sido un instrumento en la búsqueda de la verdad y la justicia. Representantes de la ICMP han testificado en una cincuentena de juicios en La Haya, incluido el del líder político serbobosnio durante la guerra, Radovan Karadzic. «Las familias tienen que saber que la búsqueda de los restos continuará. No han sido abandonadas», asegura Kleiser.