conflicto bélico en oriente próximo

Todas las guerras de Siria

Milicias y ejércitos foráneos combaten en el país árabe en un conflicto que se juega en múltiples bandas

Un socorrista camina por las ruinas de una casa bombardeada por los rusos en Ehsim

Un socorrista camina por las ruinas de una casa bombardeada por los rusos en Ehsim

MARC MARGINEDAS / MOSCÚ

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Lo dijo un funcionario del Estado, hace aproximadamente un año y medio, durante una conversación privada: «Es como si el mundo se hubiera puesto de acuerdo para dirimir sus diferencias en Siria».

Y es que lo que comenzó como el levantamiento pacífico de una parte de la población contra un régimen de extremado sesgo policial, a rebufo de movimientos similares que producían en aquel momento en otros países de la región -y que se bautizó como primavera árabe- ha degenerado, casi cinco años después, en una guerra civil a múltiples bandas, donde los diferentes actores combaten entre sí en una suerte de tablas infinitas y sin que nadie haya conseguido imponer su voluntad sobre el enemigo.

Un conflicto que, además, no cesa de enredarse en sí mismo, y donde un nutrido elenco de milicias armadas locales, grupos paramilitares foráneos e incluso ejércitos regulares no solo libran sus propias cuitas, sino que también defienden los intereses de potencias regionales y globales, que han hallado en Siria el escenario ideal para ventilar sus contenciosos y ajustar cuentas con sus enemigos tradicionales.

Se trata, en resumen, de una enconada partida de ajedrez que se juega ya en todo Oriente Próximo y que, por el momento, tiene un único perdedor: los millones de sirios que vagan por el mundo en busca de hogar.

BANDO GUBERNAMENTAL: UN ESTADO ALAUITA EN LA COSTA MEDITERRÁNEA

El régimen de Bashar el AsadBashar el Asad, dominado por la minoría alauita -una escisión del chiísmo que profesa alrededor del 11% de los 22 millones de sirios- es plenamente consciente que ya no puede aspirar a recuperar el control del territorio caído en manos de los diferentes grupos rebeldes desde el inicio del levantamiento, en el 2011.

Su estrategia se basa en garantizar el control de la capital, Damasco y la franja mediterránea, donde los alauitas son más numerosos. Un estrecho corredor, que incluye la ciudad de Homs, garantiza la continuidad territorial entre ambas zonas.

Precisamente, los aviones de Rusia, país que ha apoyado a Asad suministrándole armas desde el inicio del conflicto y que esta semana iniciaron su campaña de bombardeos con los todopoderosos Sukhói SU-34 a la cabeza, han concentrado sus primeros ataques en esta estratégica región, donde se ha constatado la presencia de grupos rebeldes islamistas de diversa gradación, pero no pertenecientes a Estado Islámico (EI).

Las fuerzas del régimen sirio han logrado mantener el control territorial de sus feudos gracias a la colaboración de milicias foráneas de confesión chií como la libanesa Hizbulá o Basij y Guardias Revolucionarios llegadas de Irán. Se trata de una indispensable colaboración para la supervivencia del presidentre Asad, habida cuenta de los problemas que afronta el Ejército regular sirio, repudiado por el grueso de la población de confesión suní, a la hora de reclutar tropas de reemplazo.

REBELDES OPUESTOS AL RÉGIMEN: GRUPOS ATOMIZADOS Y APOYADOS POR EEUU

Hasta 25 katibas (batallones) y liuas (divisiones) componen la atomizada nebulosa de grupos armados sirios opuestos al régimen de Bashar el Asad, lo que al comienzo de la guerra se denominó Ejército Sirio Libre (ESL), y que en algunas fases de la guerra, ha tenido que afrontar intensas OPAS procedentes de grupos de corte islamista o yihadista, con los que en ocasiones, sobre el terreno, llegan a formar alianzas locales.

Sus principales aliados, en estos momentos, son el Frente Islámico y Ahrar al Sham, milicia islamista financiada por Catar. Reciben armas de Catar, Arabia Saudí, Turquía, EEUU y Francia.

La coalición internacional encabezada por el Ejército norteamericano, que bombardea desde junio del 2014 posiciones de EI, hace delicados equilibrios para intentar que los musulmanes sunís de Siria, alrededor del 70% de la población, no perciban como una afrenta contra su religión su campaña militar contra los yihadistas del autoproclamado califato, que nominalmente se adhieren a esta rama del islam aunque son repudiados por la inmensa mayoría de creyentes.

Máxime si se tiene en cuenta que en el 2013, EEUU se negó a atacar a Asad pese a las evidencias de que había perpetrado el ataque con armas químicas en los alrededores de Damasco. Por ello, las agencias de inteligencia de EEUU financian y apoyan grupos armados sunís para que combatan contra EI y contra el régimen.

Con diferentes matices e intensidades, los países de la coalición apoyan el inicio de una transición política en Siria que incluya representantes de estas facciones rebeldes con los elementos más moderados del régimen, pero en ningún caso incluyen al presidente Asad, al que responsabilizan del grueso de los gravísimos crímenes de guerra y contra la Humanidad cometidos desde el inicio de la guerra.

MILICIAS KURDAS: LA FUERZA DE CHOQUE CONTRA YIHADISTAS

El pasado año, ante la lentitud con la que avanzaban los trabajos para adiestrar y formar milicias rebeldes sirias que combatieran contra los yihadistas de EI en expansión, los grupos armados kurdos entraron en el tablero de juego, y lograron, poco a poco, contener a los ultrarradicales.

Primero fue en Kobane, ciudad fronteriza con Turquía, sometida a un duro asedio por parte de las tropas del autoproclamado califato, que acabó en retirada y derrota. En estos momentos, las milicias kurdas controlan una extensa franja de territorio en el norte de Siria, que incluye el estratégico puesto fronterizo de Tell Abyad.

Su creciente importancia ha despertado las suspicacias de Turquía, país que alberga a una importante minoría kurda y que se opone vehementemente a una partición de Siria que implique la creación de un estado kurdo vecino.

Como en Siria las cosas no son siempre lo que parecen, y las potencias anteponen sus intereses a la pacificación del país, el bien común, Turquía anunció el verano pasado una campaña militar contra el Estado Islámico -cuya presencia había tolerado hasta el momento, haciendo la vista gorda al trasiego de combatientes - que pronto se convirtió en acoso militar contra combatientes kurdos.

Ideológicamente situados a la izquierda del espectro político, para las Unidades de Protección Popular kurdas, el principal enemigo a batir es el Estado Islámico. Por ello, pueden llegar a cerrar acuerdos locales con elementos leales al régimen sirio, al que consideran un «mal menor» en comparación con EI.

En Hasaka, provincia situada en el extremo oriental de Siria, así ha sucedido. Ante el empuje de los yihadistas desde Raqqa y Der Ezzor, una alianza de tropas gubernamentales y milicianos kurdos está logrando impedir que la capital provincial caiga en manos de EI.

JABHAT AL NUSRA: BAJO PRESIÓN PARA QUE DEJE LA 'YIHAD' GLOBAL

JABHAT AL NUSRA: BAJO PRESIÓN PARA QUE DEJE LA 'YIHAD' GLOBALMoaz al-Khatib, eximán de la mezquita omeya de Damasco y primer presidente de la Coalición Nacional Siria, considera una percepción errónea de la opinión pública occidental la demonización de grupos de corte yihadista como Jabhat al Nusra. Su líder, Abú Mohamed al Golani, declaró a una cadena árabe que sus hombres en Siria habían venido a combatir contra el régimen de Bashar el Asad, y que la implantación de un califato era una cuestión a discutir una vez derrotado el enemigo.

Los vínculos con Al Qaeda, a cuyo liderazgo, encabezado por el egipcio Aymán al Zauahiri, han jurado lealtad las huestes de Jabhat al Nusra, son fuente de inquietud entre las potencias occidentales. Desde principios de año circulan rumores de que Catar, país con el que Al Nusra mantiene vínculos espirituales, les está empujando a romper definitivamente con Al Qaeda, y a convertirse en una facción siria más, que repudia el terrorismo global.

Las filtraciones procedentes del interior de Jabhat al Nusra apuntan a la existencia de dos sensibilidades: una, compartida por los combatientes extranjeros, es favorable a que mantenga los vínculos con Al Qaeda y con su líder, Aymán al Zauahiri. En cambio, los combatientes sirios prefieren no ser identificados con el terrorismo global y el combate que libran los herederos de Osana bin Laden, para así lograr salir del ostracismo.

ESTADO ISLÁMICO: EL ENEMIGO DE TODOS

Un grupo que en el 2012 se consideraba residual en Irak, formado por los herederos espirituales de Abú Musab al Zarqaui, el primer yihadista que protagonizó las primeras decapitaciones de rehenes occidentales tras la ocupación anglonorteamericana en el 2003, ha pasado a convertirse en el principal enemigo y amenaza para Occidente.

Sus primeros combatientes llegados desde Irak se integraron en las filas de Jabhat al Nusra, intentando de esta forma frenar las suspicacias entre los combatientes sirios.

La realidad es que, desde el principio, su agenda en Siria fue muy diferente a la de los demás grupos rebeldes, islamistas o no, que combatían contra el régimen de Asad. Para los militantes de EI, el principal objetivo consistía en eliminar la frontera entre Siria e Irak, una linea divisoria que muchos árabes sunís consideran artificial y que se remonta al tratado de Sykes-Picot de 1916, por el que Francia y Gran Bretaña se repartieron los despojos del Imperio otomano.

El EI ha mantenido enfrentamientos limitados con el régimen, y su principal objetivo ha sido expandirse por el noroeste de Siria y el norte de Irak. Algunas informaciones denuncian colusión entre EI y Damasco, e incluso se han filtrado tratos bajo mano en el comercio de petróleo, para que desde las zonas en manos de EI se proporcione esta fuente de energía al territorio bajo control del régimen.

En la génesis de EI han jugado un papel importante los países del golfo Pérsico. Se sabe que dinero y armas proporcionadas a combatientes en Siria por donaciones privadas catarís y saudís durante el 2012 y 2013 fueron a parar a individuos que acabaron luego integrándose en EI.

Ahora, Riad y Doha ven cómo los cachorros con los que un día mantuvieron vínculos se revuelven. Arabia Saudí construye un muro en la frontera común con Irak para frenar posibles infiltraciones de ultrarradicales.