El largo camino hacia la Casa Blanca

Tocados por el sexo

IDOYA NOAIN

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Herman Cain era eloutsider, uno de esos personajes que periódicamente irrumpen en la política estadounidense con la promesa de insuflar aires e ideas nuevas, cuestionados por analistas como candidatos viables pero abrazados por una parte de la población. Ayer, en Atlanta, la apuesta política de quien había sido la sorpresa más inesperada en la lucha por la nominación del Partido Republicano acabó por algo todo menos ajeno a Washington: los escándalos sexuales.

Han pasado casi dos siglos desde que Andrew Jackson vivió, en 1828, una campaña plagada de ataques por un matrimonio irregular que no le impidió llegar a la Casa Blanca. Han transcurrido más de tres décadas desde que el periodismo de investigación, que demolió barreras con elWatergate, derribó, en 1987 con Gary Hart, el muro que mantenía relativamente protegida la conducta personal de los políticos.

En el caso de aquel aspirante demócrata, que abandonó cuando iba 20 puntos arriba en los sondeos, elMiami Heraldpublicó unas fotos en las que el hombre, casado, aparecía con una modelo en un barco. El adiós de Cain ha sido más complejo, pues aunque suspendió la campaña ayer, cinco días después de que una mujer afirmara haber mantenido durante 13 años una relación «puramente sexual» con el empresario pizzero, también casado, afrontaba de antes cuatro acusaciones de acoso sexual en el entorno laboral.

Hart y Cain, no obstante, tienen algo en común, como decenas de politicos envueltos en escándalos en el último cuarto de siglo, a un ritmo de uno cada dos o tres meses en los últimos años: demuestran la trascendencia que tiene para el sistema político estadounidense esta cuestión.

Estudios como el realizado en marzo por St. Edwards University confirman la factura que pasan los escándalos. Ese análisis estudió los resultados electorales de senadores entre 1974 y el 2008 y certificó que los implicados en escándalos que incluían un comportamiento inmoral perdían el 6,5% de los votos.

LO PEOR, EL ABUSO DE PODER/ Otro estudio, firmado también este año por tres expertos de Yale y la universidad de Illinois, apunta a que más que importar si se trata de un escándalo financiero o moral, lo que realmente provoca el rechazo de los ciudadanos es que en uno u otro caso se produzca abuso de poder.

«Los estadounidenses son bastante sofisticados al interpretar escándalos y separan las evaluaciones de un político como persona de la capacidad para hacer un trabajo», afirma el doctor en políticas Michael Miller, coautor del segundo estudio.

En el caso de Cain, en apariencia, las primeras y graves acusaciones de abuso de poder cuando presidía la principal asociación de restauradores no hicieron excesiva mella en su campaña. Es más, inicialmente sus recaudaciones se dispararon y subió o se mantuvo en las encuestas.

Ha sido la última semana, al salir a escena la mujer del romance, cuando su campaña se ha precipitado hacia el abismo. La última encuesta del principal diario de Iowa había dejado su porcentaje de aprobación, que en octubre superaba el 20%, en el 8%, aunque es imposible atribuir al escándalo todo el descalabro. Un 27% lo veía como el menos preparado. Su esposa, Gloria, compareció ayer con él ante un centenar de seguidores.

El aspirante republicano denunció las «falsas acusaciones no probadas» que han hecho un «tremendo daño» a su familia. Pero no pidió en ningún momento disculpas por lo ocurrido. «Nadie puede esperar ya que los medios distingan entre comportamiento privado consentido y abuso de poder. Cualquier candidato debe estar preparado para el hecho de que sea lo que sea lo que haya hecho puede ser público», reflexiona E.J. Graff, autora y periodista, que apunta que «mucha gente muy capaz no está dispuesta a someterse a ese escrutinio».

Esa realidad también marca una diferencia con Europa, aunque Silvio Berlusconi y Dominique Strauss-Kahn han tendido puentes. «En las campañas de EEUU importa mucho más el comportamiento moral del político, algo que en parte viene de las raíces coloniales», explica Miller. «Importa más la religión. No puedes aspirar a ser presidente si eres ateo. Y tendrás dificultades, por ejemplo, si eres mormón».

Como Mitt Romney, cuyo rival ahora es alguien que sigue en política pese a su dosis de escándalos: Newt Gingrich.