Un tifón obliga a Corea del Norte a pedir ayuda a la comunidad internacional

Los deslizamientos han provocado 133 muertos, 400 desaparecidos y decenas de miles de desplazados

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ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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La cobertura mediática de Corea del Norte se desliza a menudo hacia el delirio. Sólo esta corte de los milagros postmoderna puede preparar un ensayo nuclear cuando bracea para recuperarse de un tifón devastador implorar auxilio a la misma comunidad internacional a la que desafía. El cuadro sería humorístico si no fuera dramático.

La agencia oficial KCNA ha reconocido ya que “las tormentas más poderosas y los aguaceros más intensos” desde 1945 han causado 133 muertos, 400 desaparecidos y 140.000 supervivientes en urgente necesidad de asistencia. Vastas zonas permanecen cortadas y 600.000 personas carecen de agua corriente. Los deslizamientos de tierras han arrasado cosechas y hogares y provocado “graves sufrimientos y dificultades”, según la fuente. 

Las organizaciones internacionales sobre el terreno han confirmado que el reciente tifón Lionrock ha empujado hacia el desastre a un país ya acostumbrado a los tiempos duros. Chris Staines, jefe de la delegación de la Cruz Roja, ha asegurado a la agencia France Press que Corea del Norte sufre un “complejo y enorme desastre”. “Las inundaciones tuvieron tal fuerza que lo destruyeron todo a su paso (…) En algunos pueblos no ha quedado prácticamente ningún edificio indemne”, ha añadido.

El Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea ha ordenado al Ejército que se concentre en las tareas de rescate e incluso redirigido hacia las zonas más afectadas los recursos de la campaña oficial de 200 días con la que pretendía estimular su economía.

La cuenca del río Tumen, fronterizo con China, concentra las áreas más castigadas. La pobreza de los condados de Musan y Yonsa han agravado los efectos del tifón. La ínfima calidad de construcción de los edificios explican las escenas de destrucción masiva. Los deslizamientos en las zonas rurales son habituales por la deforestación ya que muchos norcoreanos necesitan la madera para calentarse. Sus hogares deberán ser reconstruidos con urgencia antes de que regresen las heladoras temperaturas invernales.

Las cosechas arrasadas dificultarán el objetivo de la autosuficiencia alimentaria que pretende Pyongyang como “una bomba nuclear” contra los enemigos. El objetivo ya parecía quimérico antes del tifón. La población carece de la cantidad diaria de alimentos mínima, afirmó la ONU meses atrás. Corea del Norte, que destina a Defensa buena parte de su magro presupuesto, necesita de la ayuda internacional para mitigar las crisis alimentarias o cortes eléctricos.

RECAUDAR FONDOS

La desesperación ha forzado a los orgullosos gerifaltes norcoreanos a pedir a las organizaciones internacionales que ayuden a los afectados con sus propios medios y personal y ahora planean una campaña internacional para recabar donaciones. Las organizaciones con permiso para trabajar en el hermético país (la ONU, UNICEF y varias europeas) padecen cada vez más problemas para recaudar fondos por la acumulación de desastres en el globo y los cíclicos desmanes del Gobierno.

El tifón llegó después del quinto ensayo nuclear norcoreano y antes del sexto. El Consejo de Seguridad de la ONU ya prepara la nueva ración de sanciones económicas por la explosión del viernes de una supuesta cabeza nuclear con una potencia de diez kilotones (tantos como los de la bomba de Hiroshima). El Ministerio de Defensa surcoreano advirtió ayer que Pyongyang está preparando otro ensayo nuclear inminente después de que sus fuentes de inteligencia descubrieran un tercer túnel que serviría de escenario en las instalaciones nucleares de Punggye-ri. La tensión ha arrastrado a Seúl a la senda de las declaraciones inflamables. Ayer  prometió que tiene sobrada capacidad para “aniquilar” a Corea del Norte en caso de ataque nuclear.