ATENTADO EN CANADÁ

El terrorista de Ottawa estaba ya identificado por la policía

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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La capital canadiense ha tratado este jueves de volver a la normalidad tras una jornada de terror que dejó un profundo poso de vulnerabilidad en un país poco acostumbrado a sentirse amenazado. Uno de los suyos, un treintañero descarriado y sin aparente futuro, fue identificado como el autor del ataque que acabó con la vida de un reservista junto al Monumento a los Caídos y puso en jaque al Parlamento liándose a tiros en sus pasillos. Tras numerosas especulaciones que apuntaban a lo contrario, la policía concluyó que Michael Zehaf-Bibeau actuó solo. Otro «lobo solitario», el segundo musulmán converso y radicalizado que atenta en el país en una semana.

Lo sucedido allí estos días pone de manifiesto lo difícil que va a ser sofocar el poder de seducción del califato, especialmente en aquellos países que forman parte de la coalición internacional enfrentada a las milicias del Estado Islámico en Irak y Siria. El movimiento yihadista atraviesa por su tercera oleada de expansión, tras aquellas otras propulsadas por la invasión soviética de Afganistán (1979) y la guerra de Irak (2003). Y aunque los estados de la coalición han tomado medidas para frenar los viajes de sus conciudadanos al epicentro de la nueva yihad y evitar que atenten a su regreso, más complicado va a ser frenar a los freelance dispuestos a actuar en casa.

"Alto riesgo"

En el caso de Bibeau, la policía le había retirado el pasaporte, lo mismo que hizo con Martin Rouleau, el veinteañero que mató el lunes a un soldado e hirió a otro al atropellarlos a las afueras de Montreal, cuando trataba de coger un avión hacia Turquía. Los dos estaban considerados «viajeros de alto riesgo» por haberse radicalizado, según informaron los medios canadienses, y formaban parte de una lista de 90 individuos que estaban siendo vigilados. «La pista digital sugiere que ambos accedían a los mismos chats y webs de Internet», dijo al Daily Beast Stockwell Day, que estuvo al frente de las agencias de seguridad canadienses.

Bibeau estudió en colegios privados. Era hijo de la vicepresidenta del Consejo de Inmigración y Refugiados del Canadá, y tuvo como padrastro a un empresario libio. La pareja se divorció en 1999. «¿Cómo ha podido suceder algo así? Lo sentimos», dijo ayer su madre entre lágrimas a la agencia Associated Press.

Un año después del divorcio, el hombre que mató a quemarropa al cabo de la reserva Nathan Cirillo y que entró con un rifle en el Parlamento vestido de negro y con la cara cubierta por un pañuelo, empieza a aparecer en las fichas policiales. Robo, posesión de drogas, violación de la condicional. Entra y sale de la cárcel por pequeños delitos. La última sentencia en el 2011. Uno de sus amigos, al que conoció en una mezquita, ha sugerido que no estaba bien mentalmente. «El demonio me persigue», le dijo un día.

El Parlamento canadiense reabrió ayer sus puertas, tratando de recuperar cuanto antes una sensación de normalidad. «No nos dejaremos intimidar. Canadá nunca será intimidado», dijo la víspera el primer ministro, el conservador Stephen Harper tras definir el ataque como un «atentado terrorista».