CRISIS DIPLOMÁTICA

Inédita crisis de rehenes entre Malasia y Corea del Norte tras el asesinato de Kim Jong-nam

Malasia acusa a Pyongyang de esconder en su embajada a sospechosos

El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un (izquierda), y su hermano fallecido, Kim Jong-nam.

El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un (izquierda), y su hermano fallecido, Kim Jong-nam. / CD

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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El asesinato del hermanastro del líder norcoreano ha derivado en una crisis de rehenes bilateral sin precedentes. Es el corolario de que nada es imposible con la heterodoxa diplomacia norcoreana de por medio. Ni siquiera la tensión ha variado la vieja reciprocidad entre Pyongyang y Kuala Lumpur: si antes permitían la entrada de los nacionales ajenos sin visado, ahora les prohíben salir.

La agencia de noticias KCNA informaba a primera hora de que los malasios en territorio norcoreano tendrán temporalmente prohibida la salida hasta que “el incidente sea resuelto de forma adecuada”. La finalidad, añadía, era proteger la seguridad de sus ciudadanos y diplomáticos en el país del sudeste asiático. El cabreo supino era evidente en el primer ministro malasio, Najib Razak, quien calificó poco después ese alarde de diplomacia creativa como un “acto abominable” que convertía sus ciudadanos en “rehenes”. Najib ha ordenado a la policía que también impida la salida de los norcoreanos de su país. “Proteger a nuestros ciudadanos es mi principal prioridad y no dudaremos en tomar cualquier medida cuando estén amenazados”, ha aclarado.

La retención de nacionales está prohibida por la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas firmada por ambos, y por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, que Pyongyang no ha secundado.

SOLO 11 MALASIOS

Si atendemos a los números, pierde Pyongyang por goleada. En Corea del Norte apenas viven once malasios, entre personal diplomático y familiares. Los norcoreanos en Malasia rondan el millar, no sólo diplomáticos sino trabajadores que Pyongyang manda al exterior para que envíen las necesitadas divisas a un régimen estrangulado por las sanciones internacionales. Malasia era hasta el asesinato de Kim Jong-nam uno de los pocos países con los que Corea del Norte mantenía relaciones de una razonable normalidad. Ambos compartían una política de entrada sin visados que espoleó la llegada de norcoreanos a Malasia. Kuala Lumpur canceló esa política la semana pasada.

La crisis de rehenes certifica el fin de esa sintonía. Kuala Lumpur no ha acusado formalmente a Pyongyang de ordenar el asesinato pero ha señalado a nueve de sus nacionales como sospechosos. La policía acusó a Corea del Norte de esconder en su embajada a los nacionales que está buscando. Se trata de un alto cargo diplomático y de un funcionario de sus aerolíneas nacionales. “Esperaremos ahí, aunque sean necesarios cinco años. Alguien acabará saliendo”, ha amenazado Khalid Abu Bakar, jefe policial malasio. Numerosos agentes armados han acordonado la embajada norcoreana y supervisan la entrada y salida del personal.

INTENTO DE IMPEDIR LA AUTOPSIA

Era previsible la escalada de tensiones entre un gobierno que intenta resolver su asesinato más mediático en décadas y otro que pretende esconderlo bajo la alfombra. Corea del Norte intentó impedir la autopsia que reveló los restos de un potente agente nervioso en el rostro de Kim Jong-nam y exigió la entrega inmediata del cadáver. El embajador norcoreano, Kang Chol, acusó a Malasia de “objetivos siniestros”,  de seguir las instrucciones de Seúl y de violar las leyes internacionales por quedarse con el cuerpo del poseedor de un pasaporte diplomático. A Kuala Lumpur se le acabó la paciencia esta semana: le declaró persona non grata y le dio 48 horas para salir del país. Pyongyang ha respondido con la expulsión del embajador malasio.

Kim Jong-nam fue asesinado el pasado mes en la atestada terminal del aeropuerto internacional de Kuala Lumpur. Una joven indonesia y otra vietnamita están acusadas de envenenarle con el agente VX. Pyongyang ni siquiera ha reconocido que el fallecido sea el hermanastro de su líder, Kim Jong-un, y defiende que murió de un infarto.

Son días convulsos en Asia. A Corea del Sur han llegado ya las primeras piezas del escudo antimisiles estadounidense que solivianta por igual a Pyongyang, Pekín y Moscú. Su finalidad declarada es el control de los misiles norcoreanos pero China y Rusia sospechan que también fiscalizará su territorio. Las presiones chinas en las últimas semanas no han sido escasas ni tibias. Ha prohibido las célebres producciones surcoreanas, ha cancelado las actuaciones de sus artistas y espoleado el boicot a sus empresas.