POLÉMICA EN EEUU

La sombra del 'impeachment' acecha a Trump por el 'Rusiagate'

Las revelaciones sobre el despido del jefe del FBI han reavivado el debate sobre un juicio político al presidente

El presidente estadounidense, Donald Trump, el pasado domingo en Washington.

El presidente estadounidense, Donald Trump, el pasado domingo en Washington. / periodico

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Un día después de despedir al director del FBI, el hombre que lideraba la investigación sobre la trama rusa, Donald Trump recibió en la Casa Blanca al ministro de Exteriores rusoLa reunión dio para mucho. El estadounidense no solo le reveló información clasificada que había recibido de Israel sobre unos presuntos planes del Estado Islámico, sino que se explayó sobre el despido de James Comey como si compartiera confidencias con un amigo. “Acabo de despedir al jefe del FBI. Estaba loco, era un auténtico lunático”, le dijo a Serguéi Lavrov según una transcripción del encuentro obtenida por 'The New York Times'. “Me enfrentaba a una gran presión por Rusia. Eso se ha acabado”, apostilló el presidente.

Los detalles de la conversación sugieren una vez más que Trump no se deshizo de Comey por recomendación del departamento de Justicia, como dijo inicialmente la Casa Blanca. Más bien lo hizo porque el jefe del FBI, que se negó a ofrecerle su lealtad y pidió más fondos para indagar en la trama días antes de su caída, se había convertido en un incordio. Así lo reconoció el propio Trump en una entrevista a la NBC, en la que dijo que tenía la investigación en mente cuando decidió apartar a Comey de la agencia. Todas estas consideraciones han avivado la tormenta política. Muchos demócratas y algunos republicanos creen que el presidente podría haber incurrido en un delito de obstrucción a la justicia.

VOCES EN WASHINGTON

“Pedirle al jefe del FBI que abandone una investigación es obstrucción a la justicia, y obstrucción a la justicia es un delito motivo de ‘impeachment’”, escribió el martes el congresista demócrata Ted Deutch. La palabra fatídica ha empezado a resonar con fuerza en Washington. No solo en círculos políticos y mediáticos. También entre los expertos legales. Muchas voces que sostienen que habría motivos suficientes para iniciar el proceso político-legal para apartar al presidente del cargo.

“Trump ha hecho muchas cosas que demuestran que está obstruyendo a la justicia”, dice el profesor de historia política de la Universidad Americana Allan Litchman, que acaba de publicar ‘The case for impeachment’, un libro que argumenta los motivos por los que el Congreso podría sentar a Trump en el banquillo. Litchman esgrime todo lo relacionado con la destitución de Comey, pero también la posible colusión de la campaña del presidente con la operación del Kremlin para interferir en las pasadas elecciones o los conflictos de interés que rodean a Trump, que se ha negado a desinvertir plenamente de sus negocios y sigue lucrándose del dinero que dejan en su caja representantes de gobiernos extranjeros, un escenario prohibido por la Constitución.  “No hace falta que el presidente haya cometido un delito contemplado por el código penal para someterlo a un 'impeachment'. Basta que a juicio de la Cámara de Representantes haya incurrido en un abuso de poder que amenace a nuestra sociedad", dice en una entrevista con este diario.

En la historia norteamericana, solo dos presidentes se han enfrentado a un 'impeachment'. El primero fue, en 1868, Andrew Johnson, el hombre que sucedió a Lincoln tras su asesinato. Johnson no cometió ningún delito. Bastó que remplazara a un ministro sin la aprobación del parlamento, como dictaban las reglas de entonces. El segundo fue Bill Clinton en 1998, 130 años después, procesado por perjurio y obstrucción a la justicia durante el escándalo de Mónica Lewinsky. Ambos presidentes sobrevivieron. Johnson por un voto; Clinton, holgadamente. En el caso de Richard Nixon, su juicio por ‘impeachment’ nunca llegó a completarse porque dimitió unos meses después de que la Cámara de Representantes lanzara el proceso por el escándalo del Watergate.

EL PROCESO

Sentar en el banquillo a Trump, quien como hizo Nixon en su día se ha declarado víctima de una "caza de brujas" liderada por la "prensa deshonesta", no será fácil, por más que le sobren los enemigos. Para abrir el procedimiento, la Cámara de Representantes tendría que lanzar primero una investigación de ‘impeachment’, algo que todavía no se ha producido, y aprobar después por mayoría simple la imputación del presidente.

El juicio se trasladaría entonces al Senado. Bajo la supervisión del presidente del Tribunal Supremo, miembros de la cámara baja ejercen de fiscales, y los senadores fungen de jurado. La clave para los primeros consiste en demostrar que hubo intencionalidad por parte del presidente para obstruir a la justicia, mentir o abusar de su poder, en función de los cargos que se le imputen. El presidente está representado por abogados y, al final, se vota. Para que prospere la destitución, tienen que apoyarla dos tercios de los senadores.

A estas alturas, todas esas condiciones se antojan una quimera teniendo en cuenta que los republicanos controlan las dos Cámaras y, en el caso de la baja, con una amplia mayoría. Pero también es verdad que cada día surge en la prensa nueva artillería para los partidarios del ‘impeachment’, y todo podría cambiar si suficientes conservadores se convencen de que Trump se ha convertido en un obstáculo cara a su reelección en el 2018.

Ese escenario no parece darse por el momento, dado el apoyo mayoritario que el presidente mantiene entre los votantes republicanos, pero las grietas en el partido son cada día más manifiestas. Y un cúmulo de investigaciones acechan desde varios flancos. En palabras del republicano John McCain, un viejo detractor de Trump, el ‘escándalo’ “está llegando al punto del tamaño y la escala del Watergate”.