Siria: Infancias masacradas

"Los niños no saben por qué les matan, o por qué destruyen sus casas o sus colegios", asegura un médico

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JAVIER TRIANA / ESTAMBUL

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Alepo no es seguro para los adultos, así que cómo va a serlo para los niños”. Quien habla sabe lo que dice: es Hamzeh Khatib, director de un hospital especializado en pediatría en Alepo, cuyo centro médico fue recientemente bombardeado y reducido a escombros. Entre los médicos muertos había un pediatra. “Creo que quedan otros tres en todo Alepo, para una población de unas 350.000 personas. No dan abasto”, cuenta a este diario en conversación telefónica.

Según la oenegé centrada en la protección de menores Save the Children, 250.000 niños viven bajo asedio en Siria en la actualidad, una situación que, en algunos casos, al impedir los combatientes la entrada de alimentos o combustible, condena a los menores a comer hojas y pasar frío.

“Vemos muchos efectos en los niños”, afirma Khatib. “No saben por qué les matan, ni por qué destruyen sus casas o sus colegios. No es un lugar seguro en absoluto. Pero cuando no tienes más opción que quedarte aquí y cuando el régimen te trata como si fueras el mayor enemigo para ellos, no puedes hacer nada”, lamenta. “Alepo está en llamas”, resume Waad, la mujer del médico.

226 CIVILES MUERTOS EN UNA SEMANA

La destrucción de la guerra, que dura ya más de cinco años, supera al joven matrimonio: “Los combatientes también tienen familias e hijos. Y eran civiles antes de recurrir a las armas”, comentan, como buscando humanidad entre los beligerantes.

Las cifras del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos quizá sirvan para poner la situación actual en contexto: en los últimos ocho días, los bombardeos de aviones y helicópteros que han azotado Alepo de forma consecutiva han dejado al menos 226 civiles muertos, entre los cuales más de medio centenar eran mujeres y niños. Si existe una tregua, no es desde luego en Alepo. La ONU ha llegado a denunciar el "monstruoso desprecio" por las vidas humanas en Alepo.

“Ahora el régimen bombardea también con minas”, relata con la calma de alguien a quien ya no le sorprende nada el activista Mahmoud Rashwani, residente de esa misma ciudad. “Con minas de las hundir barcos, de las que se usan en el mar”, agrega.

Rashwani fue padre por vez primera hace dos meses y medio. El parto se produjo fuera de Siria, donde de momento permanecen su mujer y su hija. Y aunque la idea en un inicio era que, pasadas unas semanas, ambas regresaran a su ciudad, a la que los padres no quieren renunciar, ahora la responsabilidad les puede. “La situación ha cambiado mucho de hace dos meses a esta parte. Ya no es seguro estar aquí. Esperaremos un par de meses más y entonces decidiremos si vienen o no”, asegura a EL PERIÓDICO por teléfono. De momento, ha cruzado varias veces ya de Siria a Turquía, siempre de manera ilegal a través de contrabandistas, para ver a la recién nacida.

La situación no ha hecho sino empeorar desde mediados de febrero, cuando Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef, el fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, afirmó que “un tercio de los hospitales y un cuarto de las escuelas de Siria ya no están en funcionamiento”, a lo que añadió: “Además de atender a las consideraciones diplomáticas y obligaciones bajo el Derecho Internacional Humanitario, no podemos olvidar que estas víctimas son niños”.

NIÑOS ESPERANDO MORIR

“El miedo ha tomado el control. Los niños esperan a que llegue su turno para morir. Incluso los adultos esperan a su turno para morir”, lamenta Rihab, una madre de la región siria de Ghouta oriental, en un testimonio recogido por el informe the Save the Children 'Infancia bajo asedio'.

En el mismo informe se detallan las condiciones a las que el asedio condena a miles de niños: partos sin ningún tipo de asistencia sanitaria, muertes por falta de medicamentos básicos o, simplemente, por falta de alimentos. “El análisis de 560 cuerpos en zonas asediadas por parte de la Sociedad Médica Siria-Estadounidense reveló que el 46,61% de las víctimas eran niños menores de 14 años. Muchas de esas muertes se produjeron por causas que se podían prevenir, como la ingesta de veneno mientras rebuscaban en la basura en busca de comida, o falta de asistencia médica de emergencia”, revela el informe.

El horror al que se enfrentan los menores lo engloba de manera estremecedora el testimonio de Hassan, un padre de la ciudad de Deir Ezzor: “Durante los bombardeos, mis hijos estaban aterrorizados. Vi que a cuatro niños les alcanzaban las bombas. Fue muy trágico, y ni siquiera pude mirar lo que estaba sucediendo. Algunos niños perdieron sus miembros”.