Análisis

Silencio y hartazgo

JOAN CAÑETE BAYLE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Salió ayer John Kerry y resumió en una (retorcida) frase el triste papel de la comunidad internacional respecto de Gaza: «Estamos profundamente preocupados por las consecuencias del legítimo y apropiado esfuerzo de Israel por defenderse a sí mismo». Esas consecuencias son, para entendernos, las muertes bajo las bombas del Ejército israelí de más de 600 palestinos, la mayoría civiles, decenas de ellos, niños. Escudados bajo el mantra del derecho a la defensa, lo máximo que se ha oído es a Barack Obama decir que está «profundamente preocupado» por las bajas civiles. Y un supuesto off the record de Kerry que, cinismo al margen, suena a lavado de cara. Nada nuevo. Desde el 2006, cuando Hamás ganó las elecciones, EEUU y Europa han dejado atrás cualquier presunción de ser mediadores de buena fe y la comunidad internacional vaga sin rumbo, aferrada a un objetivo, los dos estados, que Israel ha convertido en inviable. Bajo la Administración Obama, Washington no ha ejercido ninguna presión real sobre Tel-Aviv, y Europa hace tiempo que solo es superada en irrelevancia en la zona por Mahmud Abbás. Lo de Tony Blair como enviado a la zona sería de chiste si no hubiera tantos muertos y, prohibida la primavera en Egipto, el invierno decretado por Abdel Fattah al Sisi aísla aún más a la Gaza de Hamás. La diplomacia, pues, solo nos ha dejado una tregua que en realidad era una carta blanca para Netanyahu. Y lo máximo que ofrece es volver a la situación anterior que es solo poner en marcha el reloj para la próxima vez, porque la maquinaria de la ocupación israelí (la causa real de lo que sucede en Gaza) sigue imparable, voraz, insaciable.

El problema para Israel es que en el silencio las explosiones se oyen mejor. Cuando descarriló el proceso de paz en el que solo él parecía creer Kerry alertó a Tel-Aviv de que sin un acuerdo con los palestinos Israel corría el riesgo de sufrir un mayor aislamiento internacional. No se refería a los gobiernos, sino a las sociedades, a los ciudadanos, a la palabra maldita en Israel: boicot. En junio, cuando la búsqueda de los tres colonos asesinados en Hebrón, el periodista israelí Gideon Levy titulaba una crónica en el diario Haaretz «El mundo está harto de Israel y sus locuras». Un mes después, este hartazgo es mayor por la sinrazón de Gaza. Por mucha equidistancia que desprenda el discurso político y mediático oficial, por mucho derecho a la defensa que se invoque, y por mucho que se hable de los cohetes de Hamás, el desequilibrio es tan evidente, el castigo colectivo tan palmario que la imagen de Israel está por los suelos. En este tema, como en otros ámbitos políticos, económicos y sociales, el establishment político y mediático va por un lado y gran parte de la ciudadanía va por el otro.

La tolerancia de Occidente con Israel es tan responsable de lo de Gaza como el propio Israel. Solo una presión internacional fuerte pondrá fin a tanta muerte. El aviso de Kerry a Israel era el de un amigo: el hartazgo lleva a la movilización, con Sudáfrica en el recuerdo. Que le pregunten, si no, a Scarlett Johansson...