Sentencia insólita en La Haya

La absolución del ultranacionalista serbio Vojislav Seselj no contribuye a impartir justicia, no favorece la paz ni previene futuras matanzas

RAMÓN LOBO

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Marzo no ha sido ejemplar en el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia (TPIY). Empezó muy bien el día 24 con la condena a 40 años de cárcel de Radovan Karadzic, exjefe político de los serbios de Bosnia-Herzegovina. Consideró probados el genocidio, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad. Será difícil una sentencia diferente para su jefe militar, Ratko Mladic, aún en proceso. Son los responsables máximos junto al difunto presidente de Serbia, Slobodan Milosevic.

Para los serbobosnios, y para muchos serbios, son héroes, patriotas que lucharon por una causa justa: Serbia. La permanencia de esa visión, más de piel que cerebral, prueba que no se han superado las causas y los efectos de la guerra (el miércoles se cumplen 24 años de inicio). Estas condiciones, unidas al desastre económico que padece Bosnia, permiten decir que una nueva guerra sería posible cuando se den las condiciones adecuadas. No hay que confundir cansancio de guerra con paz.

La justicia completa es imposible donde los crímenes son masivos. Hay un límite, casi físico, en la persecución, captura, juicio y sentencia de todos los criminales. No es posible castigar cada delito, llegar a cada rincón mancillado. Cualquier guerra es una distorsión de la realidad en la que la moral se esfuma. El Kaláshnikov decide qué es el bien y qué el mal. La impunidad despierta la bestia, el depredador.

Muchos serbios sostienen que el TPIY es injusto, que se trata de un instrumento de la campaña internacional contra Serbia. Los Balcanes son un territorio fértil para la conspiranoia, como lo es España, y todos los países que han padecido una dictadura. Esgrimen como prueba el desequilibrio en la nacionalidad de los acusados.

Bosnia no fue una guerra entre fuerzas militares iguales, hubo un Ejército agresor y unos civiles agredidos. En las guerras no hay bandos, solo víctimas e hijos de puta; también fue así en Bosnia. Milosevic empezó cuatro guerras –Eslovenia, Croacia, Bosnia y Kosovo– y las perdió todas. Es el arquitecto junto al croata Franjo Tudjman del hundimiento yugoslavo. Una parte esencial de la justicia es fijar un relato demostrado, es decir, separar mitos de verdades. Así empieza la paz, con la verdad.

El buen comienzo del TPIY con Karadzic, quedó emborronado con la detención de la periodista francesa Florence Hartmann y la puesta en libertad de Vojislav Seselj, un jefe paramilitar, fundador del Partido Radical y alentador de la limpieza étnica. Su absolución ha sido tan inesperada que el primer sorprendido ha sido él mismo que se esperaba una condena de 25 años. Su delito olvidado: crímenes de guerra.

LLAMADA AL ASESINATO

Lo peor de la sentencia, que suena a compensación por la condena a Karadzic, es la argumentación. Para el tribunal no existe una llamada al asesinato cuando Selelj dijo en 1991 que ningún ustacha [fascistas croatas] debía salir vivo de Vukovar . Se trata, dice, de “una manera de alentar a las tropas en tiempo de conflicto”. Para aquel Seselj todos los croatas eran ustachas potenciales. Con esta doctrina, el tribunal hubiera dejado sin castigo a los responsables de la radio Mil Colinas de Ruanda, uno de los motores del genocidio por sus llamamientos a dar muerte a los tutsis.

Estas sentencias no contribuyen a impartir justicia, no favorecen la paz ni previenen futuras matanzas. “Se ha premiado la ideología de la persecución y los crímenes de guerra”, dijo Munira Sibasic, presidenta de la asociación Madres de Srebrenica.

Seselj vive en Serbia desde 2014. Fue una absolución 'in absentia'. El TPIY ya le había permitido desplazarse a Belgrado para seguir un tratamiento del cáncer de colon que padece con la condición de no hacer política. Incumplió, hubo orden de captura, pero el Gobierno de Belgrado no la ejecutó. Es un tipo peligroso. Desde su celda en La Haya mandó matar a un periodista serbio crítico que hoy está exiliado.

El segundo error fue la detención de la periodista Hartmann, jefa de prensa del TPIY con la fiscal Carla del Ponte, entre 2000 y 2006. Fue condenada por revelar secretos del sumario de Srebrenica en su libro 'Paz y castigo'. En él denunció la ocultación de pruebas al Tribunal Internacional de Justicia, que dirime asuntos entre Estados, para evitar que Serbia fuese condenada al pago de compensaciones millonarias a Bosnia. Estos favores no cuentan en el imaginario nacionalista serbio ni han ayudado a reparar el dolor de las víctimas.

Quien gana la guerra escribe la historia, decide los hechos a recordar. En el caso de Bosnia-Herzegovina nadie ganó la guerra, la perdieron todos, y la perdimos nosotros. Por ese sumidero se empezó a marchar la Europa que hoy rechaza a los refugiados.