50 años de ocupación

Seis días que explican la tensión en Oriente Próximo

La guerra, que duró solo del 5 al 10 de junio de 1967 y acabó con victoria israelí, ha tenido para toda la región consecuencias que todavía hoy perduran.

1- Soldados israelís cuelgan una bandera en un cuartel de la policía jordana.2- Un judío ortodoxo ofrece manteles de oración en el Muro de las Lamentaciones.3- Un soldado israelí controla a prisioneros egipcios  en Gaza.4- Mo

1- Soldados israelís cuelgan una bandera en un cuartel de la policía jordana.2- Un judío ortodoxo ofrece manteles de oración en el Muro de las Lamentaciones.3- Un soldado israelí controla a prisioneros egipcios en Gaza.4- Mo

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

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La guerra de los seis días, como se llama en Israel, o la guerra de 1967, como se conoce en el mundo árabe, tuvo para la región consecuencias que han perdurado hasta nuestros días, sobre todo, en lo material, con la ocupación de distintos territorios árabes por parte del estado de Israel, pero también en los espiritual, con un arranque en la involución religiosa, visible en Israel y en el mundo árabe, así como por una profundización en la involución nacionalista, más patente en el estado hebreo.

El panarabismo de los cincuenta y sesenta sufrió en los años siguientes un fuerte revés que se observó particularmente en la figura del raís egipcio Gamal Abdel Nasser, que hasta entonces había encarnado la bandera de la solidaridad árabe a los ojos de millones de ciudadanos de la región. Nasser moriría cuatro años después, aunque antes abordaría los preparativos iniciales para paliar el gran oprobio de 1967, un honor que le correspondió a su sucesor, Anwar al Sadat, en la guerra de octubre de 1973.

Este último conflicto armado, reparador a ojos de muchos ciudadanos árabes, allanó el camino para los acuerdos de Camp David que firmaron el propio Sadat y el primer ministro Menachem Begin unos años más tarde, inspirados por el presidente James Carter, quien luego contaría en sus memorias hasta qué punto tuvo que emplearse a fondo para doblegar la voluntad de Begin. Pero asustado por la reciente guerra de 1973, el primer ministro israelí prefirió un acuerdo de paz con Egipto a recibir otra sorpresa. Se decía entonces que sin Egipto no habría guerra y que sin Siria no habría paz, y eso fue lo que sucedió.

APOYO AL ISLAMISMO

Tras la victoria de 1967 empezó un renacimiento religioso en Israel del que luego hablaremos, y algo parecido ocurrió en Egipto y Siria, los países que habían llevado la voz cantante en el choque militar. No es que fuera ajeno a Egipto, pero a partir de la decepción que representó esa guerra, cada año fue más significativo el apoyo que el islamismo recibió no solo de las clases humildes, sino también entre los profesionales liberales que pasaban por las universidades egipcias sacudidas por un nuevo ímpetu religioso.

Y como en esas universidades había numerosos estudiantes de todo el mundo árabe, la ideología fundamentalista se expandió rápidamente por la región con distinta suerte. En Siria, por ejemplo, fue aplastada por el gobierno de Hafez al Assad a principios de los ochenta con un elevado número de muertos en la ciudad de Hama, cuando la revuelta amenazaba con derrocar al régimen. En la Franja de Gaza, los estudiantes que regresaban de El Cairo y Alejandría acabarían fundando dos décadas después las organizaciones Hamás y Yihad Islámica, que dieron un vuelco al conflicto con Israel. Sin duda es posible trazar los orígenes de algunos de estos movimientos en el fracaso árabe en la guerra de 1967.

SURGIMIENTO DE GUSH EMUNIM

En el lado israelí, una consecuencia de notable trascendencia fue el surgimiento de Gush Emunim (Bloque de Creyentes), que enseguida estableció su presencia en los territorios ocupados, primero en Hebrón, y pronto en Cisjordania, Gaza, el Golán y el Sinaí, es decir en todas las regiones ocupadas, contando en algunas ocasiones con la resistencia, solo nominal, del gobierno, más de cara a la comunidad internacional que otra cosa. Como han revelado muchos de sus impulsores en entrevistas y memoria, Gush Emunim tuvo la colusión de los sucesivos gobiernos laboristas y del Likud de una manera u otra, a menudo con tratos bajo cuerda que recuerdan las enmarañadas enseñanzas talmúdicas que muchos de ellos estudiaban con rabinos de fuste y renombre.

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La ideología de Gush Emunim hay que buscarla en una escuela rabínica de Jerusalén que durante décadas había preparado a los futuros rabinos con una mezcla explosiva de nacionalismo y religión. Los rabinos que posteriormente a la guerra dirigieron la expansión colonial en los asentamientos de los territorios ocupados se habían formado en su mayor parte en Merkaz Harav, la escuela fundada por el mítico Avraham Isaac Kook, y luego regentada por su hijo. El padre fue en su momento, antes de la creación del estado, gran rabino de Israel, y llevó a cabo un acercamiento hasta entonces inédito entre las ideas nacionalistas del sionismo y la tradición religiosa judía más conservadora. Un distinguido portavoz fundamentalista, Shabbatai Ben-Dov, dijo: «Israel no se estableció para dar al mundo otra democracia. Dos mil años después de su destrucción, revivió con un solo objetivo: redimir a la nación y después al mundo».

La influencia de Gush Emunim en la sociedad y en la política israelís ha sido enorme en el último medio siglo, y lo continúa siendo en nuestros días. Aquellos visionarios que fueron tildados de fanáticos, probablemente con razón, han creado escuela y han convertido Cisjordania en un territorio con más de 120 colonias donde no solo viven aquellos que son reconocidos como fanáticos por casi todos, sino también políticos de todo el arco político, desde el Likud hacia la derecha, incluidos ministros destacados o el presidente de la Kneset. Este es el principal problema al que se enfrentan los palestinos que hoy aspiran a crear un estado en el 22% de la Palestina histórica.