LA ÚLTIMA FRONTERA DE ESTADOS UNIDOS

Sarah Palin, la candidata republicana a la vicepresidencia de EEUU, es la estrella de Wasilla, el pueblo del que fue alcaldesa

Sus paisanos la ven como una de ellos

JOAN CAÑETE BAYLE
WASILLA / ENVIADO ESPECIAL

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Wal Mart es la medida que roza el horizonte en ese EEUU donde, como en Wasilla, el skyline son la montañas, los lagos, los campos de maíz o los valles. En el Wal Mart de Wasilla --el único de este popular, baratísimo y controvertido monstruo comercial en Alaska-- puede encontrarse lo habitual (ropa, comida, libros, material escolar... todo) y lo que requieren los locales: rifles, pistolas, munición, cañas de pescar, trajes militares, botas, chalecos de mil bolsillos...

Hace poco que ha empezado la temporada de caza del alce --delicioso el estofado, una especialidad del lugar-- y en las conversaciones del gigantesco Wal Mart se combinan los planes de caza para el fin de semana con lo último sobre Sarah Palin, la hija pródiga.

"Estuvo fenomenal"

Lo último es su entrevista en la ABC, la primera que ha concedido y en la que tuvo problemas para hablar de la doctrina Bush sobre ataques preventivos. "Estuvo fenomenal", opina Monica, una treintañera madre de dos hijas, esposa de un guía de pescadores que trabaja en Anchorage. A Wasilla, ciudad de unos 10.000 habitantes, no se le puede pedir una opinión imparcial sobre Palin. La número dos de John McCain fue su alcaldesa, y se nota en los carteles de apoyo a la actual gobernadora de Alaska y nueva estrella política: "Buena suerte, Sarah; Felicidades, Sarah".

Casi nadie en EEUU había oído hablar de Palin hasta que a finales de agosto McCain anunció su elección. Y mucho menos de Wasilla, una ciudad entre dos lagos, rodeada de montañas, que debe su nombre a un jefe indio que a su vez lo adaptó del ruso Vasili. Wasilla es una carretera, con tiendas y centros comerciales como el Wal Mart a ambos lados, y un bosque por donde se esparcen las casas, más de una docena de iglesias y la exuberancia salvaje de Alaska, el estado que tiene como lema ser"la última frontera". Una vez, Bob Stevens, hijo del senador Ted Stevens, ahora implicado en un caso de corrupción, llamó a sus habitantes "basura del valle". La respuesta de Palin fue posar con una camiseta en la que se leía: "Orgullosa de ser la basura del valle".

Por gestos como este, en Wasilla se adora a Palin, y en el oscuro bar Mug Shot las Harley Davidson y las furgonetas sucias de barro aparcan junto al gran corazón rojo pintado en una pared que muestra todo el amor por la candidata a vicepresidenta. De su época como alcaldesa, se recuerda a Palin como un "agente de cambio". En Wasilla, cambio significa que la dirigente impulsó la instalación de comercios a ambos lados de la carretera que garantizaron puestos de trabajo y la construcción en las afueras de un gran complejo deportivo donde las mamás del hockey, como se refiere a sí misma Palin, llevan a sus hijos a jugar. Y también significa que cambió el nombre de la calle donde está su antigua iglesia, la Asamblea de Dios, para honrar a su pastor, Paul Riley (el mismo al que muchos judíos consideran antisemita por sus ideas geopolíticas).

Equipos de hockey

Religión, armas, vida al aire libre y hockey son los cuatro pilares sociales de Wasilla. "De todo el valle vienen unos 1.200 niños a jugar, desde los 4 años. En total tenemos una treintena de equipos y nos lo tomamos muy, muy en serio", explica Bruce Urban, mánager del complejo deportivo. En el pabellón, un cartel con fotos de militares rinde homenaje a "los héroes de la comunidad". Un servicio de guardería inicia a los niños en los rudimentos del hockey sobre hielo entre citas pintadas en las paredes El precio de la grandeza es la responsabilidad, de Winston Churchill, entre otros.

"Tiene un buen currículo. Es una política, pero me gusta". Denny Loi --mediana edad, pistola al cinto-- dice recelar por definición de los políticos, pero en la puerta de su armería tiene pegatinas pro-Palin: Nobama, Nobiden y McCain-Palin. "Es una buena pareja: él es un héroe de guerra, ella una reformista", dice Loi, que está satisfecho de lo bien que funciona su oferta de descuento de un 30% en el precio de los rifles.

Loi tiene su teoría de por qué Palin ha sido tan bien recibida por el resto del país. "Wasilla es como cualquier otra ciudad pequeña de EEUU, y Sarah es como cualquiera de nosotros. Tiene valores y cree que el estado solo debe dedicarse a los impuestos y a la guerra", razona hasta llevar la explicación a su terreno. "Y está lo de las armas, claro" (Palin es miembro vitalicia de la Asociación Nacional del Rifle). cualquier otra ciudad pequeña de EEUU, y Sarah es como cualquiera de nosotros. Tiene valores y cree que el estado solo debe dedicarse a los impuestos y a la guerra","Y está lo de las armas, claro""Es una cuestión de libertad. Este país lo forma gente que huyó, y aún huye, de la opresión. Nuestros fundadores entendieron que la propiedad privada de las armas, de la tierra y de tus cosas es la base de la libertad, y que las armas son lo único que nos protege de los abusos".

"Bueno, y en Alaska si vas de pícnic a lo mejor te sale un oso", bromea (aunque no tanto) Jennifer. En el bar Tailgaters, Jennifer, fan acérrima de Palin, se pasea con una camiseta con el lema "¡Vamos Sarah!". Ha perdido la cuenta --"seis o siete, creo"-- de las entrevistas que ha concedido desde que los periodistas, cual plaga bíblica, cayeron sobre Wasilla al irrumpir Palin en la escena política. En Alaska, la naturaleza forma parte inseparable de la vida cotidiana, pero Jennifer, como Palin, no cree que el cambio climático "sea obra solo del ser humano. Estas cosas siempre han pasado".

Carnes y salsas

El Tailgaters es un bar de deportes como tantos otros en el resto de EEUU, con una decena de televisores, un menú generoso en carnes y salsas y videojuegos en los que, al margen de los clásicos solitarios, tetris y demás, hay un juego de habilidad que consiste en manejar un 4x4 de exageradas ruedas por picos nevados. "Los fans no dejan solos a los fans", se promociona el bar. Ni las madres dejan solos a sus hijos, ni los maridos a las mujeres, ni los políticos a su comunidad. "Una comunidad de Alaska" es el lema del cartel de bienvenida a Wasilla, recortado en su hermoso skyline montañoso. Ese concepto de comunidad que representa Palin es con el que se sienten identificados tantas y tantas otras pequeñas ciudades de EEUU.

No se ven trajes y corbatas (ni trajes de chaqueta entre las mujeres) en Wasilla. Los tejanos, las botas, las zapatillas deportivas, las camisetas, las camisas y las sudaderas son la norma, a la espera de que el invierno (aquí el otoño ya tiñe de un intenso ocre el paisaje) traiga con él la nieve y los anoraks. No es inusual cruzarse con furgonetas con pegatinas que desvelan que su dueño es veterano de guerra.

Wasilla, como el resto de Alaska, es una ciudad de frontera, pero recuerda a ciudades similares de Texas, Pensilvania, o Indiana. Ciudades de pocos miles de habitantes, cuyos hijos ahora están en la guerra igual que antes estuvieron sus padres y sus abuelos. Ciudades con su Wal Mart y su bar donde ver los partidos en compañía. Ciudades que sumadas son más numerosas que Nueva York o San Francisco. Ciudades que ven en Palin a su propia Sarah, la hija del vecino que quiso ser miss y mírala ahora, aspirando a la Casa Blanca.