Mueller estrecha el cerco

La confesión de Flynn en el 'Rusiagate' pone contra las cuerdas a Trump

Foto de archivo de Vladímir Putin con Michael Flynn.

Foto de archivo de Vladímir Putin con Michael Flynn. / periodico

Idoya Noain

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La investigación del 'Rusiagate' ha cruzado las puertas de la Casa Blanca y amenaza ya directamente, con más fuerza que nunca, a Donald Trump. Este viernes Michael Flynn, el militar retirado que fue primer asesor de Seguridad Nacional del presidente de Estados Unidos, se ha declarado culpable en un tribunal de una imputación por mentir al FBI sobre dos conversaciones que mantuvo durante la transición con el entonces embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak. Esa admisión es parte de un acuerdo por el que Flynn ya colabora "plenamente" con el fiscal especial Robert Mueller, que dirige las pesquisas para determinar si Trump y sus equipos de campaña y transición colaboraron con Rusia mientras el Kremlin interfería en las elecciones estadounidenses y si el presidente obstruyó la justicia. Y las primeras declaraciones de Flynn señalan a lo más alto.

Según documentos y declaraciones expuestos en Washington en la vista ante el juez federal de distrito Rudolph 'Rudy' Contreras, Flynn ha admitido que realizó voluntaria y conscientemente” “declaraciones y manifestaciones materialmente falsas, ficticias y fraudulentas” al FBI el 24 de enero (cuatro días después de que Trump tomara posesión y dos después de jurar él como asesor de seguridad nacional) sobre dos conversaciones que mantuvo el 22 y el 29 de diciembre del 2016 con Kislyak. Lo que es más aciago para la Casa Blanca es que su admisión de culpabilidad revela que esas conversaciones las tuvo siguiendo instrucciones y en comunicación con destacados miembros del equipo de transición.

Los cargos

En concreto, Flynn negó al FBI haber hablado con Kislyak el día 29 de las sanciones que ese día había impuesto Barack Obama por la injerencia del Kremlin en las elecciones, que la inteligencia estadounidense considera probada. Ese día se anunció la expulsión de 35 diplomáticos rusos y Flynn pidió al embajador que no tomaran represalias inmediatas y confiaran en una normalización de las relaciones tras la toma de posesión. Al día siguiente Vladímir Putin anunció que no tomaba acciones en respuesta,  paso que Trump aplaudió en Twitter. 

La conversación del día 22 tuvo que ver con una resolución de condena a Israel por la construcción de asentamientos que se iba a votar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Flynn mintió sobre haber solicitado a Kislyak que Rusia vetara la resolución o intentara retrasar la votación, en la que la Administración de Obama se abstuvo, permitiendo que saliera adelante la condena.

Flynn asegura que no actuó por su cuenta. En el caso de la conversación sobre la ONU fue dirigido por "un miembro muy destacado del equipo de transición presidencial", que según la NBC era Jared Kushner, yerno del presidente Trump. En el de las sanciones, Flynn admite que llamó a a un "alto cargo de la transición" a Mar-a-Lago "para hablar de qué comunicar al embajador ruso ". El día 31, después de que Kislyak le llamara para decirle que Putin no había tomado represalias por su petición, Flynn también informó de ello a destacados miembros del equipo de transición. 

Presión creciente para Trump

La escalada de la presión para Trump es evidente. Flynn es su aliado de más alto perfil (y el primero que tuvo un cargo en su Gobierno) imputado por Mueller, que hasta ahora había presentado cargos contra otros tres hombres relacionados con el presidente. Y por eso se hace mucho más difícil para el equipo del presidente minimizar la relevancia de su papel como intentaron hacer con esos tres imputados: Paul Manafort, que fue solo unos meses su jefe de campaña; su número dos, Rick Gates, y George Papadopoulos, denostado tras su imputación como un "asesor voluntario" y de nulo peso. 

Eso no ha evitado que la Casa Blanca lo haya intentado. En un comunicado Ty Cobb, el abogado oficial de Trump, ha recordado que Flynn solo pasó 25 días en el cargo, así como que también desempeñó funciones en la Administración de Obama (obviando que el expresidente recomendó a Trump que no lo contratara en su primer encuentro durante la transición). Cobb ha asegurado que "nada en la declaración de culpabilidad ni en el cargo imputa a nadie que no sea el señor Flynn". 

Los despidos de Yates y Comey

El 26 de enero, cuatro días después de que Flynn llegara a su cargo, Sally Yates, entonces fiscal general en funciones, advirtió a la Casa Blanca de que mentía (sus conversaciones con Kislyak y el equipo de transición habían sido interceptadas por el espionaje estadounidense) y alertó de que eso le hacía susceptible de sobornos de Rusia. No pasó nada (Yates fue cesada el 31 de enero por negarse a aplicar el primer veto a musulmanes de Trump).

El 13 de febrero' The Washington Post' informó sobre la alerta de Yates y Flynn presentó su dimisión. La Casa Blanca la justificó diciendo que había mentido al vicepresidente, Mike Pence, no al FBI. Pero un día después Trump instó a James Comey, entonces director del FBI, a que "dejara pasar" las pesquisas sobre Flynn. Trump poco después cesó fulminantemente a Comey, abriendo las puertas a que se nombrara a Mueller fiscal especial.