La tensión política se dispara en Brasil tras la tregua de los juegos
Edu Sotos
Periodista
EDU SOTOS / RÍO DE JANEIRO
Hace poco menos de cinco décadas, en 1970, una joven guerrillera de la Vanguardia Armada Revolucionaria (VAR-Palmares) se sentó en el banco de los acusados ante un tribunal de la Dictadura Militar de Brasil. Por ironías del destino, aquella joven de 23 años, que únicamente pretendía la instalación de la democracia en el mayor país de América Latina, volverá a sentarse este lunes en el banco de los acusados, esta vez bajo el título de presidenta Dilma Vana Rousseff, para probar su inocencia ante los 81 miembros de Senado y el presidente del Tribunal Supremo, Ricardo Lewandowski.
Desde que el pasado 12 de mayo fuese apartada de su cargo, acusada de incurrir en un delito de fraude fiscal y maquillaje contable, Rousseff no ha abandonado las calles, los teatros y la sedes sindicales de todo el país para denunciar que se trata de la víctima de un golpe de estado encubierto y liderado por la oligarquía financiera del país. Ni una lágrima, ni una petición de clemencia, ni un arrepentimiento, la presidenta ‘guerrillera’, que ya suma 68 años, jamás demostró un ápice de debilidad. Incluso el día que descendió la rampa del Palacio de Planalto, un gesto simbólico de los presidentes que concluyen su mandato, Rousseff mantuvo la sonrisa mientras su mentor político, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, se mostraba completamente abatido.
"TENGO EL ALMA LIMPIA"
“Tengo el alma limpia”, sentenció aquel día la presidenta suspendida ante las 500 mujeres que acudieron a recibirla lanzándole rosas blancas y palabras de apoyo incondicional. Ante ellas, Rousseff prometió que algún día volvería al Palacio de Planalto para acabar con su legítimo mandato respaldado por 54,4 millones de votos. La última gran batalla de la líder del Partido de los Trabajadores (PT) ha comenzado. Arropada por un séquito de 35 políticos, entre los que no faltará Lula da Silva, Rousseff dispondrá de 30 minutos previos al interrogatorio para realizar sus últimas alegaciones sobre los polémicos decretos suplementarios por los cuales consiguió modificar los presupuestos sin pasar por el filtro del Congreso. Unos 686 millones de euros extra que los bancos públicos adelantaron a su Gobierno para el pago de los costosos programas sociales y que la oposición del país no ha dudado en calificar de operación de crédito encubierta y un delito de fraude fiscal.
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“La presidenta Rousseff siguió estrictamente lo que estipula la ley. En mi opinión no existe ninguna base para afirmar que existió un delito de responsabilidad fiscal”, declaró el exministro de Economía, Nelson Barbosa, en la sesión del juicio político o ‘impeachment’ del pasado sábado en la que, además, recordó que todos y cada uno de los presidentes brasileños utilizó un mecanismo fiscal similar sin ser acusados de irregularidad alguna. Un día antes, el pasado viernes, la tensión en la Cámara Alta entre los senadores partidarios de Rousseff y sus detractores fue tan alta que, en acto de cordura, el juez Lewandowski suspendió la sesión por espacio de dos horas. “El Senado se ha convertido en una casa de locos, estamos dando un espectáculo lamentable a la ciudadanía”, llegó a decir el presidente del Senado, Renan Calheiros, que pese a estar incluido en todas y cada una de las investigaciones del caso Petrobras, Rousseff no está en ninguna, se permitirá el lujo de guiar el proceso contra la presidenta.
'OPORTUNA' IMPUTACIÓN
La oportuna imputación de Lula y su esposa Marisa Letícia el pasado viernes por parte de la Policía Federal, acusado de tres delitos de corrupción, blanqueo de capitales y falsedad documental, no hará más que caldear los ánimos entre los presentes. Sin embargo, un acuerdo de mínimos entre los senadores permitirá, al menos, que el turno de interrogatorios a la presidenta funcione de manera ágil lo que permitirá la definitiva votación del 'impeachment' el próximo miércoles a más tardar. Teniendo en cuenta que la presidenta habría abandonado cualquier esperanza de evitar los 54 votos necesarios para su suspensión definitiva del cargo, el discurso de Rousseff en el Senado podría ser histórico. Homenajeando a los presidentes que perdieron su mandato de forma abrupta antes que ella (Getúlio Vargas, Janio Quadros y Joao Goulart), la presidenta lanzó hace unos días su particular declaración de guerra: "No renunciaré, no me suicidaré y tampoco me exiliaré a Uruguay".
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