La 'revolución' Trump domina la campaña republicana en EEUU

El magnate conservador Donald Trump se despide tras la rueda de prensa que siguió a un mitin en Oskaloosa (Iowa) el 25 de julio.

El magnate conservador Donald Trump se despide tras la rueda de prensa que siguió a un mitin en Oskaloosa (Iowa) el 25 de julio.

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Sería ridículo si no fuera tan triste». El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, usó la frase ayer en Etiopía para referirse a varios de los últimos exabruptos lanzados por republicanos, incluyendo algunos de los 16 aspirantes a la Casa Blanca. Hablaba de Mike Huckabee, que ha dicho que el acuerdo con Irán es equivalente a «encaminar a los israelís a la puerta del horno», y del senador Ted Cruz, que le ha acusado de volverse «principal financiero del terrorismo». En realidad Obama, como multitud de observadores políticos, medios y ciudadanos, hablaba de Donald Trump, y del significativo impacto que está teniendo en la campaña y en la política de EEUU.

Desde que el excéntrico empresario lanzó su candidatura el 16 de junio en aquel discurso en que tildó a inmigrantes mexicanos -y latinoamericanos en general- de «narcosvioladores y criminales», Trump se ha vuelto estrella y eje de la carrera por la nominación conservadora. Los últimos sondeos nacionales le sitúan favorito con el 18,2%, casi cinco puntos por encima de Jeb Bush, seis y medio sobre Scott Walker y a más de 11 de Marco Rubio.

Tomado en serio

Son cifras que medios y rivales toman en serio. Y ahora que Trump ha hecho públicos documentos sobre su situación financiera -algo que no llegó a hacer otras veces que tonteó con la política-, pocos ven su candidatura como un acto meramente promocional.

Sobre todo, a nadie se le escapa ya que Trump está teniendo un impacto que no se auguró. Entre mediados de junio y mediados de este mes, según datos de Google, estuvo en el 46% de todas las noticias sobre la campaña republicana y fue objeto de más del 60% de búsquedas sobre candidatos conservadores. Bush fue segundo, muy lejos (13% y 9% ).

El Partido Republicano solo pareció empezar a tomar en serio los desvaríos de Trump cuando osó insultar a John McCain, cuestionando que el senador fuera un «héroe» por haber sido prisionero de guerra en Vietnam. Entonces sus rivales y el establishment se le echaron encima (algo que no hicieron cuando insultó a todos los inmigrantes hispanos o cuando hace años encabezó la campaña poniendo en duda la autenticidad del certificado de nacimiento de Obama).

Aun así, Trump salió ganando. Su nombre seguía en boca de todos. Y quien quedó en evidencia no fue solo él, sino el Partido Republicano, del que Obama ayer ironizó por «escandalizarse» por el insulto a McCain. «Eso surge de una cultura en que ese tipo de indignantes ataques se han hecho un lugar demasiado común y circulan sin cesar en internet, radio y medios», denunció.

El dilema de los medios

Los medios se dividen ahora en el dilema de cómo cubrir a Trump. The Huffington Post, por ejemplo, lo ha relegado a la sección de entretenimiento pero The Washington Post explica que deben «tomar en serio a cualquiera con resultados como los suyos en los sondeos» y The New York Times admite que ha pasado de ser «espectáculo de verano a noticia». Hasta en el imperio de Rupert Murdoch, que ha hecho público su desdén por Trump, hay división. La crítica abunda en The Wall Street Journal y el New York Post pero Fox News sigue dándole cancha.

El efecto Trump, además, sigue calando. Hace unos días Rand Paul colgó un vídeo en el que ilustraba la propuesta de Trump sobre la reforma del código fiscal quemándolo, cortándolo con una motosierra y metiéndolo en un aserradero. Y cuando Trump desveló el número teléfono de Lindsay Graham, el senador, último en las encuestas, publicó un vídeo de tintes cómicos destrozando de las más diversas formas su móvil.

El descenso a bajos niveles de política-espectáculo tiene que ver con los debates, que arrancan el 6 de agosto en uno en que solo podrán participar los 10 con más apoyo en los sondeos. Todo parece valer para hacerse con un hueco, pero hay consecuencias. Así lo ve Obama, que alertaba también ayer de que se está «creando una cultura que no lleva a buena política ni a buenas políticas. Quiero asegurarme -dijo- de que paso las llaves a alguien serio sobre serios problemas».