Un Reino más Unido y descentralizado

Abatimiento de los partidarios de la secesión, ayer en Glasgow.

Abatimiento de los partidarios de la secesión, ayer en Glasgow.

MARTA LÓPEZ

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El primer ministro británico, David Cameron, habrá descansado esta noche. Su futuro y el del Reino Unido, varias semanas en el filo de la navaja, están a salvo desde ayer por la mañana, cuando, con el último voto escrutado de un referéndum que registró una participación masiva, se anunció que los escoceses habían rechazado la independencia con el 55% de los votos frente al 45% a favor.

Una ventaja contundente en una consulta de la que Escocia sale fracturada pero con la promesa de nuevos poderes autonómicos y que ha abierto la vía a una reforma federalista del Reino Unido. Tras la sacudida y el susto, nada podía quedar igual. Para empezar, el primer ministro escocés, Alex Salmond, el hombre que puso a los escoceses ante la disyuntiva política más seria de sus vidas, se retira de la escena.

Los escoceses tuvieron la oportunidad de dar un vuelco a la historia de su unión de 307 años con Inglaterra y decidieron no hacerlo. Fueron masivamente a las urnas -la participación fue del 84,6%, unos porcentajes no vistos desde hace 60 años- y con casi 400.000 votos de diferencia y 10 puntos de ventaja, apostaron por mantenerse en Gran Bretaña.

SUBIDA DE LA LIBRA / La sensación de alivio traspasó fronteras. La libra saludó el veredicto al alza. Y hasta el presidente de EEUU, Barack Obama, se felicitó por un resultado que amenazaba con dinamitar internamente a su más sólido aliado.

Pero más allá de estas lecturas, el resultado no oculta que hubo 1,6 millones de escoceses que apostaron por la independencia y su voto evidencia una herida interna. Por ello el primer ministro nacionalista, Alex Salmond, en sus primeras palabras, hizo un llamamiento solemne a la unidad y apeló a Londres a la rápida transferencia de los nuevos poderes prometidos, que no negociará él. Ayer por la tarde Salmond anunció su intención de dimitir.

Con mayor solemnidad aún, el primer ministro británico, David Cameron, compareció en Downing Street para anunciar que este proceso empezará en enero y para decir a los votantes independendentistas que ha entendido su «mensaje» como una «oportunidad de cambiar la forma en que este país es gobernado». Abrió la vía de una reforma federalista que dé más poderes a las cuatro naciones del Reino Unido: Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, una ambiciosa promesa que buena parte de la prensa británica no duda en calificar de «revolucionaria». Con ella, Cameron aspira a liquidar el debate sobre la independencia al menos durante «una generación». Quizá para siempre.

Es el centro, en la tercera vía, donde suelen converger las mayorías y por ello muchos votantes del sí no ocultaban su decepción de ver como se les ha escapado una oportunidad que quizá no vuelva. «Hemos estado tan cerca...», musitaba una joven en el centro de Edimburgo. Bob Leslie, activista de Yes Scotland, al que este diario siguió un día de campaña en Glasgow, lamentaba el «triunfo del miedo», pero se quedaba con «la esperanza de haber cambiado permanentemente el campo de juego político en este país potencialmente tan maravilloso».

Las celebraciones de la campaña unionista fueron discretas y nada ruidosas. Edimburgo retomó su pulso diario como si todo el mundo quisiera pasar página de sopetón a un asunto que tanto ha dividido a los escoceses en los últimos dos años, desde el momento en que los gobiernos británico y escocés pactaron el referéndum. «No solo los que han votado  querían un cambio. Todos queremos un cambio y el cambio ya está aquí», decía un hombre.

PASAR PÁGINA / El no ganó en 28 de las 32 circunscripciones que tiene Escocia. En Glasgow, la primera ciudad escocesa y bastión histórico de los laboristas, fue donde logró el mejor resultado del país, con seis puntos de ventaja sobre el no, 53% al 47%. En cambio, Edimburgo, la próspera capital, se volcó con el no, con el 61% de los sufragios. También la petrolera Aberdeen, con el 59% de los votos contrarios a la independencia.

Los ricos dijeron no y fueron las clases populares y más desfavorecidas las que más votaron sí mientras que tradicionales bastiones nacionalistas dieron curiosamente la espalda la independencia. El secesionismo ha tomado prestado buena parte del voto del descontento. Habrá que seguir de cerca en qué porcentaje de apoyo se mueve a partir de ahora. Cuando Tony Blair devolvió las instituciones propias a Escocia en 1999 lo hizo para aplacar un nacionalismo creciente. Pero, al contrario, la devolution hizo que los escoceses quisieran más.