ELECCIONES EN PORTUGAL

Ni rastro de los indignados

ANTONIO ACEDO MORENO / LISBOA

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En marzo del 2011, un grupo de jóvenes portugueses convocó una manifestación en las principales ciudades lusas para protestar por la precariedad laboral. Acudieron cientos de miles de personas -cifras nunca vistas desde la llegada de la democracia al país- pese a no estar liderada ni por sindicatos ni partidos, y el acto se convirtió en un grito masivo contra la austeridad que ya se avecinaba.

Así nació el movimiento «indignado» en Europa, con Portugal como primera base. Tres meses después de la protesta, las urnas daban la victoria a los conservadores y penalizaban a un Ejecutivo socialista que, asfixiado por el aumento de la presión sobre su deuda, acabó solicitando el auxilio de la troika.

Una legislatura después, apenas quedan retales de toda aquella corriente reivindicativa. Frente al auge de Podemos en España o de Syriza en Grecia, los «indignados» portugueses fueron apagándose con el paso de los meses y, pese a su cristalización en proyectos políticos alternativos, ninguno de ellos cuenta con la suficiente dimensión como para dejar su sello en las elecciones.

Alcides Santos, de 48 años, es uno más de los muchos que participaron en aquel movimiento. Alcanzó la fama en el 2013, cuando después de dos años en el paro entregó a la Justicia una carta en la que anunciaba su intención de dejar de pagar impuestos en virtud del artículo 21 de la Constitución, referente al llamado «derecho de resistencia». Alegó que garantizar la «supervivencia física» de sus dos hijos estaba por encima de las obligaciones fiscales.

Hoy, este matemático -ya con empleo- recuerda que estaba «desesperado». «No creía en el cambio, ni siquiera entonces», reconoce a la hora de hacer balance de lo ocurrido con los indignados en su país.

SIN ORGANIZACIÓN

En su opinión, este tipo de movimientos «de poco sirven porque les falta bagaje ideológico» y acaban concretándose en proyectos que pretenden intentar sustituir lo ya existente, pero sin organización. Y Alcides Santos subraya que, en suelo luso, el Partido Comunista está fuertemente implantado como cuarta fuerza política del país.

«Lo que pasa en España o en Grecia es un cambio en apariencia, pero luego todo quedará igual. En Portugal todo va a quedar igual también, pero por lo menos no sufriremos una desilusión como la que provocó Syriza», dice, convencido de que las protestas multitudinarias funcionaron como válvula de escape, pero sin apenas consecuencias en la política real.