DE IGUAL A IGUAL
Qué se siente al mirar cuatro minutos a los ojos de un refugiado
Un vídeo de Amnistía Internacional pone cara a cara a asilados y europeos para rehumanizar un conflicto explicado a base de cifras y estadísticas
Miradas profundas, miradas esquivas, miradas sensibles, miradas atentas, pero al fin y al cabo miradas de igual a igual. La oenegé Amnistía Internacional (AI) ha realizado un experimento entre refugiados y europeos basado en un conocimiento descubierto hace más de 20 años por el psicólogo Arthur Aron: cuatro minutos mirando a alguien te acercan a esa persona como ninguna otra cosa.
"Sólo cuando te sientas en frente de una persona y la miras a los ojos dejas de ver a un refugiado anónimo, un migrante más, y empiezas a ser consciente del ser humano que tienes frente a ti, que es como tú, alguien que sufre, ama, sueña...", se lee en el vídeo que ha colgado en Youtube AI.
Mediante este experimento la oenegé pretende demostrar que no existe una diferencia real entre europeos y refugiados, y que al igual que todo el mundo tienen sentimientos y sueños."Para hablar de los problemas de los refugiados, acostumbramos a utilizar un lenguaje deshumanizado que reduce la tragedia a números y estadísticas", denuncia la organización de defensa de los derechos humanos. "El sufrimiento atañe a personas reales que, como nosotros, tienen familias, seres queridos, amigos, sus propias historias, sueños y metas", añade AI.
LAGRIMAS Y SONRISAS
Lágrimas, sonrisas, caricias, juegos. "¿Estás en Berlín solo?", se aventura a preguntar una de las mujeres europeas del experimento, "Sí estoy solo. La vida a veces es bonita y otras veces no tanto", responde afectado uno de los refugiados entre las lágrimas de ella, que tras dudar unos segundos, tiernamente le toma de las manos para animarle y fundirse en un abrazo. "Sé fuerte", le pide ella, "lo seré", responde él, ambos llenos de empatía.
"Hola", se saludan tímidamente dos niñas, una siria, Afra, y una polaca, Hania, que constantemente se desvían la mirada presas de la incomodidad. Tras unos segundos, una de ellas hace un gesto: "¡pillada!", la otra se lo devuelve y deciden sin más demora llevarse el experimento a su terreno: los juegos. Al fin y al cabo no son tan diferentes, son tan solo dos niñas, que vienen de países distintos, hablan lenguas distintas, tienen pasados distintos, pero que les gusta jugar al pilla-pilla y reírse.
Un chico joven, moreno, con barba, sirio y una chica joven, pelirroja, risueña y europea. Sonrisas, nervios y tartamudeos. "No puedo apartar los ojos de ti", le dice ella mientras se le traba la lengua y él sonríe al escucharla. "Espero que me pidas el teléfono", bromea ella dándole al joven una oportunidad que no piensa desperdiciar. "Uno de estos días iremos al zoo. ¿Te mando un mensaje y vienes?", se atreve él esquivando la mirada de la chica, bajo la influencia de los nervios y mientras ella responde feliz que le encantaría.
"Cuando la miraba a los ojos intentaba pensar qué podría decir de la vida que ha vivido, y solo puedo decir que ahí hay mucha experiencia", explica Lee, un joven inglés emparejado en el vídeo con Mariam, una mujer siria. "No importa si te miras a los ojos o no mientras eso te de una oportunidad para hablar con el otro y mirarlo", explica el joven sirio del pelo largo, bajo la atenta mirada de la chica pelirroja.
LA FINALIDAD DEL EXPERIMENTO
Como estos ejemplos, muchos otros. Con mayor o menor diálogo, con mayor o menor compresión, todos los encuentros han terminado por demostrar la hipótesis inicial: todos somos personas y sólo hace falta mirarnos para darnos cuenta. El experimento tuvo lugar en Berlín, una ciudad que, ante todo, es símbolo de la superación de divisiones, y que, en segundo lugar, se ha convertido en el centro de la Europa contemporánea y principal ciudad a la que quieren emigrar la gran mayoría de refugiados que llegan a Europa.
Participantes ordinarios, situaciones improvisadas y reacciones espontáneas. Tan sólo gente sentada unos frente a otros que se ven por primera vez, europeos y refugiados, en su mayoría sirios, que no llevan más de un año viviendo en Europa, gente corriente, con sentimientos, sueños y anhelos que sólo mirándose así, se pueden llegar a comprender. Participantes a través de lo que AI ha tratado de devolver el compenente humano a una crisis que les ha convertido en cifras.
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