¿Qué hacemos ahora con Polonia?

RAMÓN LOBO

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Polonia ha caído en manos de un grupo de fanáticos cristiano-conservadores reunidos bajo las siglas PiS, que corresponden al partido Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczynski, que es quien mueve los hilos detrás de la primera ministra Beata Szydlo. “Pis”, “beata”, parece cómico, pero se trata de un asunto muy serio. 

Hablamos del viraje hacia la extrema derecha de la sexta economía de la Unión Europea, el país que la Comisión Europea, el BCE y el FMI ponían de modelo de transición entre los países de la antigua Europa del Este.

Jaroslaw es el gemelo de Lech Kaczynski, que llegó a la presidencia de Polonia y murió en 2010 en un accidente de aviación, junto a su mujer Maria Kaczynska, cuando se disponían a aterrizar en medio de la una densa niebla en Smolensk, al oeste de Rusia.

Dicen que el muerto era el bueno, el menos radical de los dos. A ambos les envuelve un halo raro. Lech vivió hasta su muerte con su madre y Jaroslaw nunca se ha casado. Ambos procedían del movimiento Solidaridad de Lech Walesa, con quien ya no se lleva bien debido a que este bromeó sobre su sexualidad.

El objetivo del PiS -que no es la primera vez que está en el Gobierno, pero sí es la primera que tiene una mayoría absoluta- es moralizar Polonia, acabar con la propaganda homosexual (en esto Jaroslaw tiene fijación) y limpiar el país de la “élite liberal corrupta” que ha gobernado en los últimos 25 años, es decir: proeuropea, moderadamente laica, moderna.

Para conseguirlo, Ley y Justicia ha cambiado la ley con nocturnidad (en la madrugada del 25 de diciembre) para tener la facultad de despedir de los medios de comunicación públicos a todo aquel que considere antipatriótico (la palabra de moda en la nueva Polonia).

MERKEL Y HITLER

Ahora, centra sus esfuerzos en bloquear el Tribunal Constitucional -sin duda, antipatriótico- que tras los cinco magistrados nombrados por el Gobierno saliente y los cinco por el entrante parece el camarote de los hermanos Marx (18 en lugar los 15 habituales).

También ha aprobado una ley mordaza para someter a los críticos en los medios en papel y digitales y en las redes sociales. El tufo es preocupante, más allá de la retórica y de los fotomontajes en la prensa “patriótica” que representan a Merkel como una émula de Hitler.

Polonia no debería jugar con la historia: fue sede de Auschwitz-Birkenau, gobernado por los nazis; también es uno de los países con mayor antijudaísmo antes de la segunda guerra mundial.

Además de sus fuertes convicciones católicas y ultraconservadoras, Jaroslaw es un devoto oyente de Radio Maryja, emisora que dejaría a la COPE y a 13TV, dependientes las dos de la jerarquía de la iglesia española, en peligrosas veleidades izquierdistas.

En Polonia, la religión ha sido importante, de la que emana gran parte de la identidad: fue un elemento esencial de cohesión nacional. Es el catolicismo el que les ha permitido luchar por un espacio geográfico entre alemanes y rusos, el que les ha salvado como nación.

La entrada en la UE, el 1 de mayo de 2004, supuso la oportunidad de pertenecer a un club más económico que político, y asentarse como una de las naciones de peso en el continente. El llamado milagro económico polaco ha recibido todo tipo de parabienes, pero nadie miró debajo de las estadísticas.

AJUSTE SALVAJE

Como en España, y en otros países que han vivido transiciones de una dictadura a la democracia, en Polonia se han multiplicado las privatizaciones y el ajuste salvaje como símbolos del dios del progreso; se ha incrementado la tasa de pobreza y de desigualdad, además de disparar la corrupción.

Uno de los déficits de esa transición ejemplar fue no impulsar una sociedad civil sana, superadora del pasado y creadora de nuevos espacios de convivencia. Los Kaczynski son un producto averiado del anticomunismo, al que copiaron muchos de sus defectos.

Por desgracia, esta Polonia que ahora examina la UE por si contraviniera las leyes del club, tiene un espejo en la Hungría de Viktor Orban, uno de aquellos jóvenes que destacaron en las manifestaciones que provocaron el derrumbe del telón de acero, y ahora ejerce de líder xenófobo, más cercano a Marine Le Pen que a los valores por los que parecía luchar en los años

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noventa.

La BBC habla, en un reportaje reciente, de la “putinización” de Polonia, una deriva autoritaria y antidemocrática en un mundo que aún se debate entre los efectos de la crisis económica iniciada en 2008 y la que se anuncia para este año.

La escasez favorece el autoritarismo. La Historia está llena de ejemplos. Nadie puede decir que está a salvo del virus de la intransigencia y el odio, ni siquiera la Francia republicana.