La pujante clase media decide el futuro de Brasil

Partidarios de Neves realizan una marcha en Brasilia, hace un par de semanas.

Partidarios de Neves realizan una marcha en Brasilia, hace un par de semanas.

EDUARDO SOTOS / RÍO DE JANEIRO

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Brasil llega al día de las elecciones presidenciales como un país profundamente dividido. La tensión es palpable en las calles, en los trabajos y en la vida diaria de los 142,5 millones que hoy ejercerán su voto en la mayor democracia de Latinoamérica. El mapa electoral del primer turno lo decía todo: una marea roja en el nordeste frente a una marea azul en el sudeste. Son las dos caras de Brasil que vuelven a enfrentarse. El nordeste pobre e «ignorante», según las desafortunadas palabras del expresidente Fernando Henrique Cardoso, y el sudeste rico que presta su apoyo a Aécio Neves, el «niño de papá» para el expresidente Lula da Silva. Una división extrema que se repite en el interior de muchas familias de todo el país.

Hasta hace poco tiempo todo hacía pensar que los extremos enquistados, animados por sus respectivas viejas glorias, no iban a dar su brazo a torcer y que el empate técnico entre Dilma Rousseff y Aécio Neves se prolongaría hasta el mismo día de las elecciones. Sin embargo, algo nuevo ha venido ocurriendo en la última semana. La encuesta de intención de voto publicada el miércoles por el Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (Ibope) otorgaba una ventaja del 54% a la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, sobre el 46% del candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves. La misma tendencia se repetía con la encuesta de Datafolha que situaba el 53% de las intenciones de voto para la presidenta y el 47% para el aspirante.

GANANDO FUERZA

Lenta pera segura, una mayoría hasta ahora invisible comienza a posicionarse en la contienda electoral a favor de la reelección de la presidenta. Es la llamada clase C o clase media brasileña, aquellas familias que consiguen pasar de los 580 euros al mes que no sobrepasan los 1.480 euros. Un grupo que ha ido ganando fuerza en la sociedad brasileña desde que, en el 2003, el Partido de los Trabajadores llegase al poder. En esos 11 años, han pasado de ser el 39% de la población a ser el grupo mayoritario ocupando el 56% de la pirámide social brasileña. En total, casi 118 millones de brasileños, desde profesores o albañiles a microemprendores o estudiantes de posgrado. Un grupo enorme y heterogéneo con un fuerte sentimiento de autorealización que, según los datos del instituto DataPopular, en un 89% atribuyen su éxito a su propio esfuerzo.

Son los hijos de un bienestar que el expresidente Lula da Silva instauró en uno de los países más desiguales del mundo. Más de 40 millones de habitantes que dejaron atrás la pobreza pero que salieron a la calle en junio del 2013 para reclamar por sus derechos y una educación, salud y transporte público de calidad. Para el politólogo de la Fundación Getulio Vargas, Marco Antonio Carvalho Teixeira, estas personas «entraron en la sociedad del consumo y se acostumbraron a pagar impuestos, por lo que ahora exigen que el Estado les recompense por su esfuerzo con servicios públicos de calidad».

EQUILIBRAR LA BALANZA

«Esta nueva clase concienciada vota más con el bolsillo que con el corazón. Estaban descontentos con la situación del país y buscaron amparo en una alternativa de gobierno», señala Teixeira, que ve en esta desconformidad el auge inicial que tuvo en la primera vuelta la candidata Marina Silva y el posterior trasvase de votos a la candidatura de Aécio Neves pero que, como la primera, comienza a decaer. Para el director de DataPopular, Renato Meirelles, la clase C estaría en estos momentos «completamente dividida» en Brasil. «En la medida en que los electores más humildes de las clases D y E se han posicionado mayoritariamente a favor de Rousseff y los ricos de la clase A y B a favor de Aécio Neves, la clase C ha actuado como una balanza», opina el investigador.

Sin embargo, una cosa esta clara: si la clase media es la balanza, esta parece comenzar a inclinarse claramente por la presidenta Dilma Rousseff. «Aécio Neves ha basado su campaña en negar éxitos incontestables del PT y la corrupción, lo que ha desgastado su imagen y desmotivado a las clases medias», opina Teixeira. El análisis es compartido. Muchos brasileños no han visto con buenos ojos que el candidato haya dedicado la segunda vuelta a llamar «mentirosa» a la presidenta o «terrorista» al jefe de campaña del PT, Joao Santana. El último debate televisivo de los candidatos en la noche del viernes fue más de lo mismo. Posiciones encontradas sin propuestas concretas, por lo que los escépticos brasileños de la clase C, aunque no se sientan especialmente atraídos por la gestión de Rousseff, parece que votarán por la continuidad del proyecto que un carismático Lula inició hace más de una década.