RELEVO EN LA CASA BLANCA

Protestas sin precedentes contra Trump

Cientos de miles de manifestantes ocupan las calles durante la Marcha de Mujeres en Washington, el 21 de enero.

Cientos de miles de manifestantes ocupan las calles durante la Marcha de Mujeres en Washington, el 21 de enero. / periodico

IDOYA NOAIN / WASHINGTON

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Donald Trump ha roto muchos esquemas en su ascenso hasta la presidencia de Estados Unidos pero en ese camino y en ese triunfo ha generado una resistencia y un rechazo popular sin precedentes. Nunca el país y el mundo se habían lanzado a las calles el día después de una toma de posesión en Washington como lo han hecho este 21 de enero en cientos de manifestaciones pacíficas y masivas. Hay un mensaje claro para Trump y puede no escucharlo, pero es imposible que no lo oiga.

{"zeta-legacy-video":{"videoId":"3957893"}}

Hasta la puerta de la Casa Blanca ha llegado una marea humana, cientos de miles de personas que han participado en la manifestación central de la iniciativa bautizada como la Marcha de las Mujeres, con un poder de convocatoria visiblemente mayor que el que tuvieron el viernes los actos de su jura y de tal calibre que ha obligado a cambiar incluso el recorrido y la organización. Y el torrente, agrupado por reivindicaciones que no se limitan a los derechos femeninos y se extienden a los derechos de los inmigrantes o la justicia económica, social, racial y medioambiental, no se ha quedado en la capital. Protestas con enorme participación se han repetido en otras muchas ciudades de EEUU, de Nueva York a Denver, de Chicago a Boston y de Los Ángeles a Filadelfia, y han saltado fronteras, llegando a Barcelona o París, a Sídney o a Ciudad del Cabo.

La de Washington ha sido la mayor manifestación en décadas, resucitando un espíritu de protesta que EEUU no veía desde los años de la guerra de Vietnam y, antes, los de la lucha por los derechos civiles. Y ha contado con la participación de gente que ya entonces tomó la calles, como Judith Johnson, una poeta de 80 años llegada desde Nueva Jersey. “He marchado por la paz, por los derechos civiles y por el feminismo”, decía mientras su hija empujaba su silla de ruedas. “Pero esta vez es por todo. Tenemos que salvar al país de la intolerancia, la crueldad y el egoísmo”.

MIEDO AL RETROCESO

Es palpable el miedo, pero también la resistencia, a que Trump, su Administración y el creciente poder republicano tanto en el Congreso como en gobiernos estatales deconstruya logros de las últimas décadas. Y ese temor se expresaba con frases como “No volveremos atrás” en algunas de las pancartas, una muestra infinita de la diversidad de mensajes de los estadounidenses para Trump y de los distintos grados de rabia y enfado.

Los manifestantes ven amenazados, especialmente, los derechos reproductivos. Y no solo por Trump, sino también por una Administración que tiene un vicepresidente, Mike Pence, que se define como “cristiano, conservador y republicano” y que ha sido uno de los líderes de los esfuerzos legislativos por dejar sin financiación federal a Planned Parenthood. Esa organización presta atención sanitaria a gente de bajos ingresos y está en la diana conservadora por practicar abortos (aunque a ello destine menos del 5% de sus fondos).

“El apoyo a Planned Parenthood es solo una pieza del puzle”, asegura Chelsea Kiene, una organizadora política en oenegés de DC que lleva una pancarta en defensa del grupo. La joven de 26 años recuerda que este domingo se cumplen 44 años desde que el Tribunal Supremo de EEUU legalizó el derecho al aborto pero asegura que la movilización tiene muchas más causas y mucho más potencial. “Es la oportunidad de unirse a otros progresistas, recordar a Trump que no representa a América y, esperemos, animar a la gente a involucrarse más en el activismo cívico y en la política local”.

Otras y otros muchos en la manifestación, a la que Hillary Clinton ha mandado su apoyo en Twitter, repiten la idea de una agenda de resistencia más ambiciosa, gente como la colombiana Felicia Bacall, de 29 años, que asegura que “no es una protesta contra Trump sino para que sepa que tiene que valorar nuestro punto de vista y asegurar el respeto a los derechos humanos, de todos”.

“HA OFENDIDO A TODOS”

Pese al lema femenino que ha dado título a las marchas globales, en ellas han participado también muchos hombres, como Daniel, un negro de 40 años llegado a Washington desde el neoyorquino barrio de Brooklyn. Ha querido expresar su rechazo a un “fascista, racista, sexista y misógino que ha ofendido a todos y amenaza todo lo que es correcto”.

Daniel ha portado una pancarta que forma parte de un proyecto artístico titulado “Recuerdos” que recoge frases de campañas electorales anteriores. En su caso, la suya rezaba: “Dar la presidencia de vuelta al pueblo”, el mismo mensaje que lanzó Trump el viernes, que los estadounidenses ya escucharon en 1968 y que Daniel no se cree. “Nos hemos quedado atrapados en la historia”, lamenta, “y Trump ha intentado el mensaje populista, pero es un impostor”.

Como él, Myrabel Gbe, una adolescente de 18 años también negra y llegada desde Maryland, cree que el éxito de la convocatoria, la participación masiva y la cobertura mediática son señales de esperanza. “Trump puede intentar ignorarnos pero es difícil cuando tenemos reporteros de todo el mundo”, dice esta estudiante de Ciencias Políticas. “Salvo que seas un hombre rico blanco, todo el mundo está en riesgo”, explica también. Y ella sí siente que la Marcha de las Mujeres, pese a haber ido mucho más allá de un género, tiene un sentido especial. “Siento que las mujeres somos las más dispuestas a plantar cara y defender ante injusticias, no solo a nosotras mismas sino al resto. Cuando nos importa algo, nos alzamos y lo decimos”. En Washington, en todo EEUU y en el mundo, este 21 de enero ha quedado claro.