EL PROTAGONISTA

El fascista arrepentido

Gianfranco Fini ha pasado en unos años de considerar a Mussolini como «un gran hombre» a condenar el facismo como «mal absoluto»

R. D.
ROMA

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Gianfranco Fini, como nieto de comunista e hijo de fascista, no nació políticamente predestinado ni a la derecha ni a la izquierda. El lo cuenta así: «Yo no tenía opiniones políticas, simplemente me gustaba John Wayne». Un día fue al cine para ver la película estadounidense de 1968Boinas Verdessobre la guerra de Vietnam, protagonizada por ese mismo actor y Ray Kellogg.

«Cuando llegué, los extremistas rojos, que no querían dejarnos entrar, me dieron empujones, me escupieron y chillaron. Como reacción frente a tanta arrogancia, fui a curiosear a los locales de la Giovane Italia» (Joven Italia), la formación juvenil del Movimiento Social Italiano (MSI), fundado al final de la segunda guerra mundial por Giorgio Almirante, que había combatido a los partisanos y a los aliados desde el bando de Benito Mussolini.

Almirante nombró al joven Fini, ya licenciado en Filosofía y periodista, su delfín. Fue bien aceptado por la viuda de Almirante y la aristocracia que rodeaba el MSI. Fue elegido secretario general en 1987.

Pero no tardó en romper con la herencia de Mussolini. En 1994 transformó el MSI en Alianza Nacional (AN) y desde entonces, se ha construido paso a paso una identidad conservadora de tipo liberal, sin dejar aspectos sociales del primer fascismo. De considerar a Musssolini como el «gran hombre del siglo XX», ha pasado a condenar el fascismo como el «mal absoluto».

Ha visitado Israel y Auschwitz. Ha defendido la laicidad del Estado frente al Vaticano, a través de batallas como el testamento biológico y las parejas de hecho. Ha sido ministro de Exteriores, tiene tres hijos de dos matrimonios y ha escrito cinco libros.