Análisis

Estados Unidos mueve ficha en Siria

CRISTINA MANZANO

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Ha hecho falta que la inteligencia norteamericana demuestre el uso de armas químicas

-como el famoso gas sarín- contra la población siria para que Estados Unidos se decida finalmente a armar a la oposición, con el rápido respaldo del Reino Unido. Aunque los términos están por definir, eso significa apoyo militar real, incluso la posibilidad de establecer una zona de exclusión aérea. Se han necesitado más de dos años de cruentos enfrentamientos, de bombardeos a civiles, más de 90.000 muertos y más de un millón y medio de refugiados en los países vecinos para que Estados Unidos mueva ficha.

Barack Obamahará un intento por compartir con sus colegas del G-8 -los todavía países más importantes de la Tierra- el qué, cómo y cuándo, pero la decisión está tomada. Una decisión que llega cuando podía parecer que el conflicto, tras varios meses en tablas, comenzaba a decantarse a favor del régimen. Si bien la oposición logró avanzar con fuerza y «liberó» zonas y ciudades importantes, en los últimos tiempos ha quedado de manifiesto que, sin una potente ayuda exterior, no representa una auténtica amenaza militar para el régimen. Estos mismos días las fuerzas leales aBashar el Asadestaban decididas a recuperar Alepo y todo indica que lo conseguirán.

Pese a los clamores de una parte de la opinión pública internacional que lleva pidiendo desde hace mucho tiempo una intervención, no ha sido fácil llegar hasta aquí. La imposibilidad de iniciar cualquier acción contra Damasco en el marco de las Naciones Unidas -y, por tanto, amparada en la legalidad internacional- debido a la férrea oposición de una Rusia que no ha dejado de apoyar al presidente sirio; la fragmentación de la propia oposición, alimentada física y moralmente por patrocinadores como Arabia Saudí y Catar; el incremento de la sectarización, con el respaldo de Irán y Hizbulá al régimen; y la creciente regionalización del conflicto con las salpicaduras adicionales a Turquía, a Líbano, a Irak, a Jordania… dibujaban un escenario nada claro para un país como Estados Unidos, que aún tiene abiertas las heridas de dos guerras fracasadas, y para sus más cercanos socios, la Unión Europea, a los que les cuesta mucho trabajo ponerse de acuerdo.

Lo que empezó como otro episodio más en el contagio de laprimavera árabese ha convertido en el conflicto que decidirá el futuro de Oriente Próximo. Cada aspirante a líder regional lleva meses tomando posiciones, haciendo cada día más complicada la situación. YObama, pese a estar al frente de una potencia en declive, no puede seguir quedando fuera de juego. Únicamente el tiempo dirá si esta decisión contribuirá, o no, a parar la sangría.