Precampaña electoral en el país transalpino
Derecha e izquierda elevan los ataques contra Monti
De salvador de la patria a rival molesto. Esta es la metamorfosis que está sufriendo el economista y aún primer ministro en funciones de Italia, Mario Monti, en la oratoria de los partidos tradicionales italianos desde que anunció hace pocos días la creación de una lista propia, Elección cívica con Monti, para presentarla en las elecciones del 24 de febrero.
Monti ha irrumpido en la campaña como un invitado no esperado por el resto. Pierluigi Bersani, el líder del progresista Partido Demócratico (PD), no ha cerrado la puerta a un matrimonio de conveniencia si su formación no tuviera los números para gobernar tras los comicios pero no ha ahorrado críticas al primer ministro. «Creo que la lista de Monti no ha sido una buena noticia para Italia. Existen dos Monti, el de hace un año y el de ahora», criticó Bersani, cuyo partido, junto al Pueblo de las Libertades (PDL) de Silvio Berlusconi, permitió a Monti, permanecer 13 meses al frente de un Gobierno tecnócrata que avaló la austeridad que Bruselas exigía.
En su ataque, Berlusconi fue mucho más agresivo. Lo tachó de «engaño» y «desilusión»y afirmó: «No creo que haya posibilidades de diálogo».
Para explicar esta animadversión, en el caso de Berlusconi hay que tener en cuenta que «el electorado que puede votar por Monti es básicamente de derechas y de centro, cansado de las continuas meteduras de pata de Il Cavaliere», argumenta a este diario el analista político Massimo Franco. Para Bersani, la verdadera cuestión es que en materia económica su programa presenta puntos en común con el de Monti. O mejor, «coincide», en palabras de Eugenio Scalfani, el fundador del diarioLa Repubblica. O sea, hay que cumplir con los acuerdos ya pactados con la Unión Europea.
En ese sentido, Monti declaró el martes que la «urgencia financiera» ha terminado pero no la urgencia «económica y social». Para superarlas, «hay que movilizar a los reformistas», afirmó.
TEMOR AL VOTO DE CASTIGO / En realidad, conservadores y progresistas no están preocupados tanto por el resultado que pueda lograr Monti -los sondeos le dan el 15%- sino por el voto de castigo que pueden sufrir ellos a consecuencia del apoyo que han dado a las políticas de austeridad que el economista ha promovido al frente del Gobierno.
«No han de sorprender los ataques contra Monti», afirma el politólogo Antonio Politico, al agregar que «cuando se acercan las elecciones es natural que los políticos cambien de piel (...) su fin es la conquista del poder». Pero hoy, los únicos devotos de Monti hoy son la Iglesia (el presidente de los obispos italianos, Angelo Bagnasco, lo dijo públicamente) y un mosaico de formaciones centristas que pugnan por convencer que un nuevo modelo de derecha, liberal pero moderada, es posible. También en Italia.
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