EL EMBROLLO DE WASHINGTON

La defensa del Pentágono

Leon Panetta respalda al general Allen, el candidato a jefe militar de la OTAN salpicado por el 'caso Petraeus' y cuya ratificación ha quedado pospuesta

Jill Kelley.

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I. N.
NUEVA YORK

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Comenzar el día con un editorial deThe New York Times en que se vincula a la ética del Ejército y sus«inconsistentes parámetros sobre conducta sexual»el escándalo que ha costado el cargo al director de la CIA, David Petraeus, no son buenas noticias, ni para el presidente, Barack Obama, ni para el secretario de Defensa, Leon Panetta.

Ambos tratan de frenar el descalabro y no hay ya pieza más importante en esa misión que el general John Allen, el jefe de las fuerzas de EEUU en Afganistán que debía ser confirmado esta semana como comandante supremo de la OTAN en Europa. La ratificación se ha pospuesto«hasta que se esclarezcan los hechos», según ha dicho Panetta, pero tanto él como Obama han mostrado su respaldo a Allen. Y el jefe del Pentágono ha pedido«que nadie llegue a conclusiones» precipitadas sobre si fueron«potencialmente

inapropiados» los mensajes de Allen con Jill Kelley, la mujer que recibió correos electrónicos amenazantes de Paula Broadwell, la biógrafa y amante de Petraeus.

«Corazoncito» platónico

Que se sepa, por ahora, el general Allen, de 58 años, casado, no ha hecho nada irregular (el adulterio está penado en el código militar). El firme apoyo de Obama y Panetta apuntan a que esa es la tesis dominante en la Administración. Y lo único que queda es juzgar su criterio al mantener abundante correspondencia electrónica con Kelley: la prueba principal de las entre 20.000 y 30.000 páginas que el FBI ha pasado al Pentágono para la investigación interna ordenada por el propio Panetta.

Los colaboradores de Allen cifran en cientos, no miles, los mensajes, que los escribió«por educación».Dicen que llamaba a Kelley «sweetheart» (corazoncito) en términos platónicos. Fue él quien pasó a Kelley un mensaje que había recibido donde alguien bajo el aliaskelleypatrol le recomendaba mantenerse alejado de una«seductora»liada con Petraeus. A partir de ahí, Kelley acudió al FBI con ese y otros mensajes que ella recibió directamente. Y ya se sabe lo que pasó.