UN REFERÉNDUM HISTÓRICO

Durao Barroso considera "bueno" el resultado escocés para una "Europa fuerte"

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz. / CDV

MONTSE MARTÍNEZ / BRUSELAS

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Escueto pero contundente, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha considerado que el resultado del referéndum escocés es “bueno para la Europa unida, abierta y fuerte por la cual apuesta la CE”. Barroso, que se ha expresado a través de un comunicado sin comparecer ante los medios de comunicación, dejaba así meridianamente clara la postura de las instituciones europeas, por si alguien aún tenía alguna duda, sobre las reivindicaciones secesionistas escocesas. La portavoz de la Comisión Europea ha evitado extrapolar esta valoración a otros casos abiertos en Estados miembros, como es el caso del movimiento independentista catalán.

En la misma línea, sin entrar en valoración alguna, el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, ha celebrado y respetado que el Reino Unido siga unido.

Y es que la situación que se respira en Bruselas es la de alivio generalizado. “Aliviado por el resultado”, ha reconocido el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, uno de los primeros cargos de las instituciones europeas en reaccionar.

“Estoy contento del resultado”, ha dicho Schulz en una entrevista a una radio alemana, para añadir: “Ha sido un proceso democrático en Gran Bretaña, reconocido por el Gobierno”. “La próxima vez que vea a David Cameron –ha abundado el presidente del Parlamento Europeo– le diré que encuentro bien tener un Reino Unido en una Europa unida”.

Modelo para otros países

Schulz considera que el modelo escocés puede servir para otros países con idénticas reivindicaciones, como España Italia: “Si se llega en Escocia a un nivel de autodeterminación razonable en el ámbito económico y cultural menteniéndose en el Reino Unido, puede llegar a ser un modelo que satisfaga a otras regiones”.

La posibilidad de que los escoceses se decantaran por formar un Estado propio hubiera puesto a las instituciones europeas en un brete sin precedentes y de incierta solución, amén de azuzar el optimismo de otros movimientos secesionistas en no pocos Estados miembros. Entre ellos el catalán, que ha vivido el proceso escocés muy de cerca, sabedor de que sentaría un importante precedente.

Pese a que era sabida la postura de Bruselas en este contencioso --el presidente de la Comisión Europea, el ya saliente José Manuel Durao Barroso, apuntó hace medio año que si un territorio de un Estado miembro se independizaba quedaría fuera del club de los 28--, las instituciones europeas se han blindado, justo antes del referéndum, tras un silencio sepulcral con el argumento de no interferir en una cuestión interna de un Estado.

Rechazo a las reivindicaciones escocesas

El sentir general en los despachos de los altos cargos de la capital europea ha sido el rechazo a las reivindicaciones escocesas en tanto que, de prosperar, hubieran supuesto un terremoto en los cimientos de la UE tal y como está concebida hasta el momento.

La estrategia ha funcionado, finalmente, a los máximos gobernantes europeos, que, siguiendo la fórmula del 'wait and see', han conseguido que la realidad les solucionara la difícil papeleta de concretar qué pasaría con una Escocia independiente y cuál sería su camino de regreso a la UE en el caso de que así lo hubiera deseado.