MUSULMANES EN EUROPA

Preocupada normalidad en Alemania

Tras la conmoción causada por los atentados de París, EL PERIÓDICO inicia una serie de reportajes con el objetivo de tomar el pulso a la situación de las comunidades musulmanas en los principales países europeos. Alemania, que afronta la irrupción del movimiento islamófobo Pegida, protagoniza la primera entrega de estas radiografías.

Los fieles del islam en Alemania ven con preocupación el auge de los movimientos islamófobos

Manifestación de Pegida en Dresde, el pasado día 5.

Manifestación de Pegida en Dresde, el pasado día 5.

J. M. FRAU / BERLÍN

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El lunes ya se conoce en Alemania como el día de Pegida (Patriotas europeos contra la islamización de Occidente). Es el día en que el movimiento islamófobo convoca a sus seguidores, cuyo número aumenta semana a semana. El pasado lunes, día 12, 25.000 personas respondieron en Dresde a la llamada de la organización, que nació en esta ciudad de algo más de medio millón de habitantes, capital del estado oriental de Sajonia.

Aquel día, los organizadores habían pedido a los manifestantes que llevaran lazos negros por las víctimas de los atentados terroristas de París, que acabaron con la vida de 17 personas. El líder de Pegida, Lutz Bachmann, se dirigió a los asistentes y les pidió un minuto de silencio por las víctimas «no solo de París sino de todos los fanatismos religiosos». Eran las siete de la tarde. Los autodenominados «patriotas europeos», que quieren evitar la «islamización de Occidente», iniciaron su marcha con pancartas en las que exigen democracia directa y nuevas leyes para frenar la llegada de inmigrantes. Hoy París, ¿mañana Dresde?, decía una de ellas.

La muerte de Khaled

Horas después, sobre las once de la noche, Khaled Idris Bahray, un eritreo de 20 años, de religión musulmana, salió del piso que compartía con otros siete solicitantes de asilo para comprar tabaco, pero ya no regresó. Su cuerpo fue encontrado a la mañana siguiente con puñaladas en el pecho y en el cuello. La policía todavía investiga las circunstancias de la muerte de Khaled; la alcaldesa de la ciudad, la cristianodemócrata Helma Orosz, evita especular y no habla de lo que muchos piensan. Como sus siete compañeros de piso, que están convencidos de que fue un crimen racista.

En Dresde, la reducida población musulmana -unas 4.000 personas- vive con inquietud el crecimiento de Pegida, que desde sus comienzos, en octubre del año pasado, cuando reunía a unos centenares de personas, ha pasado a las 25.000 del pasado lunes, con un espectacular despliegue policial de 1.600 agentes.

En Berlín, la capital del país donde viven más de 4 millones de musulmanes, la policía está, oficialmente, en estado de alarma. Según el semanario Der Spiegel, la estación central de ferrocarriles podría ser uno de los objetivos terroristas. Pero en las calles de los barrios con más concentración de población musulmana se respira tranquilidad. Aminah, una mujer de unos 30 años, cubierta con un niqab de color verde que solo deja ver sus ojos, va con su hijo pequeño a hacer la compra al supermercado Istanbul, junto a la estación de metro de Kottbusser Tor, en el barrio de Kreuzberg. Es viernes y, muy cerca, en el mercado turco de Maybachufer, nadie parece vivir pendiente de los movimientos de Pegida o de la situación generada después de los atentados contra el semanario Charlie Hebdo y el supermercado kósher de París.

Soliman Salí es egipcio, tiene 53 años y desde hace 20 vive en Berlín, donde afirma sentirse como en casa y donde nunca ha tenido problemas de convivencia. Recuerda haber oído algo sobre los atentados de París, pero no demuestra interés en hablar del tema. Jasmin, la primera de sus tres mujeres, tiene 44 años y llegó a Berlín cuando era una niña de 9. Está mucho más al día que su marido, recita unos versículos del Corán para apoyar su afirmación de que los terroristas de París no tienen nada que ver con el islam y asegura que tanto ella como sus cuatro hijos, nacidos en Berlín, se sienten bien acogidos en Alemania.

«Jóvenes desorientados»

Mustafá Örkan es turco y lleva 43 años en Berlín, donde dirige un restaurante de especialidades de su país. Se esfuerza en separar terrorismo e islam y critica que los jóvenes que se inclinan por la violencia no reciban más ayudas para evitar que se introduzcan en este mundo. «Son jóvenes desorientados, débiles, que se dejan manipular fácilmente», asegura. Y lamenta que «los políticos hablan mucho, pero tratan a estos jóvenes simplemente como expedientes, no como a personas». 

Mas al norte, donde el viernes la policía llevó a cabo una redada y detuvo al conocido como el emir de Wedding, la vida transcurre con aparente normalidad. Al día siguiente de la redada en este barrio berlinés, Yasmine HamdanElisahMarcel Khalife y otros músicos libaneses suenan a alto volumen en el puesto de especialidades de este país en Leopoldplatz, uno de los puntos neurálgicos de Wedding, con elevado índice de población musulmana. Wassim, un libanés de 27 años, atiende a sus clientes. Lleva dos años en Berlín y no quiere saber nada de atentados, ni de Pegida. De la operación del viernes, en la que 200 policías irrumpieron en su barrio, no vio nada, no oyó nada. «Soy una persona normal, nada de terroristas. Solo trabajo».