Portugal, el país de los hijos únicos

Un niño corre frente al puente 25 Abril en Lisboa.

Un niño corre frente al puente 25 Abril en Lisboa. / periodico

HELENA PONCINI / LISBOA

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Sara, Raquel, Marta, Joana y la pequeña Rute, de apenas dos meses, son hermanas y representan un caso excepcional en Portugal: son familia numerosa en el país de los hijos únicos, donde el número de vástagos por mujer -1,23- es el más bajo de la UE, por detrás incluso de países como Grecia.

Sus progenitores, Nelson Ferreira y Carla Leal, tampoco cumplen el perfil que se corresponde con el actual: fueron padres primerizos a los 28 y 26 años, respectivamente. “Cuando nos casamos, decidimos que sería para constituir una familia”, asegura Nelson, miembro de una comunidad cristiana.

Un deseo que, pese a ser compartido hoy en día por muchas parejas, la mayoría pospone a la espera de unas condiciones económicas y laborales favorables difíciles de encontrar en la situación que atraviesa el país.

La falta de nacimientos no es una novedad en un continente donde la renovación generacional parece una quimera -tan solo Francia se acerca a los 2,1 hijos por mujer que los expertos calculan necesarios para asegurar el reemplazo-, pero en Portugal la situación es especialmente preocupante.

En poco más de 50 años, las mujeres lusas han reducido más de la mitad el número de hijos y la tasa de natalidad ha pasado de ser la más alta de Europa a ocupar el último puesto entre los veintiocho.

LA CRISIS COMO AGRAVANTE

La coyuntura económica y financiera ha ayudado a agravar una tendencia que se mantiene desde hace décadas. Según las estadísticas, desde el 2011 –año en el que Portugal tuvo que pedir ayuda financiera a la UE y el FMI- nacen casi 15.000 niños menos, una caída que no atiende a una única razón, sino a múltiples factores, pero que se resume a “ la falta de condiciones para tener hijos en la sociedad portuguesa” afirma Vanessa Cunha, coordinadora del Observatorio de las Familias y de las Políticas de Familia.

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El retraso de la maternidad por razones de inestabilidad laboral es, según los expertos, uno de los principales motivos que explican esta situación. Por primera vez, en el 2014 la edad media en la que las mujeres portuguesas dan a luz a su primer hijo superó la barrera de los 30, lo que en muchos casos reduce las posibilidades de embarazos posteriores.  

La precariedad y un desempleo que entre los jóvenes supera el 30%, han sido el caldo de cultivo perfecto para otro de los factores implicados: la emigración. Más de dos millones de portugueses viven fuera de sus fronteras -cifra récord hasta la fecha-, muchos de ellos en edad reproductiva y que se convierten en padres en el extranjero o forman parte de una pareja que mantiene una relación a distancia.

A pesar de la preocupación por el desarrollo y la sostenibilidad de un país cada vez más envejecido, la ligera recuperación observada en el número de nacimientos en el segundo semestre de 2014 y el primero de 2015 abre una puerta al optimismo.

Según María Filomena Mendes, presidenta de la Asociación Portuguesa de Demografía, esto podría deberse en parte a un cambio de mentalidad en la sociedad lusa. “Las personas que quieren tener hijos no esperan a tener un empleo estable, puesto que eso es probable que ya no ocurra”, razona. Sin embargo, que las parejas se aventuren con más facilidad a ser padres no tiene porqué significar que una vez suceda, repitan la experiencia. 

CONCILIACIÓN LABORAL Y FAMILIAR

Para que eso ocurra y exista un aumento en el número de hijos por mujer, es indispensable una mejor conciliación laboral y familiar, no solo favorable a la madre como ocurría hasta ahora, sino también al padre: “En este momento, su presencia en el hogar es, en Portugal, determinante para pasar del primer al segundo hijo y del segundo al tercero”, sentencia María Filomena.

Desde 2009, la ley portuguesa contempla una permiso parental compartido entre los dos miembros de la pareja de entre 4 y 5 meses –según la compensación recibida durante ese período- y establece un período obligatorio de permiso para el padre de 15 días. Sin embargo, y pese a tener el quinto mayor permiso de paternidad de la OCDE, aún son muchos los que deciden no disfrutarlo, intimidados por un mercado de trabajo poco concienciado aún.

En el sexto país más envejecido del mundo, hace tiempo que los datos dejaron de ser meras estadísticas para convertirse en objeto de preocupación nacional. Tanto es así que incluso la actual Secretaria de Estado de Ciudadanía e Igualdad aseguraba hace dos meses que la acogida de refugiados podría ayudar a resolver los problemas de natalidad que enfrenta Portugal.