¿Porqué han estallado de nuevo los disturbios en Egipto?

Mursi cumple un año como presidente en un marco de inestabilidad política, crisis económica e inflación

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El descontento político y social que vive Egipto ha puesto en el ojo del huracán al presidente, Mohamed Mursi. La oposición reclama en la calle su renuncia y exige elecciones anticipadas para solucionar la crisis y la inestabilidad del país.

Hace un año, tras imponerse en la segunda ronda a Ahmed Shafiq, exprimer ministro del régimen de Hosni Mubarak, el islamista juraba su cargo "considerando los intereses del pueblo de manera total". Ahora, frente a quienes le critican por seguir los dictados de los Hermanos Musulmanes (grupo en el que militó hasta acceder a la Presidencia), él defiende su legitimidad y el juego democrático.

Mursi comenzó su andadura con el polémico restablecimiento de la Cámara baja del Parlamento, que estaba dominada por islamistas y había sido disuelta por la justicia. El Tribunal Constitucional no tardó en revocar su decisión, en un preámbulo de futuras disputas judiciales. En sus primeras semanas, Mursi ordenó liberar a los presos políticos de la revolución y formó un nuevo Gobierno de islamistas y aliados, a cuya cabeza puso a Hisham Qandil, hasta entonces ministro de Recursos Hídricos y de bajo perfil político.

La muerte de 16 soldados egipcios en el Sinaí en un confuso ataque terrorista en agosto pasado precedió al desmantelamiento de la cúpula del poderoso ejército egipcio. El islamista mandó al retiro al entonces jefe de las Fuerzas Armadas, Husein Tantaui, y a su "número dos", Sami Anan. Un golpe mortal que acompañó con una maniobra para recuperar el poder que el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas había ejercido desde la caída de Mubarak.

BLINDADO ANTE LA JUSTICIA

Entre sus primeras salidas al exterior, Mursi visitó países como Arabia Saudí, China e Irán, si bien logró su mayor proyección internacional con su mediación para que Israel y el movimiento palestino Hamás alcanzasen una tregua tras la ofensiva de noviembre en la franja de Gaza. Apenas unos días después de ese éxito diplomático, el mandatario sorprendía a los egipcios con una declaración constitucional en la que blindaba ante la justicia sus decisiones.

Este movimiento derivó en masivas protestas, huelgas de jueces, disturbios que se saldaron con muertos y heridos, y la desconfianza de quienes llegaron a ver en él a un nuevo faraón. En el fondo, la estrategia de Mursi pretendía salvaguardar la redacción de la nueva Constitución a manos de los islamistas y la celebración de un referendo en diciembre, que permitió su aprobación pese a ser rechazada por los votantes en El Cairo. A diferencia de lo que deseaba el gobernante, la nueva Carta Magna no supuso el fin de una transición democrática repleta de turbulencias y huérfana de un poder legislativo completo.

El segundo aniversario de la revolución en enero marcó una nueva ola de protestas violentas contra Mursi, que propuso un diálogo nacional poco convincente. En su lugar, la oposición insistió en la reforma constitucional, un ejecutivo de unidad nacional y las dimisiones del primer ministro y el fiscal general.

Entre tanto, Mursi reforzó la presencia de islamistas con cambios en ministerios, gobernadores e instituciones del estado, otro motivo de ira para la oposición, que lo acusa de favorecer que los Hermanos Musulmanes y sus aliados monopolicen el poder.

CRECIENTE DESCONTENTO POPULAR

La inestabilidad política ha influido, además, en el deterioro de la economía. La crisis del turismo y de la inversión extranjera ha motivado la disminución de las reservas de divisas, el desplome de la libra egipcia y la subida de los precios, lo que ha elevado el descontento popular.

Por eso, el Gobierno negocia a día de hoy un préstamo de 4.800 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que le permita coger aire y recuperar la confianza perdida.

En la nueva etapa inaugurada por los islamistas, otro foco de preocupación han sido las libertades y los derechos humanos, tras los polémicos juicios contra periodistas, profesores y organizaciones no gubernamentales.

MUERTES

Varias personas han muerto en episodios de tensión confesional entre musulmanes y cristianos coptos, así como entre la minoritaria comunidad chií y radicales islámicos. Cansados de las políticas de Mursi, los activistas de la campaña "Tamarrud" (rebelión) dicen haber recogido más de 22 millones de firmas para pedir su renuncia y han animado a los egipcios a manifestarse hoy.

Ahora falta comprobar si el presidente dará su brazo a torcer o si, como ha hecho hasta ahora, seguirá resguardado en el apoyo de los suyos y en su innegable respaldo en las urnas.