MISIÓN DE SCOTLAND YARD
Demasiado infiltrado
La policía británica indemniza a una mujer que tuvo un hijo con un agente doble de Scotland Yard, que se esfumó cuando el niño tenía 2 años
Jaqui tenía 22 años y en 1984 creyó haber encontrado el amor de su vida. Decía llamarse Rob Robinson, «era encantador y tenía carisma». Un activista que compartía plenamente su lucha en defensa de los animales. «Llevaba el pelo largo, se hacía pasar por un izquierdista radical», recuerda ella. La joven se enamoró perdidamente de él y muy pronto se quedó embarazada. Su compañero aceptó encantado la llegada del niño, asistió al parto, le dijo que era su primer hijo. Rob ejerció de padre hasta que el pequeño cumplió dos años. Entonces se despidió, alegando que la policía le perseguía y debía esconderse durante un tiempo. A partir de ese momento se evaporó sin dejar rastro. Jaqui solo sabría la verdad tres décadas más tarde.
En el 2012, leyendo un periódico, se enteró que el hombre con el con el que había tenido un hijo era en realidad un agente de Scotland Yard. La había seducido para infiltrarse en el llamado Frente de Liberación Animal y acceder a través de ella al resto de los militantes. Bob Lambert, su nombre real, trabajaba para una brigada especial, el Escuadrón Especial de Manifestaciones, conocido como SDS. Sus superiores le habían asignado la misión de infiltrarse durante cinco años en grupos de defensa de derechos de los animales y del medio ambiente. Era la época agitada en las calles de las campañas antinucleares. Cuando conoció a Jaqui ya tenía su propia familia, esposa e hijos, a los que veía regularmente.
Ascenso
Finalizado su trabajo de camuflaje sobre el terreno, fue recompensado con un ascenso como detective inspector, encargado de las operaciones de infiltración de agentes en grupos políticos en los años 90. Serían los militantes de la organización Greenpeace quienes le desenmascararían públicamente. El ya exagente reconoció los hechos, pero el trauma fue brutal para Jaqui, que ha venido recibiendo tratamiento psiquiátrico desde entonces y mantiene su identidad en el anonimato. «Me he sentido como si el Estado me hubiera violado», ha dicho.
Después de poner muchas trabas a su reclamación, la Policía Metropolitana ha aceptado pagarle una indemnización equivalente a 510.000 euros. También le ha presentado sus «más profundas excusas», precisando de paso que el trabajo de sus agentes para obtener información excluían las relaciones sexuales. «Reconocemos el impacto que la revelación tuvo tanto en ella como en su hijo», señala el comunicado. Lambert ya no está en la policía. Se ha reconvertido profesionalmente como académico y ha restaurado el contacto con aquel bebé que abandonó y que hoy es ya un hombre.
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