Los derechos de las mujeres

El peso de la Iglesia

ABEL GILBERT
BUENOS AIRES

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El papa Francisco llegará a Río de Janeiro el 22 de julio. Visitará una favela y recorrerá la playa de Copacacabana. Será recibido por la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien estuvo en su ceremonia de su toma de posesión. En el marco de la 28ª Jornada Mundial de la Juventud, en la que se espera la presencia de más de dos millones de fieles, el Papa argentino volverá a insistir en la necesidad de la Iglesia católica de recuperar el terreno perdido en la región donde vive el 40% de la feligresía mundial.

Francisco insistirá en que los frutos del crecimiento económico no debe seguir quedando en pocas manos. La agenda social, en cambio, no alterará en un ápice su matriz conservadora, esa que se da de bruces con la realidad. Y es allí, según los especialistas, donde la Iglesia enfrenta desafíos que no puede resolver la sonrisa carismática de Francisco. El Papa llegará a Brasil apenas unos meses después de que el Consejo Nacional de Justicia (CNJ) del país más católico del mundo resolviera por 14 votos contra uno que las parejas del mismo sexo podrán casarse legalmente. Brasil se ha unido en los hechos a Argentina y Uruguay, cuyos parlamentos aprobaron en los últimos años leyes que consagran el matrimonio homosexual.

Vehemencia

El Vaticano sabe lo que está en juego. El presidente del Pontificio Consejo para la Familia, monseñor Vincenzo Paglia, acaba de visitar Argentina y Chile.«La familia, como dinámica social, aparece cada vez más confusa y, por decir así, empañada. No es la idea de la familia la que está en crisis, sino la idea de su necesidad social. La familia no es negada y ni siquiera rechazada, se acepta que junto a ella surjan formas de vida y de experiencia relacional que aparentemente son compatibles con ella, pero que en realidad la desquician».

Familia y aborto son dos temas innegociables para la Iglesia en los que quiere hacer sentir con mayor vehemencia su voz pastoral. América Latina es una suerte de bastión contra el derecho de las mujeres a decidir sobre su embarazo. En nada ha cambiado que parte de sus presidentes se llamen a sí mismos progresistas. Solo en un país se ha despenalizado y en cinco -El Salvador, Honduras, Chile, República Dominicana y Nicaragua- es considerado un crimen. Hay 31 abortos ilegales por cada 1.000 mujeres. La práctica clandestina es la segunda causa de mortalidad materna.

El aborto es moneda de negociación entre los gobiernos y la Iglesia. Cada parte paga su precio para mantener las cosas como están. El senador Aníbal Fernández reconoció que, desde la llegada de Bergoglio al Vaticano, se ha esfumado en Argentina la posibilidad de sancionar una ley de despenalización. Los Kirchner tuvieron una relación problemática con el exarzobispo de Buenos Aires. Cristina Fernández no hará nada para irritarlo.

Brasil es, para la Iglesia, un laboratorio del futuro. El obispo emérito de Washington, Theodore McCarrick, reconoció que es prioritario frenar en el país más católico del mundo el avance de las iglesias evangélicas y pentecostales. El peso específico de la Iglesia de Roma viene cayendo sistemáticamente. De acuerdo con un censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, estatal), entre el 2000 y el 2010, un 10% de los fieles migraron de templos. Los católicos, que en el 2000 representaban un 74%, son hoy un 64% de los creyentes.«En los años 70, el 92% de la población brasileña era católica, actualmente es el 64%, es decir, una caída de 28 puntos porcentuales con respecto al 2010. En relación a los 70, uno de cada cuatro católicos dejó de serlo»,explicó Claudio Crespo, investigador del IBGE. José Diniz, profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas de Río de Janeiro, estima que hacia el 2030 los católicos serán menos del 50% de los brasileños.

La Iglesia Universal del Reino de Dios, dirigida por el multimillonario Edir Macedo, y la Asamblea de Dios, de Silas Malafaia, desafían al Vaticano. Malafaia viaja en avión privado y repudia abiertamente el aborto y el matrimonio gay. En esos asuntos, en nada se diferencian de la Iglesia de Roma.