Perú, entre lo malo y lo peor

RAMÓN LOBO

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Existen ciertos paralelismos entre Polonia y Perú, que hoy celebra la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Se disputan el puesto el derechista Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por corrupción y graves violaciones de los derechos humanos.

Ambos países son alumnos modelo de las recetas liberales del FMI, con numerosos éxitos macroeconómicos. El Fondo prevé este año un crecimiento del 3,7% del PIB, el segundo más alto en América del Sur; la tasa de inflación interanual peruana se sitúa en el 3,54%. Parece que la economía funciona.

Polonia, el país con mayor crecimiento de la UE en los últimos años, la niña bonita del eje Bruselas-Berlín, entregó el poder político absoluto al partido ultraconservador y muy ultracatólico, Ley y Justicia (PiS) , dirigido por Jaroslaw Kaczynski (no confundir con Kuczynski, de ascendencia judeo-polaca). Sus políticas amenazan la división de poderes y la libertad de prensa. Perú, según las últimas encuestas, podría regresar al fujimorismo.

El periodista Gustavo Gorriti, secuestrado en 1992 por el régimen de Fujimori por sus denuncias en la guerra sucia contra Sendero Luminoso, asegura que la elección real es entre dictadura y democracia. En un artículo en la revista 'Caretas', Gorriti describe a Perú como “una democracia dañada” en la que desde hace 16 años se elige el mal menor: Alejandro Toledo frente a Alan GarcíaGarcía frente a Ollanta HumalaHumala frente a Keiko. “En ninguna elección tuvimos la oportunidad de elegir al bien mayor. La elección invariable del mal menor genera un proceso de degradación”.

LETRA PEQUEÑA

La macroeconomía nunca habla de personas; detrás de las cifras más positivas, como la reducción de desempleo en España, hay mucha letra pequeña, matices e historias de pobreza. A pesar de la corrupción y la violación de los derechos humanos en Perú, el fujimorismo conserva un cierto

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halo de eficacia.

Para el 55% de los encuestados acabó con Sendero Luminoso e impulsó la economía. Es el mismo mecanismo que beneficia a Marine Le Pen en Francia. Más allá de las ideologías menguantes, está la hartura y la desesperanza, el voto de la rabia.

Pese a que las últimas encuestas favorecen a Keiko Fujimori, los analistas recuerdan que en la última semana se producen movimientos que no detectan los sondeos. Sucedió en el 2011, cuando Keiko aventajaba a Ollanta Humala en casi dos puntos y fue derrotada.

Lo recuerda Emilio Cárdenas, exembajador argentino ante la ONU en un artículo publicado en el diario 'La Nación'. Esta vez, como en 2011, Keiko ha logrado polarizar el país. Una de las claves de la jornada es saber es si lo habrá movilizado en su contra. El último sondeo de da 45,8% a Keiko frente al 40,2 de Kuczynski.

Keiko tiene ventaja en las zonas rurales del interior y entre los menos favorecidos; Kuczynski obtiene sus votos en las zonas urbanas y en las capas más favorecidas. También cuenta con el apoyo de los candidatos derrotados en la primera vuelta: Julio GuzmánDaniel UrrestiYehude Simon y el de Veronika Mendoza desde el viernes, que pidió el voto para bloquear a Keiko.

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Mendoza es la gran esperanza de la izquierda, una política con futuro. De haber sido la finalista, parte del establishment habría votado por Keiko. Sin Mendoza en liza es un misterio, casi una ruleta rusa. El ultimo debate televisivo no aclaró demasiado: los dos empatan en aburrimiento.

FALTA DE CARISMA

Gran parte de los problemas de Kuczynski se deben a su falta absoluta de carisma y a su pésima campaña electoral: plana y plagada de errores. No es un candidato capaz de enamorar a las masas como el primer Humala. La edad, 77 años, parece jugar en contra: tampoco es un candidato de futuro.

Keiko, de 41, ha sido más inteligente, ha sabido manejar sus apoyos, como el indirecto del cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, un hombre del Opus Dei que tiene como bandera su oposición al aborto y al matrimonio homosexual. Cipriani no movilizará en exceso; es un hombre impopular. La votación es, sobre todo, un duelo entre fujimorismo y antifujimorismo.

Las últimas encuestas detectan un 5% de indecisos y un 12% que tiene previsto votar en blanco o nulo de manera consciente, una forma de protesta. Quedan atrás los tiempos (junio 1990) en los que Mario Vargas Llosa se jugó y perdió la presidencia frente a un desconocido ingeniero de origen japonés llamado Alberto Fujimori, que encarnaba el ansia del cambio.

El difunto diario 'El Sol' publicó el mejor titular: “Un ingeniero japonés devuelve a Vargas Llosa a la literatura”. Ahora no hay escritor de por medio sino dos políticos mediocres sin autor. De nuevo ante el dilema planteado por Gorriti, otra vez entre la opción menos mala y la peor.