LAS RELACIONES ENTRE CATÓLICOS Y ORTODOXOS
Así se ve desde Rusia el encuentro del papa con el patriarca ortodoxo
La personalidad de Francisco, un hombre nacido en Argentina que, a diferencia del polaco Karol Wojtyla, "no acarrea un historial de confrontación con Rusia", ha permitido que, por vez primera desde hace casi un milenio, un papa católico y un patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, cabeza visible de una comunidad de entre 130 y 150 millones de creyentes, puedan reunirse. Así lo valora en una conversación telefónica Aleksándr Dvorkin, profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad Ortodoxa Humanística San Tijon. Como arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio acudió con frecuencia a los servicios religiosos ofrecidos en la catedral ortodoxa rusa de la Anunciación, en la capital argentina, y abogó en favor de la iglesia ortodoxa en sus tratos con el Gobierno de Argentina.
"No obstante, existen aún problemas, y será un encuentro corto", recuerda Dvorkin. El papa Francisco y el patriarca Kyrill se verán las caras durante dos horas en el aeropuerto de La Habana, y al término del encuentro, aprobarán una declaración conjunta. Después, cada uno continuará con su gira respectiva, Kirill a Brasil y Paraguay, Francisco a Cuba y México
El principal contencioso que ha impedido verse las caras a los líderes espirituales de ambas iglesias se remonta a los años 90, tras el hundimiento del Estado soviético, oficialmente ateo. Una vez desaparecida la URSS, la Iglesia ortodoxa rusa pudo expanderse, pero a la vez se vió en competición con grupos de misioneros católicos que hacían predicación en territorio ruso, colocándose ésta en una posición defensiva ante lo que consideraban como un agresivo proselitismo en tierras ya cristianizadas, lo que empujó a su jerarquía a limitar los contactos con las autoridades eclesiáticas católicas.
UCRANIA, PUNTO DE COLISIÓN
El punto principal de colisión entre ambas iglesias se produjo en Ucrania. El país era originalmente ortodoxo, pero en 1596, el oeste, bajo soberanía polaca, se declaró fiel a Roma, formándose lo que se denominó<strong> Iglesia greco-católica ucraniana</strong>, es decir, católicos de rito oriental. En 1946, acabada la segunda guerra mundial, el territorio pasó a formar parte de la Unión Soviética, y los católicos de rito oriental fueron obligados a la fuerza por Stalin a someterse al Patriarcado de Moscú. En 1989, tras su legalización, la Iglesia greco-católica ucraniana reclamó sus antiguas propiedades, en muchas ocasiones por la fuerza, un proceso que, según la jerarquía eclesiástica moscovita, conllevó la destrucción de sus tres diócesis en el oeste de Ucrania.
Las tentativas de aproximación siempre acabaron en fracaso. En el 2003, Juan Pablo II intentó, durante un planeado viaje a Mongolia, hacer una escala en Kazán, la capital de Tatarstán, para devolver al entonces patriarca, Alexis II, el <strong>icono de la Virgen de Kazán</strong>, la copia de una reliquia venerada por los fieles ortodoxos rusos, que durante la revolución comunista fue extraída del país y acabó en los años 90 en manos de la iglesia católica. El icono fue devuelto en el 2004, aunque el viaje finalmente no se produjo.
La persecución que sufren los cristianos en Oriente Próximo, que afecta por igual a ortodoxos y a cristianos de obediencia a Roma, ha sido, en opinión de Dvorkin, "la principal fuerza" que ha propiciado la cumbre. Algunas voces dentro de la Iglesia católica, sin embargo, han querido ir más allá de los aspectos históricas de la reunión y de sus connotaciónes para el ecumenismo -entendido como la unión de los cristianos- y han pedido a Francisco que actúe con cautela ante "las dimensiones político-diplomáticas del encuentro". "El papa se va a reunir con el líder de una iglesia que se considera más y más como parte del régimen autoritario de Vladímir Putin y un apoyo ideológico a su política exterior neo-imperial", escribe<strong> Massimo Faggioli</strong>, profesor asociado del Departamento de Teología de la universidad Saint Thomas, en Minesota (EEUU).
Los católicos de Ucrania han reaccionado a la celebración del encuentro con cautela."No espero que la reunión aporte grandes cambios; no obstante, es positivo que se celebre", ha declarado el arzobispo ucraniano Sviatoslav Sevchuk. "Me alegro de que ya no seamos considerados un obstáculo y de que ya no se nos utilice para justificar la falta de voluntad en emprender tal diálogo", ha subrayado.
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