Lo peor del pasado

Un mes de presidencia de Donald Trump confirma que la vis europea del integrismo nacional ha arraigado en Estados Unidos

Jóvenes nazis participan en la quema de libros 'condenados' por judíos y marxistas, en Salzburgo (Austria), el 30 de abril de 1938.

Jóvenes nazis participan en la quema de libros 'condenados' por judíos y marxistas, en Salzburgo (Austria), el 30 de abril de 1938. / periodico

ALBERT GARRIDO / BARCELONA

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Espectros del pasado asoman por las cuatro esquinas de Occidente. Sociedades prósperas, pero desorientadas, manifiestan toda clase de temores y en primer lugar el miedo al otro, al diferente, como si el presente se empeñara en impugnar aquella profecía de la pensadora Hannah Arendt contenida en 'Los orígenes del totalitarismo' (1949): una parte de la historia llegó a su fin con la derrota del nazismo. Al reverdecer las xenofobias con fuerza inusitada viene a la memoria el recuerdo de los años 30, de una Europa envenenada por los peores profetas, como subraya el informe de Amnistía Internacional, con el antisemitismo como constante histórica, pero no única, de racismos de muy variada naturaleza.

Una mezcla de nacionalismo integral, una etiqueta acuñada por Charles Maurras, líder e ideólogo de la ultraconservadora Acción Francesa, de supremacía blanca y de integrismo religioso alienta en cuanto viene del pasado. El mejunje se encuentra con sabores muy parecidos en el ideario del grupo de Maurras, fundado en 1898, y en otros más cercanos a la gran carnicería: Falange Española, el partido organizado por José Antonio Primo de Rivera en 1933, el Partido Rexista de Léon Degrelle (Bélgica, 1935) y el Partido de la Cruz Flechada de Ferenc Szálasi (Hungría, 1935), entre otros que se sumaron a la prédica del fascismo italiano (Benito Mussolini) y del Partido Nacionalsocialista Alemán, creado por Anton Drexler en 1919 y colonizado por Adolf Hitler, ángel exterminador de la supremacía aria.

Tal constelación de partidos no fue más que heredera de un fenómeno político y social cuyo origen situó Arendt en el siglo XVIII y “emergió simultáneamente en todos los países occidentales durante el siglo XIX”. Apoyado en Europa por los ideólogos del colonialismo y del imperialismo y en Estados Unidos por la tradición ominosa de la esclavitud y la segregación racial, con poderosos defensores hasta nuestros días. Ni la victoria aliada de 1945 ni la defensa de los derechos humanos rompió el cordón umbilical con aquel pasado. El historiador Tony Judt recuerda su infancia en Londres -años 50- en estos términos: “Yo me crié en una Inglaterra en la que a los judíos -él lo era- se los consideraba unos intrusos raros y sospechosos: en aquella época había pocos asiáticos y pocos negros”.

HOMOGENEIDAD CULTURAL

Dicho de otra forma: si el temor al otro se manifestaba solo en un antisemitismo atenuado, se debía a que la homogeneidad cultural era casi total. Hoy no lo es, y en las fronteras de Europa y Estados Unidos se concentran multitudes de desposeídos. Si la elección del antisemita Karl Lueger para la alcaldía de Viena en 1897 fue saludada, según Judt, como “una aberración pasajera” por los judíos de la ciudad, hoy nadie duda de cuáles serían las consecuencias de la elección de Marine Le Pen para presidir Francia. En el discurso de Le Pen, como en el del holandés Geert Wilders y en el de otros, se concreta la ensoñación del Estado-nación uniforme, sin ingredientes ajenos a una presunta tradición nacional, de ahí la consideración de la comunidad musulmana como emisaria de una cultura invasiva bajo sospecha.

Un mes de presidencia de Donald Trump confirma que la vis europea del integrismo nacional ha arraigado en Estados Unidos. Si el país nació en torno a una idea (la nación de los emigrantes, de las víctimas del modelo monárquico europeo), como cabe deducir de su historia, una parte de él se acoge ahora al acrónimo 'wasp' ('white, anglo-saxon, protestant') y parece hacer suyo el pensamiento de Wladyslaw Gomulka, que fue presidente de la Polonia comunista: la nación se construye a partir de una idea nacional, no multinacional.