VIOLENCIA EN MÉXICO

Peña Nieto trata de reducir a un asunto local la crisis de las fosas

La masacre mancha la promoción exterior de las reformas que fomenta el presidente

Tensión durante una protesta sobre el paradero de los 43 estudiantes de Iguala, el jueves.

Tensión durante una protesta sobre el paradero de los 43 estudiantes de Iguala, el jueves.

TONI CANO / MÉXICO

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Solo el secretismo de una reunión de tres horas y, a la entrada y la salida, las caras ensombrecidas del presidente mexicanoEnrique Peña Nieto, y los miembros del Gabinete de Seguridad reflejaron ayer por unos instantes la prueba de fuego que afronta el jefe del Estado en medio de su promoción internacional del país que está reformando. A la usanza de los presidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y tras repartir órdenes e instrucciones, Peña Nieto mantenía por televisión y redes sociales una consternada pero firme e indignada imagen patriarcal.

El presidente dijo ayer que "la prioridad" era "buscar sin descanso" y "encontrar a los jóvenes estudiantes". Y su Gabinete de Seguridad, al que estos días ha reunido a diario, confirmó que buscaban a los 43 normalistas por tierra, aire y agua, con buzos y 1.200 policías federales. Peña ordenó también a la Fiscalía que acelerara las investigaciones del caso Iguala. Pero en las redes sociales recalcó: "solidaridad con los padres, el dolor que les embarga, la consternación e indignación que compartimos todos los mexicanos". El mensaje que ha elegido los últimos días.

UNA PRUEBA PARA TODOS

 La cara del presidente cambió al salir de la reunión con el Gabinete de ministros de seguridad, entre ellos jefes militares y policiales. Aunque ha reconocido que "lo ocurrido en Iguala constituye una prueba para la sociedad y las instituciones" mexicanas, ante las cámaras y en las redes sociales Enrique Peña mantiene una prestancia lejana a la veintena de fosas que ya han aparecido en los cerros del centro de Guerrero.

Enrique Peña incluso justificó los actos violentos en las manifestaciones como parte de esa "indignación compartida". Al ser este un país federal, a nivel político todo lo problemático quedaba localizado en Guerrero, al tiempo que en el centro, en despachos y Parlamento, se barajaban ya los descréditos y beneficios que surgirán con los desaparecidos. Y en ese estado, la partida se juega ya sobre los cadáveres humeantes.

DESTITUCIÓN

Así, mientras en el Senado se pedía su cabeza, el acosado gobernador, Ángel Aguirre, destituyó con otros intereses políticos al ministro estatal de Salud, Lazaro Mazón, e incluso lo conminó a confesar sus vínculos con el fugado alcalde de Iguala, José Luis Abarca. Tránsfuga del PRI a la izquierda, Aguirre se sacudía las pulgas de encima para desprestigiar a otro grupo de izquierda que pensaba lanzar a Mazón como candidato a su sillón.

Fuera de lo que un periodista mexicano denominó el "macabro carrusel del reparto de responsabilidades", grupos de maestros, estudiantes y vecinos ocuparon media docena de ayuntamientos de Guerrero, y los funcionarios vaciaron otros por si acaso, antes de que anoche los manifestantes sustituyeran a los turistas en la avenida Costera de Acapulco.