Pandora inmobiliaria

La perspectiva de autorizar la devolución de casas expropiadas a los cubanos que se marcharon amenaza con un caos en la isla

HUGO L. SÁNCHEZ / LA HABANA

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Si finalmente se determina, indemnizar o devolver las propiedad a sus antiguos dueños estadounidenses en Cuba, se puede abrir en la isla una auténtica caja de Pandora. Grandes empresas, centrales azucareras, industrias, bancos y, sobre todo, casas -desde diminutos apartamentos hasta soberbias mansiones- tendrían que ser arrebatadas a sus actuales dueños y moradores y entregadas a sus antiguos propietarios.

«Si te fuiste, perdiste». Esa fue la fórmula aplicada por los rebeldes bajados de la Sierra Maestra a quienes decidían establecerse fuera de la isla. Quien se iba sacrificaba sus propiedades con todo lo que tuvieran dentro. De ahí a que en aquellos años se popularizara esta broma: «La Revolución nos quitó las cadenas… los relojes, los anillos, las casas, los autos…».

Miles de cubanos se fueron marchando de la isla en oleadas. El primer éxodo fue de los simpatizantes o comprometidos con el régimen del general Fulgencio Batista. Luego se fueron los que no congeniaban con el comunismo, que fue proclamado en abril de 1961.

DE MARIEL A LOS BALSEROS

Las migraciones más importantes fueron Boca de Camarioca (entre septiembre y octubre de 1965), el Éxodo del Mariel (entre abril y octubre de 1980) y, años más tarde, entre 1993 y 1994, la conocida como crisis de los balseros. Fueron decenas de miles y miles de personas que se marcharon y que dejaron atrás sus casas.

El principal destino de los emigrantes cubanos fue Estados Unidos, donde se les amparaba luego con la ley de ajuste cubano. La inmensa mayoría de esos cubanos, por no decir casi la totalidad, se hicieron ciudadanos estadounidenses. Hoy, por tanto, las propiedades que perdieron en Cuba, son propiedades de ciudadanos estadounidenses.

Las viviendas de esos cubanos fueron entregadas a otras personas en virtud de la ley de reforma urbana, que hizo propietarios a los inquilinos de los inmuebles. Así, muchas personas dejaron sus viviendas y se mudaron en otras.

Esto quiere decir que si un estadounidense de origen cubano viaja a la isla, se para delante de una propiedad y dice «esta casa es mía», puede que los que viven ahora se marchen y se dirijan hacia su vivienda anterior y digan lo mismo, generando un efecto dominó que puede ocasionar un verdadero drama nacional en el país.

Pero hay también otro escenario. Más posible aún. Que las personas no abandonen sus casas y que se atrincheren en ellas. ¿Quién los va a desalojar? Y si hay una indemnización: ¿Quién la va a pagar ? Aunque también hubo previsores. Personas que nunca quisieron dejar las casas que poseían antes de 1959, año del triunfo de la Revolución cubana, y que rechazaron trasladarse a otras mejores, pues previeron que pudiera ocurrir lo que ahora se avizora.

VIVIENDAS DE PODEROSOS

Y además está todo el peso de los recuerdos. Los que se fueron llevaron consigo fotos y películas de eventos ocurridos en esas viviendas; cumpleaños, bodas, bautizos, fiestas de amigos… Si ellos fallecieron dejaron esos documentos a sus hijos como prueba de su propiedad para que las pudieran reclamar. Pero en esas mismas casas, los nuevos inquilinos en tantos lustros también han hechos sus historias y tienen sus propios recuerdos.

Otro aspecto consiste en que una parte de los propietarios de grandes residencias, como las que existen en lo que fueron los barrios aristocráticos del Biltmore Country Club, Miramar, no lograron fuera de Cuba las fortunas que habían hecho allí, no viven en EEUU como vivieron allí y quieren y recuperar el nivel de vida que tuvieron y hacerlo en sus propias casas.

El problema está en que justamente las mejores de estas propiedades pasaron a manos de entidades gubernamentales, del Partido Comunista, o son moradas de importantes figuras políticas del régimen.