LA GUERRA DE SIRIA

Padre Ibrahim Alsabagh: "En Alepo, lo básico ahora es ayudar a la gente a sobrevivir"

Tras ser requerido por su parroquia, este fraile franciscano regresó a su Siria natal en el 2014 para ayudar a su gente

El padre Ibrahim Alsabagh, un fraile franciscano sirio que volvió a su país para ayudar a su gente.

El padre Ibrahim Alsabagh, un fraile franciscano sirio que volvió a su país para ayudar a su gente. / periodico

BEGOÑA GONZÁLEZ

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El padre Ibrahim Alsabagh (Damasco, 1971), fraile franciscano, acaba de presentar su libro Un instante antes del alba, una particular crónica de la guerra que lleva más de seis años destruyendo su país. Cuando estalló, el padre Ibrahim estudiaba su doctorado en Roma, pero tras sentir la llamada de su pueblo no dudó en irse a la castigada Alepo a echar una mano.  

Con qué se encontró al volver a Siria?

Me quedé sin palabras al ver cómo las ciudades estaban en ruinas. Fue una imagen realmente dura, pero eso me motivó todavía más para empezar a trabajar cuanto antes. La gente sufría mucho y la precariedad era devastadora.

¿Por dónde empezó?

Lo básico es ayudar a la gente a sobrevivir. En Alepo no hay agua ni electricidad, la tasa de desempleo supera el 85% y el precio de algunos medicamentos se ha disparado. Nosotros les ayudamos a salir adelante con las manos desnudas, porque tampoco tenemos mucho más. Por eso es crucial la ayuda internacional. Hay que dar cobijo, reanudar la educación de los niños y atender a nivel psicológico y espiritual a muchas personas, sin importar su religión. 

¿Cómo es el día a día en Alepo?

En el este de Alepo, donde está la parroquia, la vida empieza a ser relativamente más tranquila. Aun así, se desarrolla en las mismas condiciones de extrema precariedad en las que vive el resto del país. La gente lucha por conseguir dinero haciendo cualquier cosa porque no hay trabajo. 

¿Llega ayuda internacional? 

No toda la que debería. Nos encontramos ante tal nivel de desamparo... Todas las manos son pocas. Nosotros ahora atendemos a más de 7.000 personas desde la parroquia en más de 30 proyectos, pero necesitamos más ayuda. La gente está decepcionada por la falta de respuesta de su propio Gobierno y de la comunidad internacional, pero saben que no están solos porque somos muchos los religiosos y voluntarios que estamos con ellos.

¿Cómo debería actuar la comunidad internacional para acabar con el conflicto?

Hace falta un mea culpa, tanto institucional como personal. Están respondiendo a la violencia con violencia y así lo único que hacen es reforzar la división que ha roto la sociedad siria. Los estados deberían intervenir por el bien de las personas y no por otros intereses ocultos como están haciendo. Si hubieran actuado así, hace tiempo que se hubiera acabado este conflicto. 

¿Qué significa esta división social?

La muerte ha roto familias. Existe un gran odio entre las personas que va a hacer muy difícil la reconstrucción del país. Hay una generación de niños completamente traumatizada que piensa en armas y en muerte de manera habitual y que manifiesta síntomas de ansiedad e insomnio. Esto solo podremos arreglarlo con amor, ese es nuestro nuevo desafío. 

¿Qué es lo que más necesitan los niños?

Necesitan un futuro. Muchos están solos, mutilados y desamparados, y no saben qué será de ellos. Hay que tratar de tranquilizarlos y ayudarles para que puedan curar las heridas que les ha causado la guerra tanto a nivel físico como emocional. Necesitan herramientas para seguir adelante y para ello la educación es fundamental. Se han acostumbrado a pensar en presente, solo se preocupan de sobrevivir, hay que darles esperanza para que crean en que un futuro mejor es posible. 

¿Qué diría a la gente que trata de huir de Siria?

Que se queden. Son muy necesarios. Sé que es un gran sacrificio, pero en Alepo necesitamos muchas manos para volver a levantarnos tras tanta destrucción. Debemos colaborar todos juntos para superar la guerra, tanto a nivel físico como a nivel espiritual, y tenemos mucho trabajo.