La otra cara del milagro alemán

El éxito de la economía alemana, con un índice de paro por debajo del 7%, esconde realidades menos ejemplares

Un trabajador de baja remuneración en una fábrica de las afueras de Berlín, esta semana.

Un trabajador de baja remuneración en una fábrica de las afueras de Berlín, esta semana. / periodico

J.M. FRAU / Berlín

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Los partidos políticos hacen, desde hace meses, propuestas para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. Los socialdemócratas (SPD) prometen que si llegan al poder tras las elecciones implantarán por ley un salario mínimo de 8,50 euros la hora, propuesta que coincide con la de Los VerdesDie Linke (La Izquierda) mejora la oferta hasta los 10 euros. Los liberales (FDP), aún socios de Angela Merkel en el Gobierno, para quienes obligar a las empresas a respetar un mínimo por ley es un tema tabú, proponen negociar sector por sector. Y el partido de la cancillera, la CDU, promete estudiar el plan de la formación con la que ha gobernado los últimos cuatro años.

Cuando en un país como Alemania, donde el índice de desempleo se mantiene por debajo del 7%, se discute sobre el mínimo que deben cobrar los trabajadores, significa que detrás del porcentaje de paro, admirado y envidiado por toda Europa, se esconden otras realidades menos ejemplares.

En plena campaña electoral, se conoció el caso de un empresario que pagaba a los repartidores de pizza un salario de 1,59 euros la hora. "Salarios de hambre", publicaron algunos periódicos. El empresario fue denunciado por la oficina de empleo de la zona del Este del país, en Brandeburgo, porque se veía obligada a completar el sueldo de los repartidores, que, aunque trabajaban, no llegaban al mínimo legal de subsistencia. El empresario, de 29 años, fue condenado a devolver casi 11.000 euros que la oficina había estado pagando en concepto de ayudas sociales a sus empleados.

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