La UE y la OTAN, atrapadas en el nudo turco

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SILVIA MARTÍNEZ / JAVIER TRIANA

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En el tablero de Oriente PróximoTurquía se ha convertido en el jugador que más ases acumula. Y su presidente, el cada vez más autoritario Recep Tayyip Erdogan, los está jugando a su beneficio, aprovechándose de la dependencia que de su país tienen tanto la Unión Europea como la OTAN. Así, el mandatario turco está sacando tajada de la situación desesperada de Bruselas ante la crisis de refugiados para, a cambio de contener el flujo, lograr recursos económicos, así como ventajas en forma de liberalización de visados y acelerar la negociación para la adhesión. Además, Erdogan está condicionando la estrategia de la OTAN en el conflicto sirio, pues ha decidido por su cuenta atacar militarmente a los kurdos para evitar que ese minoría consolide un territorio autónomo en el norte del país árabe.

Ankara sabe que esta es una de las últimas oportunidades que tiene para apretarle las tuercas a la UE. En el 2017 varios países, entre ellos dos de peso como son Francia Alemania, celebran elecciones presidenciales y federales respectivamente y en ambos casos la ultraderecha está en ascenso o concentra una parte importante del electorado así que, si el gobierno de Tayyip Erdogan quiere concesiones europeas, es ahora o nunca.

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Conscientes de la desesperación de la UE, el Ejecutivo de Ankara lleva meses resistiéndose a cumplir con los compromisos ya pactados. Considera que el Viejo continente tiene mucho más que perder y ha entrado en una táctica de bazar que no es nueva y de la que espera sacar más réditos políticos de los que consiguió en la cumbre bilateral celebrada el pasado 29 de noviembre. 

DESMANES AUTORITARIOS

Hasta el estallido de la crisis migratoria las relaciones entre Bruselas y Ankara vivían en una continua montaña rusa debido a los desmanes autoritarios de Erdogan, denunciados cada año en los informes elaborado por la dirección general de ampliación. El año pasado todo cambió. El presidente turco era recibido el 5 de octubre en Bruselas con la alfombra roja, la canciller Merkel accedía a visitar Turquía en la víspera de las elecciones del 1 de noviembre y la Comisión Europea retrasaba su examen de progresos anual hasta después de esa cita electoral para no ensombrecer la victoria del líder del AKP.

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Todo por contentar a un Erdogan que ha mostrado en todo este tiempo muy poco respeto por los valores y principios europeos. “Estamos aceptando un acuerdo para devolver inmigrantes de un país que encarcela periodistas, ataca las libertades civiles y con una situación de los derechos humanos muy preocupante”, advertía el domingo el jefe de filas de los liberales en la Eurocámara, Guy Verhoftstat. 

Desde Turquía, las cosas se perciben del siguiente modo: el país está asumiendo sola un enorme coste y la UE debe colaborar. “Esto no es un juego de suma cero”, asegura a este diario Mensur Agkün, director del laboratorio de ideas turco Centro de Tendencias Políticas Globales (GPOT, en su acrónimo inglés). “Los europeos deberían ver a Turquía como un socio constructivo. Esto es un asunto humanitario. No hay que ver a los refugiados como invasores de la civilización europea, sino como seres humanos con derechos recogidos en la Convención de Ginebra de 1951”. De acuerdo a este documento –señala el analista–, frenar su flujo es ilegal, por lo que habría que “encontrar una solución legal viable y humanitaria”.

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En su opinión, la actual propuesta negociada en Bruselas “no es algo que vaya a servir solo a los intereses de Turquía”. “La propuesta de Turquía ya no es la propuesta de Turquía, sino una propuesta conjunta de Bruselas y Ankara”, recalca Agkün. Por el momento, el país eurasiático acoge en su país a alrededor de tres millones de refugiados y aunque las condiciones de acogida están lejos de ser las óptimas, se trata de cifra de la que no puede presumir la Unión Europea ni remotamente.

MARGINAR A LOS KURDOS

Otra de las maniobras con las que busca sacar partido de la coyuntura es la guerra de Siria. Hasta el momento, los kurdo-sirios de las Unidades de Protección Popular (YPG) han sido las fuerzas más efectivas contra el Estado Islámico (EI) en Siria. Estados Unidos ha estado apoyando a este grupo y suministrándole armamento.

Sin embargo, Turquía considera que las YPG son una milicia hermana del kurdo-turco Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Un norte de Siria totalmente kurdo –teme Erdogan— podría avivar los anhelos independentistas de ciertos sectores kurdo-turcos: un escenario que el líder turco quiere evitar a toda costa. Por eso ha solicitado a EEUU y Europa que incluyan a las YPG como grupo terrorista en sus listas y les nieguen asiento en las conversaciones de paz sobre Siria. No solo eso, sino que ha bombardeado sus posiciones desde suelo turco.