LA SANGRIENTA LUCHA POR KOBANI

El orgullo de los kurdos

La joven kurda Arin Mirkan.

La joven kurda Arin Mirkan. / periodico

ANDRÉS MOURENZA / ESTAMBUL

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En casa de los Gençxemis no hay luto o, al menos, es un luto diferente, en el que las lágrimas se enjugan con orgullo. «Cuando mi madre ve la foto de Dilar en televisión se emociona y dice: 'No había otra niña como ella. Ha hecho que toda la familia llevemos la cabeza bien alta'», explica Dicle, hermana de la joven guerrillera kurda Dilar Gençxemis, en una entrevista con EL PERIÓDICO. El rostro sonriente de Dilar, cuyo nombre de guerra era Arin Mirkan, ha dado la vuelta al mundo tras inmolarse ante yihadistas del Estado Islámico (EI) en el frente de Kobani.

Dilar, la más pequeña de 11 hermanos, vino al mundo en 1992 en una aldea de la provincia kurda de Afrin (Siria). En casa de los Gençxemis se respiraba política. El padre -ya fallecido- era un gran defensor de la causa kurda, así como la madre, quien decidió llamar a su hija igual que una guerrillera kurda nacida en Kobani y muerta luchando junto al grupo armado kurdo PKK. A veces, el futuro queda marcado en el propio nombre.

Dilar era «una chica alegre, vital y sonriente», recuerdan sus hermanos, y «le encantaba competir en los juegos». «Dilar jugaba al backgammon con nuestro padre y siempre ganaba ella», relata Dicle. Y añade: «En la escuela era la primera de la clase».

A mediados de la pasada década, cuando la represión del régimen sirio se cebó sobre los kurdos, varios hermanos mayores de Dilar se unieron a la organización gemela del grupo armado PKK en Siria, las milicias YPG. En el 2007, con solo 15 años, Dilar también se echó al monte. «Lo hizo en secreto. No nos lo dijo a nadie, pero deberíamos haberlo intuido porque antes de marcharse repartió sus vestidos entre hermanas y amigas», cuenta Dicle.

Desde entonces, las únicas noticias que recibieron de ella fueron dos cartas en las que relataba su entrenamiento en las montañas de Turquía. «Decía que las condiciones eran muy duras, pero también se sentía feliz por estar luchando por su patria. Y contaba lo bonitas que son las montañas del Kurdistán, unas montañas que le daban esperanza».

A finales de septiembre fue enviada a Kobani para ayudar en la defensa de esta ciudad asediada por el EI. «Todos la querían muchísimo. Siempre que había alguna misión, ella era la primera en ofrecerse voluntaria», asegura el ministro de Defensa de Kobani, Ismet Sheij Hasan, que la conoció personalmente.

Pero apenas pudo luchar una semana en Kobani. El domingo 5 de octubre, cuando los yihadistas estaban a punto de penetrar en la ciudad, Dilar dirigía una unidad de 15 milicianos encargada de evacuar a 200 civiles desde una aldea del extrarradio. Lo consiguieron. Pero a cambio quedaron rodeados por los combatientes enemigos. Tras horas de tiroteo y cuando la munición comenzaba a escasear, Dilar decidió atarse varias cargas explosivas y lanzarse hacia los islamistas, matando a decenas de ellos, según el mando guerrillero.

«Todos estamos muy orgullosos de lo que hizo», afirma su hermana. En esta parte del mundo, un mártir -aquel que cae defendiendo su causa- es un ser inmortal, una honra para su familia y su organización. Y Arin Mirkan se ha ganado un puesto entre los más importantes: basta bucear en las webs de las milicias kurdas para ver que, especialmente las mujeres, se muestran dispuestas a seguir su ejemplo. «Algún día -apunta el comentarista kurdo Amed Dicle- alguien escribirá la épica historia de Kobani y Arin Mirkan, y la humanidad recordará su hazaña».