ANÁLISIS

Obama, Putin y la lección del lenguaje corporal

Putin y el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, ayer en Moscú.

Putin y el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, ayer en Moscú.

MARC MARGINEDAS

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Albert Mehrabian, profesor de psicología de la Universidad de California, mantiene que el 93% del impacto de cualquier mensaje interpersonal es representado por la comunicación no verbal, es decir, el tono de voz y el lenguaje corporal, y atribuye únicamente el 7% a las palabras dichas. En jerga corriente: las personas pueden mentir, pero a través del cuerpo es posible averiguar sus intenciones ocultas y su disposición interna, no solo hacia el contenido de la comunicación, sino hacia el mismo interlocutor.

Todo ello viene a cuento porque, a raíz de la crisis ucraniana, ha salido a la luz que el Pentágono se viene gastando desde el 2009 la friolera de 300.000 dólares anuales (unos 216.000 euros) en un proyecto experimental, heredado en el 2003 del Departamento de Estado, para estudiar el lenguaje corporal de un buen número de dirigentes, entre ellos el de Vladímir Putin, presidente ruso.

Algunas de las conclusiones de los estudios realizados al líder ruso han sido aireadas recientemente por el portavoz del Pentágono, el vicealmirante John KirbyPutin «es extremadamente sensible a la crítica, tiene aversión al riesgo y está estancado en tiempo y espacio», ha dicho. Otras fueron reveladas por Brenda Connors, investigadora al frente del grupo, en un artículo publicado en un diario de Rhode Island en el 2004. El mandatario ruso es un hombre «al que le cuesta avanzar», y esta inestabilidad «es compensada por una necesidad acuciante de control interno que manifiesta exhibiendo su fuerza».

Tensa reunión

Los últimos encuentros bilaterales entre Barack Obama Putin también han constituido una lección magistral del intenso apremio que poseen los mensajes corpóreos. En junio pasado, los presidentes ruso y norteamericano se reunieron durante dos horas en un aparte de la cumbre del G-8, celebrada en el balneario norirlandés de Logh Erne. Y en la conferencia de prensa posterior, más allá de los desacuerdos -debidamente verbalizados en sus intervenciones habladas- ambos mandatarios se esmeraron en transmitir sentimientos que van más allá de las palabras. En los casi 12 minutos que duró la comparecencia ante los medios, Obama Putin apenas se dedicaron unas pocas miradas huidizas, de unos segundos, y mientras el norteamericano desgranaba uno por uno los puntos de fricción con Moscú, su homólogo se miraba las uñas distraídamente o entornaba los ojos y bajaba la vista.

Es de esperar que el líder del Kremlin también habrá estudiado la comunicación no verbal que irradia su oponente estadounidense, aunque en su caso, a buen seguro, no se habrán requerido costosos estudios realizados por expertos en psicología. Porque las dudas, titubeos y amenazas incumplidas de Obama en su trato con el Kremlin no han podido pasar desapercibidas a un hombre versado en sagacidad humana, que forjó su carácter y adquirió la astucia de explotar debilidades ajenas durante los años 60 en las pandillas callejeras de Leningrado.