Obama, estrella de rock en La Habana

IDOYA NOAIN / LA HABANA (ENVIADA ESPECIAL)

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Es viernes por la noche y los siete chicos y chicas sentados en una de las abarrotadas terrazas de la Fábrica de Arte Cubano, el espacio de ocio y cultura más de moda en La Habana, conversan animadamente. “He oído que hará la entrada bajando desde un helicóptero”, se escucha. Se podría jurar que está hablando de Mick Jagger, el líder de los Rolling Stones, la legendaria banda británica que el próximo viernes actuará por primera vez en Cuba, pero hacerlo sería equivocarse.

Cuando se les pide permiso para entrar en la conversación aclaran que hablan, como toda La Habana estos días, de Barack Obama, que este domingo por la tarde llega a la isla. Y no, no está previsto que haga el vistoso descenso en helicóptero cuando asista el martes a un partido de béisbol entre el equipo nacional cubano y los Tampa Bay Rays, pero el rumor, como tantos otros que se escuchan en la calles, es un recordatorio más de que el 44 presidente de Estados Unidos siempre ha tenido algo de ‘rock star’.

Como tal le esperan muchos en esta ciudad, lista para poner a cero varios marcadores históricos a partir del domingo. Hacía 88 años, desde que Calvin Coolidge participó en 1928 en una conferencia panamericana, que un líder estadounidense no ofrecía un discurso en suelo cubano (y Obama no hablará a otros mandatarios sino que el martes se dirigirá directamente al pueblo cubano desde el Gran teatro Alicia Alonso).

más de cinco de esas décadas han transcurrido sin relaciones bilaterales entre los dos países vecinos y con un embargo que ha asfixiado a la economía de la pequeña isla de 11 millones de habitantes. Las relaciones se han reanudado desde que Obama y Raúl Castro hicieron un anuncio el 17 de diciembre de 2014. El embargo, aunque se hayan relajado algunas restricciones, sigue en pie, por obra y gracia del Congreso de Estados Unidos, controlado ahora por los republicanos.

“A Obama le ha visitado un ángel, es nuestra mayor bendición”, asegura Roberto Rondón, un hombre de 43 años que está sentado en un portal en la calle Cuba, junto al bar Lucero, con dos amigos, unas cervezas y grandes esperanzas en una visita de 48 horas que desea “fructífera”. Difícilmente esta incluirá ningún paso concreto para el fin del bloqueo y la devolución de Guantánamo que Rondón señala como pasos imprescindibles de futuro, pero este hombre que trabaja 12 horas en un aparcamiento y tiene que hacer trabajos de carpintería para poder sobrevivir no pierde la esperanza. “Quiero que traiga cambios porque si hay cambios en el país el cambio es para nosotros, y nos toca por derecho”, dice.

Entre optimistas y distantes

Otros son menos optimistas, más distantes. Entre ellos se cuenta Karla, una joven de 25 años que es jefa de marketing de un taller de diseñadores emergentes, que reconoce que “la visita es algo físico y real que hace palpable los cambios” pero se confiesa “algo asustada porque los procesos históricos son largos y este parece estar yendo demasiado deprisa”. O Marcelino Suárez, un hombre de 65 años que después de “una juventud bohemia y 32 años navegando” ahora tiene un tedioso empleo atendiendo la puerta de los servicios en el Sloppy Joe’s, uno de los bares que hicieron histórico imán del turismo clientes ilustres estadounidenses como Ernest Heminghway.

“Desde el punto de vista político es una visita muy valiente, porque en EEUU le enfrenta con la parte reaccionaria, pero si quiere que le diga la verdad la veo también como una visita de doble sentido con la que quieren revolver a la gente aquí”, asegura. “A Obama él le queda muy poco tiempo de mandato y muchas cosas van a quedar en el aire y aunque me gustaría que se resolvieran muchos de los problemas es difícil porque él no manda, mandan las transnacionales y manda el dinero”.

Hay también gente que, directamente, cree que la visita es un puro gesto mediático, una foto para los políticos, sin ninguna trascendencia para los cubanos. Y entre ellos está un artista de 33 años que critica que “es todo pura fachada” y ejemplifica su crítica en el asfaltado y arreglo de las calles y enclaves que está previsto que visiten Obama y su enorme comitiva (toda la familia, cuatro miembros de su gabinete, 40 congresistas y decenas de empresarios, además de miles de periodistas). “Es lo mismo que hicieron cuando vino el papa Francisco”, denuncia.

Pide que no se use su nombre y justifica esa búsqueda del anonimato en tener la libertad de poder ser crítico no con Obama (“aunque santos los estadounidenses no son”) sino con su propio país. “Raúl Castro está haciendo cosas bien, como liberalizar las salidas del país o permitir los cuentapropistas (el negocio privado), pero la gente sigue loca por irse de aquí. Sigue habiendo también miedo y presos políticos. Y no doy mi nombre porque no me merece la pena estar preso, menos por algo que no voy a resolver. A palabras no vas a ganar a esta gente”. Según él, tampoco a gestos.