Controversia en EEUU

Obama defiende que Petraeus no comprometió la seguridad

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Las prioridades de Barack Obama tras renovar su mandato como presidente de Estados Unidos, como explicó ayer en su primera rueda de prensa tras la reelección, son empleo y crecimiento, extender inmediatamente las ventajas fiscales para la clase media y lograr un pacto de reducción de déficit que evite la caída por el precipicio fiscal de recortes de gasto y subidas de impuestos. El inesperado golpe que le ha dado a su Administración el escándalo sexual de David Petraeus, sin embargo, le ha forzado a subir la seguridad nacional a lo alto de su agenda y ayer Obama se esforzó por minimizar el impacto de ese escándalo. «Con lo que he visto no tengo pruebas en este momento de que se difundiera información clasificada que de alguna manera hubiera tenido un impacto negativo en nuestra seguridad nacional», dijo.

Recordando que «la gente es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad», el presidente se negó a «comentar los detalles de la investigación» que ha abierto la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), a la que se suman otras dos del Departamento de Justicia y del Pentágono, sacudido por la copiosa correspondencia entre el general John Allen, jefe de las Fuerzas Armadas de EEUU en Afganistán, y la mujer de Florida amenazada por la biógrafa de Petraeus, que primero acudió al FBI.

Obama se negó también a valorar si la oficina que dirige Robert Mueller debería haberle informado de la investigación que tenían en marcha desde septiembre argumentando que «el FBI tiene sus propios protocolos sobre cómo proceden». Y como en su comunicado del viernes, enfatizó las alabanzas a Petraeus. «Al menos desde mi perspectiva ha prestado un servicio extraordinario a este país», dijo, mostrando su confianza en que el escándalo quede como «una nota a pie de página» en su currículo.

El Obama calmado y elegante se transformó en uno airado y combativo cuando se abordó otra cuestión de seguridad nacional irresuelta desde el 11 de septiembre que puede marcar su selección para sustituir a Hillary Clinton en la Secretaría de Estado y que llevará a Petraeus a realizar una comparecencia a puerta cerrada ante el Congreso hoy o mañana: el ataque contra el consulado en Bengasi en que murió el embajador en Libia, Chris Stevens.

Los republicanos, y en concreto los senadores John McCain y Lindsey Graham, piden una investigación «tipo Watergate» sobre lo ocurrido y sobre cómo y cuándo la Administración supo que se trató de un ataque terrorista. McCain y Graham han anunciado que rechazarán frontalmente la potencial nominación como relevo de Clinton de la embajadora ante las Naciones Unidas, Susan Rice, alegando que cinco días después del atentado siguió vinculándolo en televisión a un vídeo que ridiculizaba a Mahoma.

Eso hizo saltar a un Obama «indignado» ante los intentos de «mancillar la reputación» de Rice, que según el presidente acudió a televisión a petición de la Casa Blanca y habló sobre la base de la información que se le había facilitado. «Si los senadores quieren ir a por alguien que vengan a por mí», dijo desafiante.

MANDATO FIRME / En cuanto a las negociaciones fiscales con los republicanos, Obama insistió en su opinión de que EEUU no puede permitirse extender las ventajas impositivas que disfrutan quienes ingresan más de 250.000 dólares al año y reclamó el pacto inmediato para sí prolongar las que benefician a la clase media. Cargado con la convicción de que su reelección es un respaldo a su propuesta («la mayoría de los votantes están de acuerdo conmigo», declaró), mañana tiene reunión en la Casa Blanca con los líderes republicanos y demócratas del Congreso.

Obama puso ayer de manifiesto también la nueva importancia del voto latino y concedió ayer la tercera de las 10 preguntas de la rueda de prensa a una reportera de un canal hispano, lo que le permitió renovar su promesa de abordar una reforma de las leyes de inmigración. Abordó también los asuntos de Siria, Irán y el cambio climático.