Obama se bebe el agua de Flint
El presidente de EE UU visita la ciudad del agua tóxica tras cartearse con una niña de ocho años
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON
Han pasado siete meses desde que el estado de Michigan reconociera tras un sinfín de evasivas que había un serio problema con el agua que salía de los grifos en Flint, una de esas ciudades moribundas de la América desindustrializada, mayoritariamente negra y con un índice de pobreza que ronda el 40%. Los candidatos demócratas visitaron Flint y el presidente la puso como un ejemplo de la urgente necesidad de remozar las infraestructuras. Pero Barack Obama se limitó a gestionar la crisis desde la distancia. Tuvo que ser una carta de una niña de ocho años la que teóricamente le impulsó hacer las maletas.
La carta llegó hace dos meses. Iba firmada por Mari Copeny, también conocida en la ciudad natal de Michael Moore como la ‘Pequeña Señorita Flint’. “Soy uno de los niños afectados por el agua y he estado haciendo todo lo posible para marchar en protesta y denunciar la situación en nombre de todos los niños de Flint”, le escribió.
A modo de recordatorio: el agua se contaminó con elevados niveles de plomo después de que el administrador económico de la ciudad, nombrado por el gobernador republicano Rick Snyder, cambiara la fuente del suministro en 2014 para ahorrar costes dada la situación de quiebra financiera por la que atravesaba la ciudad de 100.000 habitantes.
La carta de Copeny fue determinante para que el presidente se decidiera a viajar a Flint, según la Casa Blanca. La niña fue la primera en enterarse. “Quiero asegurarme de que los niños como tú y tu familia recibáis la ayuda que necesitáis y merecéis”, respondió Obama.
El lider estadounidense ha visitado hoy finalmente la ciudad y, tras pedirles a sus ciudadanos que lleven a sus hijos al médico para comprobar los niveles de plomo que tienen en la sangre, ha bebido un poco de agua filtrada de Flint. El agua, ha declarado, es segura para los mayores de seis años. Para mucho, sin embargo, su viaje llega tarde y las ayudas recibidas hasta ahora son insuficientes.
Michigan ha destinado 70 millones de dólares para reconectar las viviendas a la red de aguas de Detroit, en lugar de seguir ancladas al pestilente río Flint, y el Gobierno federal aprobó 5 millones en ayuda de emergencia y sigue distribuyendo filtros potabilizadores y agua embotellada. Otros 165 millones esperan a que el Congreso los apruebe.
PROBLEMAS DE APRENDIZAJE
Mientras sus señorías se ponen de acuerdo, docenas de niños han enfermado o están teniendo problemas de aprendizaje. La alcaldesa quiere cambiar las cañerías corroídas por el agua tóxica del río Flint, pero con el dinero apropiado hasta ahora solo tiene para reemplazar 500 líneas de cañerías de las 15.000 que surten a la población.
El desaguisado de Flint, al que contribuyeron con su negligencia, desdén y en algunos casos encubrimiento, las agencias estatales pero también federales, es un ejemplo de porqué a políticos como Donald Trump o Bernie Sanders les está yendo tan bien en esta campaña.
Mucha gente se siente abandonada por las instituciones y los políticos tradicionales. Claro que Snyder, el gobernador de Michigan, no es muy distinto a Trump. Hasta que se hizo con el puesto, nunca había ocupado un cargo público y se ganó la vida como inversor en empresas de alto riesgo.
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